XXVII. Violeta

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Llevaban ya un buen rato en aquella plaza cuadricular por la que apenas pasaba alguien. En el tiempo que había pasado sentada en la fuente apagada del centro, solo había visto entrar a una familia en uno de los portales—había cuatro rodeando el cuadrado—, salir a un grupo de adolescentes y a la señora que había cruzado con el perro por el paso de peatones. Verla le ocasionó una ligera taquicardia al recordar lo rápido que había pasado aquel coche negro frente a sus narices. Menos mal que estaba Chiara para agarrarla, si no se la hubiera llevado por delante.

El mismo rato que llevaba intentando sacarle el tema sobre la boda de Sota. A veces la miraba, se quedaba abstraída en la forma redondeada de su nariz, en el ángulo de su mandíbula, en la forma de sus cejas, en los pelos que se le encrespaban en la coronilla o en como mordía el cucurucho del helado. Chiara, ajena a sus pensamientos, devoraba el helado saboreando cada instante. Era bastante lenta en comparación a ella, que había acabado hacía ya bastante.

Se obligó a apartar la vista cuando para llegar al helado del interior del cucurucho, metió la lengua. Bastante azorada, sacó su móvil del bolsillo de su chaqueta y entró a Instagram. Que se diera prisa en acabarse el helado o no podría tener ningún pensamiento coherente mientras la tuviera a su lado.

Cerró la app y volvió a guardar el móvil. 

—Kiki, hay algo que necesito preguntarte.

Ella tragó los restos del helado con dificultad, mirándola con los ojos más expresivos que le había visto nunca. Incluso parecía ¿asustada?

—¿Es malo?

—¡No! —Se pegó más a ella en el banco, dejando sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo—. Ya sabes que Martin ha empezado a ir a tu psicóloga. Obviamente no me cuenta mucho, pero... A ver, esto era el contexto para lo que quiero preguntarte. Iba a venir conmigo a la boda de Sota. Ya sabes, mi jefe, el veterinario de Moose.

—¿Y? —Pareció impacientarse.

—Bueno, Sota y su novio ya tienen a todo el mundo distribuido por las mesas y yo puedo llevar acompañante. Pero Martin me ha dicho que no cree estar listo para ir a una boda justo ahora, por como está—se mordió el labio—. Y había pensado en si tú querrías venir conmigo.

—Con... tigo... a la boda de... —Hinchó los mofletes, retiró la mirada y boqueó—. ¿Cuándo es?

—Pues el mes que viene. El 26 de marzo, concretamente. Sé que es algo precipitado pedírtelo con tan poco tiempo. Si no quieres venir le digo a Sota que voy sola sin problema. No creo que haya ningún problema por quitar uno de la mesa.

Volvió a hinchar los mofletes, pensativa. Justo cuando Violeta creía que iba a decirle que no, la sorprendió:

—No, no... Iré contigo. Sí—sonrió alzando la cabeza para mirarla—, me apunto. Tendré que mentalizarme, porque no conozco a nadie. Excepto a ti y a Sota, claro. Quizá haya aceptado muy pronto, me está entrando el pánico...

—No te obligo, tranquila. —Frenó su monólogo posando su mano sobre el dorso de la de Chiara en el banco. Apenas las separaba ese palmo de distancia—. Sé lo poco que te gustan las multitudes.

Pero, para su sorpresa, Chiara bajo levemente la cabeza, miró su mano y la agarró con firmeza. Violeta observó a cámara lenta como sus dedos encajaban a la perfección con los suyos.

—Violeta, ahora me he ilusionado. —Su sonrisa, mostrando todos los dientes; con sus ojos verdes apenas visibles de lo amplia que era—. Además, si me dices lo que vas a llevar puesto, podemos ir combinadas.

—¿Estás segura? —Enarcó una ceja.

—Quizás debería preguntarte a ti. ¿Estás segura de qué quieres que vaya? Porque ahora estás dudando mucho.

Until I see you againDonde viven las historias. Descúbrelo ahora