Si había algo que adoraba, era su trabajo. Y poca gente sabía que una de las razones por las que había estudiado auxiliar de veterinaria, era porque quería tener una mascota. Claro que esa era una razón surgida a sus diecisiete años, en un momento de su vida en el que estaba demasiado perdida, sintiendo que nada se le daba bien como para plantearse meterse de cabeza en ello.
Ahora, seis años después, tenía un puesto fijo en una clínica a cuatro paradas de metro de su casa, estaba independizada por completo y rodeada de animales. Por supuesto, había días malos, como todos, pero los buenos días los compensaban con creces. Solo le faltaba tener un animal, aunque fuese una tortuga diminuta o un canario que entonase una melodía. Y podría tenerlo, si no fuera porque su casera no permitía animales en el piso. Ni siquiera podía llamarlo piso, porque habitaba un bajo.
—Violeta, te necesito en quirófano.
Solo le dio tiempo de ver la cabeza del veterinario, que dejó un par de suaves golpes en la pared, antes de desaparecer por el pasillo de consultas.
—Luego te acabo los informes, Esther—le dijo a la recepcionista.
—No me corre prisa, no te preocupes. —Apenas retiró la vista de la pantalla del ordenador mientras metía el pelo rubio en una coleta.
Quirófano había dicho el doctor. Seguramente sería por la perrita con mastitis que llevaba hospitalizada un par de días. Se colocó bien la camiseta azul sanitario—como la llamaba siempre Martin— y dejó los informes sobre el mostrador en el lado que a Esther no le estorbase, para acabar de rellenarlos luego. Se esfumó de la recepción con un efímero hasta ahora a la recepcionista, para ir hasta el quirófano 2, donde el doctor la estaría ya esperando para eliminar el dolor a la pobre perrita.
Si se hubiera quedado un par de minutos más allí, se habría topado con la repartidora de Amazon, pues entró justo cuando su pijama azul se colaba en el quirófano 2, al fondo del pasillo de consultas.
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Until I see you again
FanfictionVioleta es una rata de biblioteca que derrocha su sueldo en comprar libros. Quizá, en parte, lo haga porque la repartidora que va con asiduidad a su casa le atrae un poco. Aunque ella no quiera admitirlo, claro. Por otro lado, Chiara tiene la cabeza...