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Os he contado algún episodio de mi cautiverio en El Cielo, pero no os he dicho qué ocurrió mientras tanto con mi atormentado almirante, del que os estaréis preguntando, mientras yo disfrutaba de una vida que no estaba en absoluto pronosticada, no por mí, al menos, pero estoy segura de que Elantiokena lo vio en sus lecturas.

Como Eder predijera, lo primero que tuvo que hacer Josh tras su fracasada persecución, fue volver a Puerto Dorado con La Colosal en mal estado, y habiendo perdido El Intrépido. Un desastre que empañaba su fama.

Desde allí, salieron rápidas las noticias del ataque a la gran nave de la marina frontasiana por parte de Eder "el largo", mientras el propio Josh, tuvo que esperar a que La Vientos estuviera lista para salir.

Podría haber esperado a que La Colosal fuera arreglada, lo que habría llevado de uno a tres meses, pero Josh no estaba dispuesto a dejarme en manos de Eder, como tampoco a liberar a Lucas, su hermano.

Necesitó de un mes para preparar La Vientos y conseguir los permisos para salir de Puerto Dorado, pues, aunque almirante de una gran flota, eran barcos del Imperio, y él no salía en una misión oficial, sino en busca de su recién desposada y perdida mujer.

Este detalle, fue el que más resonó por todo el archipiélago, viajando más rápido que La Vientos, convirtiendo nuestra historia en otro intrigante capítulo que yo sumé a mi propia epopeya.

Yo era una evocadora incógnita como mujer de Josh Wonter, hasta que, al mismo tiempo, y con la misma rapidez, se extendió entre los piratas el proverbial episodio en el que Eder fue capaz de secuestrar a la mujer del sádico almirante en la mismísima Colosal, haciendo más grande su mito.

Él era quien retenía a la preciosa mujer del almirante, por rencillas personales, y que era, nada más y nada menos, que la última ikálika viva (que se supiera), una sanadora capaz de usar la magia a través del canto de la sirena. Si Josh pretendía mantener mi identidad en secreto, su plan fracasaría, y esa había sido la intención de Eder desde el principio.

La Vientos comenzó, por tanto, mi búsqueda, o la de Eder, un mes y medio después a mi secuestro. Yo no conocía lo suficiente a mi marido como para determinar si lo impulsaba el amor, o el deseo de venganza, o si, para él, eran dos sentimientos semejantes, dos caras de la misma moneda.

Yo lo amaba, y lo extrañaba cada día, pero no por eso me negaba la posibilidad de disfrutar de lo que me estaba pasando en El Cielo, la propiedad de mi secuestrador, que estaba siendo el mejor de los anfitriones, y con el tiempo, amigo, y mucho, mucho más.

Paradójicamente, yo estaba retenida, secuestrada por un cruel pirata en un lugar indescifrable del complejo mapa de Las Oceánicas, que Josh Wonter comenzó a rastrear con una crueldad sin precedentes, matando piratas con la única intención de hacer salir a Eder de su escondite.

Mientras tanto, él se entregó en cuerpo y alma a formarme para el mundo de Fronsta. El baile era una se las asignaturas que dominé en apenas semanas, mientras progresaba con mi tutor, Vincent, en historia, escritura, lectura y protocolo frontasianos.

Además, como Eder me anunciara, comenzaron a visitarme personas buscando mi intercesión. Retomé alguna de mis habilidades como ikálika, algo que hice con enorme deseo. Sanaba, aconsejaba, ayudaba a interpretar el destino, el cielo y el alma de los que buscaban respuestas a sus temores y anhelos, ganándome el corazón de los isleños.

Mi vida era feliz, increíblemente feliz, y gozaba de una libertad que nunca antes conociera, curiosamente, mientras permanecía "presa" de un pirata. La vida nunca es como parece. La realidad nunca es como la define un titular. Nunca.

La última sacerdotisa --COMPLETA--Donde viven las historias. Descúbrelo ahora