—¿Por qué sonríes tanto?
Se llevó una mano al pecho. Menudo susto le había dado Martin nada más poner un pie en la entrada del crujiente suelo de parqué. Su amigo salía de la cocina con un vaso de agua en las manos.
—¿Sonreía? —Fingió no darse cuenta de que la había pillado sonriendo como una boba, dejando el abrigo colgado en el perchero de la entrada, junto con su bolso.
—No te hagas la loca, Vio. De hecho, ¿por qué lo haces? Normalmente vienes agotada del trabajo y algo más seria.
—Ha sido un buen día.
—Qué rara estás.
Si alguien estaba raro era él, pero Violeta cerró la boca y no le replicó.
—Solo vengo contenta del trabajo. Hoy apenas he tenido faena en realidad y estoy bastante descansada. —Entonces se le ocurrió algo. Martin no se había puesto el pijama todavía—. ¿Quieres cenar fuera? Invito yo. Hace una noche buenísima.
—Mañana madrugo, Vio.
—Es una cena y nos subimos. Venga, Martin, por los juernes universitarios.
Su amigo esbozó una mueca bastante parecida a una sonrisa de añoranza bajo su bigote y pareció pensárselo. Quizá pudiera sacarle el tema del sábado con un par de cervezas. Su amigo era de soltar la lengua con el alcohol.
—Cenamos y nos volvemos, eh.
—Genial. Déjame que me peine un poco y coja otra chaqueta.
—¡Solo voy porque invitas tú! —Escuchó que le gritaba desde el salón.
—Me queda claro.
...
Sin embargo, ni siquiera una cena acompañada de una charla amena con su amigo, pudieron ayudarla a que este se abriera a ella. Así que Violeta se planteó, mientras volvían al piso, sacarle directamente el tema para así poder dejar de darle vueltas de una maldita vez.
—Vale, Martin, tenemos que hablar.
Su amigo se detuvo en seco. La luz de la farola pareció centellear cuando se dio la vuelta para mirarla. La altura de su amigo se vio incrementada gracias a la sombra que se proyectó en la pared tras su espalda.
—¿Sobre?
—De lo que te pasaba el sábado. Estabas raro de narices.
—No me pasaba nada —contestó en el tono despreocupado de siempre.
Volvió a retomar el paso y ella se apresuró para ponerse a su altura.
—Eres muy bueno fingiendo, pero llevamos años conviviendo y no te creo. Puedes contármelo. No tiene que ser ahora si no quieres, eso lo respeto. Pero al menos no me niegues que te ocurre algo.
—Solo fue un bajonazo por la cita de mierda, Violeta—le dijo, un poco más serio, sacando las llaves del portalito.
Había algo más. La pelirroja lo sabía. En cambio, decidió que iba a respetar la decisión de su amigo y no insistiría más. Al menos ahora. Porque ya había allanado el camino. No era una victoria completa, pero Martin había admitido que sí le pasaba algo el sábado; aunque no hubiera especificado exactamente el qué.
—Anda, dame un abrazo.
—¿Qué?
—No seas tonto. —Tiró de las mangas de su gabardina color gris para que no escapara—. ¿A qué te sientes mejor?
—Un poco.
La luz del descansillo, apagándose, fue lo que los hizo separarse. Violeta apreció una sonrisa, leve y aliviada, en el rostro de Martin. Por suerte, había sacado algo en claro: tenía que ver con la cita. A no ser que su compañero de piso se la hubiera colado, claro. Aunque no lo creía, ya que cuando lo encontró en el Holmes ya estaba así. Pudiera ser que una de las causas fuera la cita fallida, pero el problema era otro y estaba ahí antes de la noche del sábado.
—El sábado fue una auténtica vorágine de acontecimientos —balbuceó en voz alta ya tumbada en su cama, con cuatro almohadones a su espalda y un libro apoyado sobre sus muslos.
Pensar en el sábado le trajo a la cabeza a Chiara y su visita de aquella tarde a la clínica. Sonrió, tal como había hecho después de que la chica abandonase la consulta, recordando que el gato anaranjado, del que se había enamorado, y que habían sometido a una castración, era suyo. Parecía, por las palabras de Sota, que Chiara había estado más veces en la clínica, y que por alguna razón ella se encontraba ausente en todas ellas.
También implicaba que iba a volver en unas dos semanas aproximadamente por allí. Al fin y al cabo, Moose tendría una revisión de control. Quizá pudiera sonsacarle algo a Esther y enterarse para no estar fuera de la clínica.
—Pero ¿qué estoy haciendo? Parezco una acosadora. Debería dejar de leer tanto y aterrizar en la vida real. O pensar en un método menos creepy
Abrió el libro para disipar su mente de pensamientos tan locos.
ESTÁS LEYENDO
Until I see you again
FanfictionVioleta es una rata de biblioteca que derrocha su sueldo en comprar libros. Quizá, en parte, lo haga porque la repartidora que va con asiduidad a su casa le atrae un poco. Aunque ella no quiera admitirlo, claro. Por otro lado, Chiara tiene la cabeza...