Domingo por la mañana, libre de repartos al ser su día libre... Y una montaña de colada por hacer que se iban turnando ambas hermanas. Se les había estropeado la lavadora hacía un par de días y, dado que la casera del piso que compartían ambas era su madre, debían esperar a que les enviara el dinero para comprar una. Porque había sido muy clara por teléfono: <<Ese cacharro del demonio tenía que haber pasado a mejor vida hace mucho tiempo. Nada de gastar dinero en arreglarla, se compra una nueva y punto. Y me encargo yo de elegirla>>. Así que hasta entonces, Chiara y Álex tendrían que ir a una lavandería si querían tener bragas limpias.
A Chiara no le disgustaba aquel sitio. Era bastante amplio, aunque no dejaba de ser más pequeño que su cuarto, olía a suavizante y tenía un par de bancos donde sentarse a esperar. Las paredes estaban pintadas de blanco y en color azul oscuro, estaban decoradas con dibujos y las instrucciones del autoservicio con los colores a la inversa. Si la pared era azul, estas estaban en blanco y viceversa. Además, apenas entraba gente y la mayor parte del tiempo estaba sola—o con su hermana hasta que se había ido porque había quedado a comer, llevándose parte de la colada— rodeada del sonido de las lavadoras grises.
En uno de los bancos estaba precisamente, sonriendo al ver el nombre con el que Violeta la había etiquetado en la foto que había subido con ella a Instagram. No tenía ni idea de quién era esa persona, pero le divertía que a la pelirroja le importase un comino y no le diera vergüenza hacerlo. La foto se la habían hecho en la plaza de Denna—la había empezado a llamar así—mientras se comían los cucuruchos que habían comprado. Violeta aparecía mirando a cámara y sacando la lengua a punto de lamer su bola de frutos rojos. Ella con los ojos cerrados y haciendo el signo de la victoria con los dedos de la mano izquierda, mientras sostenía su cucurucho de chocolate con la otra. Las iluminaba la luz anaranjada y artificial de la única farola que no estaba fundida y de fondo se vislumbraba, entre la penumbra, la fachada blanquecina del bloque.
Chiara le dio me gusta y se salió rápidamente de la app. Ahora tenía un recuerdo más visual de la tarde del jueves. Volvió a entrar al minuto y se coló en el perfil de Violeta por decimoquinta vez desde que había programado la lavadora. Habían tardado mucho en intercambiar las cuentas de Instagram. Casi un mes después de su primera cita. De haberlo hecho antes, Chiara habría tenido una excusa para procrastinar durante las interminables horas de estudio. El perfil de Violeta era como entrar a la clínica, la mayoría de las fotos eran allí. Vio la foto de perfil que tenía en WhatsApp, cuya fecha databa de hacía casi un año; tenía varias con Martin en las que aparecían haciendo el bobo; otras tantas con su familia... Y también había unos cuantos vídeos. Todos ellos de animales en la clínica, pero también de un refugio al que había ido con Sota y su otra compañera. Chiara creía recordar que se llamaba Fátima.
Una llamada entrante le arrebató la posibilidad de seguir bajando por el perfil, cuando la pantalla se fundió a negro y solo apareció el nombre Brother.
—Dime.
—Voy a llegar tarde a casa, ¿vale?
—Uh... ¿Te vas a cenar con Denna? —sonrió con malicia.
—Keeks...
—Eso es que sí.
—Sí. Voy a ir a cenar con ella. Puede que me quede en su casa, no lo sé... ¿Contenta?
Le pareció oír la risa de la psicóloga de fondo. De repente cayó en que era San Valentín.
—Mucho. Pero es porque me alegro por ti, hermanito.
Escuchó el suspiro de su hermano al otro lado de la línea.
—A lo mejor deberías hacer lo mismo. He visto la foto que ha subido Violeta contigo, por cierto.
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Until I see you again
Fiksi PenggemarVioleta es una rata de biblioteca que derrocha su sueldo en comprar libros. Quizá, en parte, lo haga porque la repartidora que va con asiduidad a su casa le atrae un poco. Aunque ella no quiera admitirlo, claro. Por otro lado, Chiara tiene la cabeza...