XL.Chiara

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Aquella noche, Chiara descubrió que Violeta no se comía los bordes de la pizza. Y algo que le pareció el mayor de los ultrajes:

—No me puedo creer que casi me hayas hecho comer pizza con piña.

—Otra como Martin. Está riquísima.

—No.

—Endulza muchísimo—rebatió.

—Si quiero algo dulce me como una chuche, no una pizza con piña. En el año que me pasé trabajando en la pizzería no hice ni una sola con piña. Por algo será, ¿no?

Violeta rodó los ojos.

—Entre Martin y tú hacéis que quiera comer pizza con piña todos los días. Y podría hacerlo, porque nadie me lo impide. ¡Mira, a Moose le gusta!

Su gato había separado lo que quedaba de la piña y lamía sus patas a su rollo.

—Solo se está comiendo la piña. Tiene que aprovechar, que es de lo poco que puede comer.

Vio como la sonrisa de Violeta se ensanchaba, dejándose caer en el sofá. Había transcurrido alrededor de una hora desde que habían empezado a cenar. Y, en ese rato, Violeta no se había casi despegado de ella. Aunque Chiara fuera una persona que necesitase su espacio personal, la cercanía de Violeta no la incomodaba.

—Te preocupas mucho por Moose.

—Pues claro. ¿Por qué te parece tan raro? Es mi gato.

—Te sorprendería la cantidad de gente que no se responsabiliza de sus mascotas. El verano pasado vino un cachorro de dóberman con una intoxicación. La causa fue que había ingerido basura como para parar un camión.

—¿Se la habían dejado a mano...? —Violeta asintió—. Joder, pero la gente es una irresponsable. Hay que vigilar muy de cerca a los animales. Y más si son pequeños. Ellos no entienden que se pueden hacer daño.

—Ya, pues no todo el mundo es como tú. Cambiemos de tema, no quiero que me veas llorar por no poder salvar a todos los animales.

—Haces lo que puedes, no te tortures. —Intentó animarla.

—Ya, pero parece que nunca es suficiente.

Chiara se quedó callada. Quizá pudiera animarla haciéndola reír. No, si forzaba un chiste saldría mal. Ella no era Denna. Reparó en el cuaderno que había sobre la estantería encima de la tele y se le ocurrió una idea. Se levantó, notando los ojos marrones de Violeta sobre su nuca, para cogerlo y volver a sentarse.

—Se parecen a tus tatuajes—dijo mientras pasaba las páginas repletas de dibujos frente a sus ojos.

¿Cuándo había visto sus tatuajes? Si solía llevarlos bastante tapados, estaban en invierno todavía y hasta ella tenía algo de frío.

—Todos mis tatuajes los he hecho yo. Quiero decir, son dibujos míos; pero Ruslana los ha tatuado. —Explicó agarrando un lápiz diminuto tras su oreja. << ¿Estaba ahí todo el tiempo?>>—. Voy a hacerte un retrato, ¿quieres?

—¿En serio? Vale. ¿Cómo quieres que pose? No digas como una de tus chicas francesas, por favor.

—No iba a decir eso. Ni siquiera sé qué es.

—¿Cómo? ¿Chiara, no has visto Titánic?

—Pues no. —Contestó, despreocupada, posando un dedo bajo su mentón para alzarle el rostro—. Mmm... Te ha crecido bastante el pelo. Sí... y te han salido dos pecas nuevas... justo aquí. —Le golpeó la punta de su nariz con el dedo.

—¿Las has contado? —preguntó sin contener la risa en su voz.

Chiara bajó la mirada a la hoja en blanco, donde trazó un boceto rápido de la forma de su cara.

Until I see you againDonde viven las historias. Descúbrelo ahora