1. Primer Viaje

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Todos los alumnos subieron al tren con la emoción y los nervios visibles en sus rostros. A lo largo del andén, los padres se despedían de sus hijos con sonrisas temblorosas y abrazos apretados, conscientes de que pasarían nueve largos meses sin verlos. Las despedidas eran especialmente difíciles para los estudiantes de primer año y sus familias, quienes experimentaban por primera vez la separación. El destino era un castillo mágico, un lugar donde los niños aprenderían a hacer cosas increíbles.

Durante el trayecto, los nuevos alumnos se apresuraron a encontrar compañeros para el viaje. Algunos formaron amistades rápidamente, riéndose y compartiendo historias. Sin embargo, no todos tuvieron la misma suerte. Una niña de cabello castaño oscuro, que le llegaba más allá de los hombros, se encontraba sola en un vagón vacío. Era baja para su edad, y aunque no destacaba por su apariencia, había una inteligencia en sus ojos que la diferenciaba de los demás. Sentada junto a la ventana, miraba el paisaje pasar, intentando mantenerse despierta por puro aburrimiento.

Poco después, un niño con una mirada perdida abrió la puerta del vagón. Sostenía una rana en su mano, y su expresión reflejaba un desamparo similar al del animal. Decidió sentarse frente a la niña, aunque parecía indeciso sobre si debía hablar. La niña, que ocasionalmente desviaba la mirada de la ventana hacia él, notó su inquietud. Finalmente, el niño reunió el valor para hablar, esperando que una conversación pudiera aliviar su nerviosismo.

—Soy Neville. ¿Y tú cómo te llamas? —dijo con una sonrisa tímida.

—Sarah, un placer —respondió ella, manteniendo un tono calmado.

—Es mi primer año aquí —comentó Neville, tratando de iniciar una conversación.

—El mío también —dijo Sarah con un tono tranquilizador—. Pareces nervioso. No te preocupes, no es tan malo. Sólo es magia, después de todo.

Neville se rió ligeramente, algo más relajado.

—No es eso, es que estoy un poco intimidado hablando contigo —admitió, aunque con una sonrisa que mostraba más curiosidad que miedo.

Sarah sonrió, queriendo parecer amigable.

—No te preocupes, no muerdo. Y si he hecho algo que te haya incomodado, no fue mi intención —dijo suavemente, buscando tranquilizarlo.

Neville pareció aliviado por su tono amable.

—No, al contrario. No muchos son tan amables conmigo —respondió con una honestidad que sorprendió a Sarah.

—¿Por qué no? Pareces ser una buena persona —dijo ella, ahora interesada en saber más.

—Dicen que soy un poco raro. Vivo con mi abuela, y ella siempre intenta hacerme sentir mejor al respecto.

—No veo nada raro en eso —comentó Sarah, encogiéndose de hombros.

Neville se rió.

—También soy un poco torpe. Tal vez por eso mi única amiga es esta rana.

Continuaron conversando durante el resto del viaje, compartiendo historias y risas. Sarah descubrió que Neville era un chico genuino y amable, y no entendía por qué los demás no lo trataban bien. Mientras tanto, Neville se sentía más cómodo y aliviado, agradecido por haber encontrado a alguien que no lo juzgara.

Un rato más tarde, una niña de pelo esponjado y pecas entró en el vagón, con una expresión decidida. Los dos la miraron con curiosidad, sin saber qué quería. Antes de que pudiera hablar, la rana de Neville saltó repentinamente y salió del vagón, haciendo que Neville gritara su nombre en pánico. La niña nueva habló rápidamente.

 —Ya casi llegamos y no los veo con sus uniformes puestos. Deberíamos ayudar a buscar la rana. ¿O prefieren quedarse aquí mirando? —dijo, con un tono práctico.

Sarah se levantó inmediatamente.

 —Tienes razón. Yo buscaré por la derecha y tú por la izquierda —indicó a la niña, luego se volvió hacia Neville con una mirada tranquilizadora—. Quédate aquí, Neville. La encontraremos antes de lo que piensas.

 A pesar de sus mejores esfuerzos, no lograron encontrar la rana antes de llegar a su destino. Al desembarcar, los pasillos se llenaron de estudiantes, complicando aún más la búsqueda. Sarah y Neville se reunieron y bajaron del tren, con Neville todavía preocupado por su amiga perdida.

Cuando llegaron al muelle, un hombre alto los llamó a todos los de primer año para guiarlos hacia los botes que los llevarían al castillo. Durante el breve trayecto en bote, los estudiantes se maravillaron ante la vista del imponente castillo, reflejado en el lago bajo un cielo estrellado. Era una noche perfecta para comenzar su nueva aventura.

Al llegar a las puertas del castillo, una profesora delgada con un atuendo verde escarlata se paró frente al grupo y les explicó el proceso de selección. Les informó que cada uno de ellos sería colocado en una de las cuatro casas: Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw o Slytherin, donde pasarían los próximos años como en una familia.

Dentro del Gran Comedor, los estudiantes de primer año esperaban nerviosamente su turno para ser seleccionados. Sarah observaba con atención, fascinada por el ambiente mágico. Estaba ansiosa por aprender todo lo posible, aunque se sentía un poco intimidada al estar frente a tanta gente. Su nombre fue llamado poco después del de Harry Potter, un niño que había captado la atención de todos. Cuando el Sombrero Seleccionador fue colocado sobre su cabeza, Sarah se sintió ansiosa, pero también curiosa. Finalmente, el sombrero declaró su decisión: Slytherin.

 Mientras caminaba hacia su mesa, Sarah echó un vistazo al chico rubio que había visto antes, ahora sentándose cerca de él. Decidida a hacer una nueva amistad, le habló mientras comenzaban a comer.

 —Hola, creo que nos hemos visto antes. Soy Sarah.

Draco la miró, un poco sorprendido por su tono amistoso.

 —Soy Draco. Sí, creo que nos hemos cruzado en alguna ocasión —respondió, intentando recordar.

 Sarah continuó la conversación con confianza.

—Sí, recuerdo haberte visto con tu padre hace unos años. Tal vez no me recuerdes, pero nuestros padres estaban hablando. Draco asintió, pareciendo más relajado.

—Sí, ahora que lo mencionas, creo que lo recuerdo.

Conversaron sobre sus familias, la escuela y sus expectativas para el año.Sarah encontró a Draco más agradable de lo que había imaginado, y se sintió aliviada al ver que podía hacer amigos incluso en este nuevo y desafiante entorno. Al final de la noche, los prefectos guiaron a los estudiantes a sus respectivas salas comunes. Sarah, aún emocionada por todo lo que había sucedido, se acomodó en su dormitorio, lista para comenzar su nueva vida en el castillo.

Our Safe Place | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora