༺ Capítulo LXXIV ༻

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Cuando Jimin despertó, se encontró acurrucado entre los pequeños dragones que le habían salvado en la misma cueva en la cual apreció al pequeño dragón blanco nacer de su cascarón. Incorporándose levemente sobre sus manos, una mueca apareció entre sus labios tan pronto como el dolor atravesó todo su cuerpo ante dicho movimiento.

Y es que, a pesar de que increíblemente las lamidas de los dragones habían ayudado a detener la sangre de los cortes en su cuerpo, no lograron ayudar mucho con los múltiples colores púrpura intenso que florecían sobre su piel en cada parte que Min-Hyuk le golpeó y tocó.

Un estremecimiento doloroso recorrió al doncel de solo recordar a aquel hombre y el miedo que dejó grabado en su cuerpo y memoria.

Abrazándose a sí mismo, Jimin cerró sus ojos y tomó profundas respiraciones en lo que se intentaba calmar, olvidando la risa malvada de Min-Hyuk, su asqueroso tacto, sus manos...

Sin darse cuenta, un sollozo escapó entre sus labios y el doncel inmediatamente lo cortó mordiendo con fuerza su labio inferior. La herida en este se abrió y Jimin saboreó el metálico sabor de la sangre, pero aun así no dejó de morderlo y distrajo su mente con el dolor.

Había pasado por cosas duras y situaciones más feas antes, y no iba a permitir que lo que le ocurrió, le ganase, no cuando ni siquiera se rindió y derrumbó con la muerte de su madre o de la abuela que le ayudó.

No iba a permitir que Min-Hyuk le siguiera atormentando cuando ya no estaba.

Tomando profundas respiraciones por su nariz, Jimin exhaló con lentitud por su boca, y repitió el proceso hasta que finalmente pudo calmarse. Cuando abrió sus ojos, se encontró con la mirada de todos los jóvenes dragones puesta en él, como si esperaran algo.

—Gracias por ayudarme —pronunció en un tono casi bajo y más grave de lo usual debido a su garganta lastimada.

Moviendo sus colas y agitando sus alas como si estuvieran alegres, todos se acercaron a Jimin y empujaron sus cabezas hacia él como si buscaran que lo acariciaran, lo cual el pelinegro doncel hizo ignorando el dolor de su cuerpo.

Al menos, era un alivio que ya pudiera moverlo de forma correcta.

El horror de no poder moverse cuando lo estaban lastimando, de no poder hacer nada mientras era atacado y violado, eso era algo que no le deseaba a nadie.

Llevando su mirada hacia el final de la extensa y amplia cueva, Jimin contempló un hermoso atardecer que le dijo haber dormido mucho más tiempo de lo que había esperado, considerando que dejó el pueblo en pleno anochecer.

Deseando ver cómo se encontraba el clan Min luego de ese horrible ataque, el pelinegro doncel intentó levantarse con algo de esfuerzo e inmediatamente se quejó de dolor cuando un rayo de dolor mucho más profundo le atravesó tan pronto como colocó presión en su pie derecho, provocando que perdiera el equilibrio y se cayera. O así hubiera sido de no ser por uno de los dragones que se puso detrás de él para detener la caída.

Agradeciendo, Jimin se sentó en el suelo nuevamente y se quitó su bota con movimientos lentos. Al liberar su pie, una mueca dolorosa surgió en sus labios al contemplar su tobillo con una herida semi abierta producto de la daga, y como si eso no fuera suficiente, este se encontraba completamente hinchado con un tono entre azul profundo y violeta rodeándole.

Se veía tan mal como el resto de su cuerpo.

Y como si comprendieran que su pie se encontraba mal, los dragones más pequeños lucharon por acercarse e intentar lamer, pero fue el gran dragón blanco quien los calmó y detuvo con un simple resoplido.

༺ Wild Breeze ༻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora