Esperó a oír la puerta del portal cerrarse para gritar.
—¡MARTIN!
—¿Qué? —Violeta entró en la cocina con paso firme. Su amigo dejó caer un paquete de macarrones del susto.
—Me cago en todos tus ancestros, así de claro.
—¿Se puede saber qué he hecho? —inquirió su amigo, recogiendo los macarrones, sin entender absolutamente nada.
—Joderme una oportunidad perfecta. —Dejó los dos paquetes sin abrir sobre la mesa y cogió una mandarina del frutero.
—Vio, no te estoy entendiendo nada.
—Iba preguntarle a Chiara a qué hora acababa porque quería quedar con ella.
—¿Eh? —Martin parpadeó—. ¿Quién es Chiara?
—La chica que se ha ido hace escasos minutos, bobo.
—¡La repartidora de Amazon! —Violeta aplaudió y luego se llevó un gajo a la boca. Puaj, le había tocado la mandarina amarga—. ¿La conoces? Bueno, vaya tontería, si sabes su nombre es obvia la respuesta. Un segundo... Violeta, no me jodas.
Y se desternilló de risa dejando, esta vez, a la joven completamente confusa.
—¿De qué te ríes?
—Pues de ti. Violeta, no me digas que has hecho una compra solo para verla. —Negó rotundamente con la cabeza. Para su amigo no bastó aquella negativa—. Si no has abierto ninguno de los paquetes que ha traído. ¿De qué libro has sacado la idea?
Era cierto. Los había dejado abandonado para encarar a Martin, pero lo cierto es que no se le había ocurrido abrirlos antes.
—De ninguno porque no he hecho eso.
—Joder, tía, no me lo niegues. Además, ¿de dónde sale esta relación? Me he perdido mucho...
—No pienso cantar.
Su amigo no perdió la sonrisa cuando se apoyó a su lado en la encimera y le dio un leve empujón con el hombro.
—Venga, no te enfades. Si me parece genial que te fijes en alguien. La única pareja que has tenido resultó ser un desastre que no iba contigo. Y sin hacer uso de aplicaciones.—Medio musitó lo último, alertando a Violeta.
—Solo quiero conocerla. Es todo.
—Creía que ya la conocías.
—Solo sé su nombre, que tiene un gato y que trabaja en Amazon. Oh, y que toca el bajo.
—Ahí lo tienes, amiga. —Ella lo interrogó con la mirada. ¿Qué tenía? —. Usa al gato para acercarte.
—Se llama Moose. Es super mono, Martin. Tiene el pelo como yo, unos ojitos ambarinos y una pata más clara que el resto. Lo operé el sábado... —No quería recordarle qué sábado exactamente por el desastre de cita.
—Lo que yo decía, la excusa perfecta para conoceros. Dime una cosa más, ¿te has vestido solo porque sabías que venía? —la interrogó metiéndose un gajo en la boca. Arrugó la nariz. Definitivamente esa mandarina era de las malas.
Violeta se mantuvo en silencio, completamente avergonzada. Martin se llevo las manos a la boca.
—Madre mía, madre mía...
—Soy patética. Puedes decirlo.
—No seas boba. Anda, cuéntame desde cuándo tu corazoncito está doki doki.
—Tienes que dejar de ver tanto anime, te lo digo en serio.
—Quieres responder a la pregunta. —Se impacientó.
—No sé... desde... El otro día en la clínica... No, no... es de antes. Martin, no quería decirlo, pero creo que no puedo dejar de pensar en ella desde que la vi tocar el bajo en...
—¿Te ha tocado el...? —señalo su entrepierna.
—¡Martin!
Le pegó un empujón ante su salida, provocando que lo que quedaba de la mandarina acabase en el suelo.
—¿Entonces a qué bajo te refieres?
—Al eléctrico, malpensado. En qué momento llegas a la conclusión... Lávate las orejas, por favor —Acabó por echarse a reír a carcajadas—. Menudas ocurrencias tienes.
—Ay, chica, yo qué sé. He entendido mal, perdón. —Se defendió tirando los restos de la fruta al cubo de basura.
—Ni siquiera me refería a mí.
—Vale, me queda claro que no ha habido tocamiento de bajos ni otros lugares. También que te gusta un poquito. Ella y su gato—rio entre dientes—. ¿Dónde la viste?
—En el Holmes. Te acuerdas, ¿verdad?
Observo detenidamente la reacción de su amigo, la expresión de entendimiento que cruzó su cara y cómo apretaba los labios.
—Claro, cómo olvidar ese sitio.
—Martin...
—Me alegra que te ilusiones con alguien. —La interrumpió antes de que pudiera formular alguna palabra más aparte de su nombre—. Y la chica... me recuerda a otra persona, pero no logró averiguar a quién.
Violeta alcanzó los paquetes para abrirlos.
—Todavía no me puedo creer que hicieras un pedido solo para verla.
—Y dale. —Se quejó mientras rompía el precinto—. Son los regalos de Navidad para mis padres, pesado
—Vale, pero que has puesto el pedido para hoy, sabiendo que era tu día libre y te has vestido solo porque querías que te viera, no me lo puedes negar. Con lo qué te gusta estar en pijama... —Soltó una carcajada.
Su amigo le calló la boca ante cualquier argumento que pudiera usar para responderle. Porque no se le ocurría ninguno para ocultar que era eso mismo lo que había sucedido. Ella le conocía bien, pero Martin no se quedaba atrás.
—Ay, si te he parido yo—le dijo apretándole los mofletes—. Mantenme informado de todo lo que suceda entre la repartidora y tú. Tiene hasta gancho para una comedia romántica.
—Luego la que vive en las nubes soy yo.
—Ya sabes que me flipan las obras de teatro, amiga. Bueno, te dejo con tus cosas. Tengo que acabar un par de artículos.
Y ella tenía que guardar los regalos de sus padres. Aquel año no lohabía dejado para el último día, pero Martin no había dicho absolutamente nada del tema. Quizá a su amigo le parecía que ya era suficiente tortura ponerla en evidencia.
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Until I see you again
FanfictionVioleta es una rata de biblioteca que derrocha su sueldo en comprar libros. Quizá, en parte, lo haga porque la repartidora que va con asiduidad a su casa le atrae un poco. Aunque ella no quiera admitirlo, claro. Por otro lado, Chiara tiene la cabeza...