47. Corazones en Conflicto

9 1 0
                                    

La situación con Umbridge había empeorado drásticamente. Su poder dentro del colegio aumentaba día tras día, sembrando un ambiente de tensión. Todos se sentían frustrados, ansiosos por ayudar a la Orden del Fénix pero atrapados entre los exámenes y la creciente presión. Las salidas a Hogsmeade eran lo único que rompía la monotonía y les ofrecía algo de alivio. Sin embargo, Sarah, desde su pelea con Eileen, se había vuelto aún más distante, fría y antisocial. El conflicto había dejado una huella profunda en ella, pero se negaba a admitirlo.

A pesar de que sabía que Eileen no podía tratar a Snape de esa manera, parte de la culpa recaía también en él. Ni siquiera trataba a Harry con tanta crueldad. Snape y Sarah habían hablado mucho menos ese año, y esa distancia le incomodaba a ella tanto como a él, aunque ambos estaban demasiado ocupados para admitirlo. El trabajo abrumaba a Snape, y aunque Sarah solía ser su distracción, últimamente esa distracción se había convertido en algo más complicado.

Esa noche, buscando escapar un rato de los estudios y aclarar sus pensamientos, Sarah decidió ir a verlo. Después de la cena, caminó por los pasillos oscuros del castillo hasta la puerta de su despacho. Tuvo que tocar varias veces antes de que él, con evidente reticencia, se dignara a abrir.

—Venga ya... —murmuró Sarah, golpeando la puerta con más fuerza—. Ábreme de una vez.

Finalmente, la puerta se abrió, y Snape apareció en el umbral. Sin esperar invitación, Sarah entró y se sentó en una silla cercana. Snape solo suspiró, se sentó frente a ella y la observó en silencio, esperando que hablara primero.

—¿No vas a decir nada? —inquirió Sarah, cruzando los brazos—. Te has vuelto más frío de lo que eras, y eso ya es decir...

—No es nada, solo trabajo —respondió él en su tono habitual—. Dumbledore me ha encargado demasiadas cosas últimamente. Pero también tengo que lidiar contigo.

—¿Sigues enfadado conmigo? —preguntó Sarah, fingiendo una expresión de pena.

—No —contestó, arqueando una ceja—. Pensé que tú estabas enfadada conmigo.

—Solo lo estaría si tú lo estuvieras —replicó con una sonrisa traviesa—. Pero como no lo estás, yo tampoco.

Snape la miró con sospecha.

—¿Estás bien?

—Supongo que sí —dijo ella, pero había dudas en su tono—. Solo quería ver si se te había pasado el enfado.

—Ya no estoy enfadado, así que, ¿qué es lo que realmente te preocupa?

—No es nada —insistió Sarah, encogiéndose de hombros—. Estoy bien, mejor que nunca.

Snape no parecía convencido.

—Tengo otros medios para descubrir qué te pasa, pero prefiero que me lo digas.

—A veces eres muy cruel, ¿sabes? —dijo ella, haciendo un gesto de desaprobación—. Solo estoy un poco desganada, nada más.

—No es normal —comentó él, entrecerrando los ojos—. Estos días parecías estar de mejor ánimo, y de repente, volviste a ser la misma de siempre.

—Así soy —respondió ella con un suspiro—. Solo que ahora se nota más.

Snape la observó con más detenimiento, sabiendo que algo estaba por salir a la luz.

—Vamos, dime qué es lo que te molesta.

—No creo que estés listo para escucharlo —Sarah se sonrojó, sintiendo que lo que estaba a punto de decir iba a incomodar a Snape más de lo que ella misma pensaba.

Our Safe Place | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora