XXVII. Violeta

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¿Cuántas veces se puede coincidir en un mismo día con una persona? Una de la que solo sabes cuatro cosas, pero de la que te mueres por conocer más. Quizá, viendo que la acompañaba el mismo chico que en la clínica—también el que había ido a recoger a Moose el sábado del concierto—, el número hubiera aumentado a cinco. Aunque Violeta no podía asegurarlo, porque seguía sin saber si era su compañero de piso, su amigo, su novio—<<por favor, que no lo sea>>—o su hermano.

Llevaba unos diez segundos viéndoles charlar entre los estantes de especias, donde la cola de la carnicería acababa. Más bien, les espiaba. Chiara estaba en el mismo Mercadona en el que ella había entrado para comprarse la cena de esa noche. El más cercano a la clínica, donde había estado muchas veces. Y ninguna la había visto por allí. Tenía que pasar por aquella zona o dar todo un rodeo si quería llegar a la caja para pagar. Porque estaba bastante lleno de gente, que parecía haber dejado las compras de Nochebuena para última hora.

Aquel tampoco era un escenario factible para acercarse y preguntarle si quería ir a tomar un café. Se moría de ganas desde que la había visto en la consulta. Incluso cuando la presencia del otro chico amenazaba con sacarle la idea de la cabeza.

Apretó la bandeja de hamburguesas vegetales contra su pecho, respirando hondo y mentalizaba a saludar. Esquivó un par de carritos y a un niño dentro de uno que intentó darle con un barco pirata de juguete que sostenía en su mano.

—Volvemos a encontrarnos.

Ambos dejaron de charlar y abrieron los ojos. No, más bien fue Chiara la que los abrió muchísimo; el otro chico alzó las cejas. Y luego esbozó una sonrisa ladeada.

—Violeta, ¿qué haces tú por aquí? —le preguntó Chiara irguiéndose para sujetar el carro de color verde.

—Comprar, claro. ¿Qué si no iba a hacer en un Mercadona?

—Ah, claro. Si es obvio...

Se echaron a reír las dos.

—De hecho, iba a pillar un par de cosas más y a pagar. Está a rebosar de gente comprando.

—A nosotros nos ha pasado que lo hemos dejado para el último día.

Los ojos marrones de Violeta se posaron en el acompañante de Chiara, que hizo un gesto con la cabeza, a modo de saludo, antes de hablar.

—Oye, Keeks, ¿te parece si yo espero aquí y mientras tú acabas?

—Me como yo la cola si quieres. La sola idea de meterme en la marabunta de gente no me convence.

—Solo faltan cuatro cosillas de nada. Mira, puede acompañarte ¿Violeta? —Su asentimiento pareció bastarle como presentación—. Si ella quiere, claro. Igual te ibas ya y te pongo en un compromiso...

—¡Sí! —dijo ella, más entusiasmada de lo que querría admitir, obviando que sabía su nombre—. Quiero decir, no me importa tardar un poquito... Y seguramente me pille de paso.

—Pero, Álex...

Para Violeta no pasó desapercibida la extraña mirada que intercambiaron ambos. Estaba más intrigada que antes por saber la relación que les unía. Se percibía bastante complicidad y entendimiento entre ellos. Mirándoles más de cerca y sin distracciones como en la consulta, casi que pudo ver que se parecían bastante.

<<Tiene que ser su hermano o su primo como mínimo>>.

—Venga, tira. Aquí tienes la lista.

De repente se vio caminando junto a Chiara por los pasillos abarrotados de gente. Eran tantas las voces mezcladas, que la base de villancicos que tenían de fondo apenas se escuchaba. A veces se colaba un trozo de Mi burrito sabanero mientras, en silencio, paseaban por las estanterías o esperaban a que la gente se apartase.

Until I see you againDonde viven las historias. Descúbrelo ahora