42. Un Plan Peligroso

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Sarah empezó a temblar, la ansiedad la dominaba por completo. La preocupación por su hermano la hacía sentir que no podía respirar. ¿Qué si Michael le hacía algo ahora que ella no estaba allí?

—Necesito ir. No me importa lo que haga mi padre, necesito asegurarme de que Lukas esté bien... —la desesperación le quitaba el aliento.

—Entendemos tu preocupación, pero no podemos arriesgarnos ahora. Dumbledore lo ha prohibido. Tendrás que esperar unas semanas.

—Para ti es fácil decirlo —respondió con desdén—. A ti Lukas no te importa, yo lo valoro más que a mi propia vida.

—Me importa mucho, así que hablaré con Dumbledore y buscaremos un plan para ir por él. ¿Te parece bien?

—Dumbledore no tiene nada que ver con esto... —pausó—. Puedo ir sola a buscarlo.

Sarah se levantó, dirigiéndose hacia la puerta. Sirius intentó detenerla, pero ella fue más rápida. Sin embargo, Lupin bloqueó la salida, su presencia imponente era inamovible. Sarah lo miró con desaprobación, frustrada por la pequeña sonrisa en su rostro, como si le pareciera divertido que ella intentara algo que no podía lograr.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó, irritada.

—No es nada. Déjame mostrarte el lugar; salir de aquí no es tan sencillo —respondió Lupin, con una sonrisa leve.

—Conozco esta casa mucho mejor que tú, déjame en paz —replicó Sarah, intentando pasar. Lupin la dejó pasar mientras Sirius observaba con una sonrisa. Sarah se dio cuenta de que no recordaba esta parte de la casa de los Black, aunque tenía una idea vaga de dónde ir—. Mejor que alguno de ustedes me guíe... —dijo con un toque de vergüenza, mientras ambos se reían.

Lupin finalmente mostró la casa, que resultó ser tan grande como Sarah recordaba. Cuando terminaron, encontraron a Sirius esperando en la cocina, donde se reunieron para planear los próximos pasos.

—Tendremos que ver a Dumbledore y, aunque no me agrada, también a Snape —dijo Sirius con un evidente desprecio en su voz—. Me gustaría planear algo para las vacaciones. No quiero que te aburras mientras estés aquí. ¿Qué te gustaría hacer?

—No estoy segura —respondió Sarah—. ¿Por qué tenemos que ver a Dumbledore?

—Es necesario convocar de nuevo a la Orden. Con el regreso de Voldemort y la reciente muerte de ese chico Hufflepuff, Dumbledore cree que es prudente empezar a tomar precauciones.

—¿Y yo qué tengo que ver con eso?

—Lo descubrirás en cuanto lo veamos.

—¿Cuándo vamos a verlo? Te advierto que no pienso presentarme vestida así.

—Él vendrá en unas horas, seguramente. No suele avisar, pero siempre nos reunimos por la noche.

Mientras esperaban, los tres conversaron para pasar el tiempo. Sarah comenzó a entender mejor a su tío, llegando a una especie de reconciliación. A pesar de sus diferencias, eran familia, y con tan poco parientes verdaderos que le quedaban, debía esforzarse en llevarse bien con él. La conversación se volvió más amena, y Sirius le contó a Sarah sobre su niñez, compartiendo recuerdos que ella no recordaba. Le habló de cómo, cuando era pequeña, su madre le ayudaba a dar paseos sobre Sirius en su forma de perro, y de las tardes que pasaban jugando con sus juguetes, aunque Sarah, a tan corta edad, no tenía memoria clara de aquellos momentos.

Cuando llegó la hora de la cena, y Dumbledore y Snape aún no se habían presentado, Sirius pensó en enviar a Kreacher, el elfo doméstico que Sarah recordaba por sus travesuras poco agradables. Sin embargo, Sarah insistió en preparar la cena ella misma. Aparentemente, su esfuerzo fue bien recibido; Lupin y Sirius quedaron impresionados con sus habilidades culinarias. Lupin consideró a Sarah una joven brillante, y Sirius estaba orgulloso de su sobrina.

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