43. El Silencio Antes del Caos

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—Gracias —dijo cortante—. ¿Por qué fuiste a mi casa? ¿Has visto a mi hermano? ¿Está bien? ¿Qué te dijo? ¿Por qué no lo has traído también?

—Todo sigue igual desde que te fuiste. Dumbledore ya te lo dijo.

—No confío en él. No es normal que mi padre no haya hecho nada a Lukas. Ahora, vete.

—No quieres que me vaya, pero tampoco quieres escucharme.

—Puede ser, pero tú comenzaste llamándome inmadura —se cruzó de brazos, desafiándolo.

—Lo eres, pero lo dije para que no te consideraran para esto. Es demasiado peligroso.

—¿Lo soy? —desvió la mirada, incapaz de mantener contacto visual con alguien que la tratara de esa manera—. Entonces parece que Michael es mejor padre que tú. Te supera por mucho.

—Sabes que no lo eres, pero no quiero que Dumbledore controle tu vida.

—Dumbledore no es un mal hombre. ¿Por qué querría controlar la vida de alguien?

—Larga historia, y no tengo tiempo para explicarte cada detalle. Escucha, estos días no podré estar pendiente de ti; tengo trabajo que hacer. Y, claro, no me gusta que estés tanto tiempo con Black. Estoy confiado en que estarás segura aquí, y eso me tranquiliza. No te metas en problemas y no pienses que no me importas. Simplemente debo ser discreto. ¿Alguna otra pregunta?

—Muchas, en realidad. Pero bueno, vete antes de que sospechen de ti. Y, aunque me gustaría que le dieras su merecido, no te metas en problemas con mi tío... —dijo esto último casi en un susurro, como si sólo Snape pudiera escucharlo. No confiaba en que Sirius no estuviera atento.

Snape asintió brevemente, giró sobre sus talones y salió de la habitación sin decir una palabra más. Sarah se quedó allí, sintiendo la pesadez de las últimas horas. Pronto, el cansancio la venció y se quedó dormida, agotada por los eventos del día. Al menos, pensó, el verano no se le haría tan largo y pesado en ese lugar

Las semanas transcurrían rápidamente, y la ansiedad de Sarah por ver a su hermano crecía cada día. La angustia de no tener noticias sobre él la consumía, y Sirius tenía que animarla constantemente, cada pocas horas, para que no se hundiera en su desesperación. Dumbledore y Snape se habían presentado en otra ocasión, pero Sarah no pudo escuchar ni participar en las discusiones por pedido expreso del director. No entendía por qué debía estar involucrada en esos asuntos. Solo deseaba tranquilidad, pero se encontraba atrapada en la situación. Además, su cumpleaños se acercaba, una fecha que no le entusiasmaba en absoluto. No comprendía la alegría de un día en el que todos pretendían que le importaba; le parecía una celebración absurda.

Finalmente llegó el día. Sarah comenzó su cumpleaños con una nota positiva. En primer lugar, se despertó al mediodía, lo que le pareció una ventaja, pues así el día no se le hacía tan largo. En segundo lugar, cuando bajó, se encontró con una visita que realmente le alegraba: toda la familia Weasley y Hermione estaban en la casa. A pesar del alboroto y el evidente secretismo, Sarah decidió no prestar demasiada atención. Hermione la vio y soltó un grito de sorpresa. Se acercó a ella con la intención de llevarla a otra habitación. Sarah, confundida y curiosa, la siguió, aunque no entendía el motivo del secreto.

—¿Qué está pasando, Hermione? —preguntó, algo ansiosa.

—Nada importante, ¿cómo van las vacaciones? —Hermione intentó desviar la atención.

—Dime qué está pasando. No entiendo por qué tengo que esperar...

—Puede esperar un poco más...

Sarah ignoró la respuesta de Hermione y se dirigió al salón. Al entrar, se encontró con una escena inesperada. Allí estaba Lukas, pero no como lo recordaba. Había crecido bastante, y su rostro y cuerpo estaban marcados por moretones y cortes. Su cabello era más largo y desordenado.

Our Safe Place | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora