XXII. Chiara

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No fue consciente de lo que había sucedido hasta que no cerró la puerta del piso y se recostó en ella. Cuando el sábado vio a Violeta, se dijo que la ciudad no podía ser tan pequeña como para que hubieran coincidido en el Holmes. Cómo iba a imaginar que trabajase en la clínica que había a pocos minutos de su casa, a la misma a la que llevaba a Moose desde hacía apenas un mes.

—¿Qué tal ha ido? Chiara. ¡¡Keeks!!

—¿Qué?

Su hermano estaba de pie frente a ella, mirándola con sus ojos castaños tan diferentes a los suyos. Volvió a colocarle la mano en la frente.

—No tengo fiebre.

—Tengo que asegurarme. ¿Qué te pasa entonces? Hasta que no te he alzado la voz no te has dignado a contestarme. Y saca al pobre Moose de ahí. —La regañó arrodillándose para abrirle la rejilla al animal, que salió correteando en dirección a la cocina.

—Nada. Es el resfriado, que me tiene desorientada.

—Claro, ¿por eso estás tan colorada? No habrás sido capaz de subir cinco plantas por las escaleras...

Se llevó las manos a las mejillas, como si pudiera sentir el calor que parecían emanar.

—Me falta el aire, sí. He subido... Vale, no he subido cinco plantas por las escaleras. No estoy tan demente como para hacer eso—admitió al ver a su hermano alzar una ceja y cruzarse de brazos.

—¿Qué ha pasado en la clínica, hermanita? ¿Otra vez has tenido problemas con la de recepción?

—No, no. Desde que le pedí perdón por como le hablé está todo bien.

—Pero ha pasado algo—insistió, perspicaz.

Chiara negó y trató de huir por el pasillo para enclaustrarse en su habitación, pero Álex le pisaba los talones y no llegó siquiera a poder encajar la puerta.

—Venga, siempre me lo cuentas todo. Quiero ayudarte, Keeks.

—Es que... es... Es una tontería, Álex. —Aseguró, aunque ella misma sabía que podría no serlo, mientras guardaba la sudadera en el armario. Tenía bastante calor.

—Disiento. Pocas veces te he visto tan agitada como ahora.

Chiara decidió resumirlo en tres palabras:

—Es una chica...

—¡Qué dices! —Álex se sentó en la cama de sopetón—. ¿Te gusta alguien?

Sí, que le gustase alguien era extraño para su hermano. Y un poco también para ella. ¿Le gustaba Violeta?

—No. —Negó rápidamente.

Su hermano soltó una carcajada seca.

—Y una mierda. ¿Quién es? ¿La conozco?

—No me gusta nadie, Álex. Es... bueno, a lo mejor me gusta un poco... ¿Más bien me atrae? —Ni ella misma lo tenía claro—. No puede gustarme alguien a quién conozco de vista.

En ese momento llegó Moose relamiéndose, se subió de un salto en la cama y empezó a lavarse. Las dos lo miraron a la vez.

—Ojalá pudiera hablar para interrogarlo a él.

—¡Alejandro!

Su hermano se echó a reír.

—Vamos, déjame vengarme por ser una auténtica pesadilla con Denna.

—Eso es diferente. Ahí hay cenizas. Entre Vi... Esa chica y yo no hay ni una chispa.

—Así que empieza por Vi... —Sonrió victorioso su mellizo.

Until I see you againDonde viven las historias. Descúbrelo ahora