XXXIII. Violeta

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Al acabar el concierto, se lanzó a aplaudir a las tres chicas como una auténtica fan. Al principio había sido extraño estar allí sentada sin la presencia de Martin, que había vuelto a quedar con alguien de Tinder. Hasta que la silla de su lado, se había movido y Álex había tomado asiento a su lado con una amigable sonrisa.

Álex era muy diferente a su hermana. No solo físicamente—ahora podía apreciar mejor las diferencias—, sino psicológicamente. Chiara apenas se había abierto con ella al poco de conocerla, pero Álex no había tardado nada en abrirle conversación sin problema. Al contrario que su hermana, su voz apaciguaba.  Tenía una colocación en la voz que evocaba a los audiolibros. Parecía serio, pero no lo era tanto, llegando a bromear un poco. Y no le extrañaba que estuviera intentando sacarse las oposiciones para profesor, le pegaba demasiado. Le recordaba demasiado a una profesora que ella misma tuvo en primaria.

Le contó que el nombre del grupo había nacido porque en su primer día, en la pizzería en la que trabajaban las tres, se les quemó por completo una pizza. Nada une más a tres personas que guardarse las espaldas para que no te echen por carbonizar una pizza. El encargado no gritó el nombre de las tres chicas por separado, sino que hizo una especie de mix entre los tres; ellas le dieron un par de vueltas y acabaron por encontrar la combinación perfecta. Así fue como empezó la amistad entre aquellas tres chicas, cuatro años atrás.

—¡Álex, me dijiste que no podías venir hoy! —Se alegró de verlo su hermana, abrazándose a él al bajar del escenario.

Violeta quiso que la abrazase también.

—He salido antes del gimnasio y no podía perderme el primer concierto del año. Me he pasado la hora con Violet, charlando.

<<¿Violet?>>

—Ah. —La miró—. ¿Te ha gustado el concierto? Hoy no teníamos canciones que destacasen demasiado...

—¡No digas eso, que nos das mala fama! —la riñó Ruslana tapándole la boca—. Tú ni caso, Violeta.

—Habéis tocado una versión muy punk de Dead Girl Walking, con eso me tenéis ganada para siempre.

—Ah, eres fan de Heathers. A Ruslana le encantan sus canciones—comentó Bea recogiéndose el pelo en una coleta alta.

—Sí, desde que iba al instituto. —Contestó Violeta.

—Es que es brutal, madre mía. Me obsesioné muchísimo y estuve a punto de ir a verlo a Londres.

—¿Es tu favorito? —Se interesó la pelirroja.

—No, mi favorito es Chicago. —Rio—. ¿El tuyo?

—Pues la verdad es que pocos musicales me han llegado a obsesionar tanto como Heathers, pero diría que Rent y The Phantom of The Opera. Siempre les digo a Bea y Kiki que metamos más canciones de musicales, pero no me hacen demasiado caso..

—Si te pones pesaba nos quitas las ganas. —Rodó los ojos Bea.

Chiara, sin embargo, se quedó en silencio. Jugaba con los anillos de sus dedos dándoles vueltas y parecía bastante pensativa.

—Al menos te dejan meterlas en el setlist.

—La banda es de todas—habló Chiara—. Si yo quiero meter una de Fleetwood Mac o Bea alguna de Adele, se incluye. Lo que importa es como las adaptamos a nuestro sonido.

—Ah, ¿qué tenéis un sonido? —se metió Álex, que venía cargado con bebidas—. Manu me ha llamado para que fuera buscarlas mientras hablabais.

—Pues claro que lo tenemos, Alejandro. Ya se encarga tu hermana de eso, que es una genia la tía. —Bea le revolvió el pelo entre risas.

Se vieron envueltos en una discusión amistosa sobre si el sonido del trío sonaba a garaje pijo o a parking de supermercado. Violeta reía, atenta a los argumentos de la vocalista y la batería, bebiendo su tercera cerveza de la noche. Ni siquiera era consciente de la hora, pero no le importaba en absoluto, se lo estaba pasando genial.

Until I see you againDonde viven las historias. Descúbrelo ahora