Poco después de esa noche, me encontraba con Didi en la parte trasera de la casa, la tarde caía, cálida, con los truenos sonando a poca distancia, por el norte, amenazando con dejar caer su lluvia en poco tiempo. Ambas leíamos, yo con las piernas en alto, para descansarlas.
Entonces sonó un grito, en el otro lado de la casa, el de la entrada. Era una de las sirvientas.
Didi y yo nos miramos, preocupadas, y nos levantamos. Ella me ayudó a ir rápidamente hacia el lugar de donde provenía el grito. Estábamos a punto de llegar cuando entonces sonó un disparo. Me asusté, tanto, que fui capaz de correr hasta la entrada.
Cuando por fin la encaramos, lo que vi me dejó helada.
—¡Eder! —grité.
Nos miramos, e hice el amago de correr hacia él, cuando el agarre de Josh, repentino, me lo impidió.
Delante de mí estaba Eder, solo, a escasos veinte metros de la vivienda. Josh tenía una pistola en la mano. Le había disparado, pero, sorprendentemente, había fallado, algo impensable para Josh Wonter.
—No te he matado, por ella —siseó Josh, temible, mientras con su brazo libre me pegaba a él, impidiéndome cualquier movimiento, y con el otro, apuntaba a Eder—. Esa ha sido solo una advertencia. Otro paso más y no fallaré, delante de ella.
—¡Josh! —le rogué, forcejeando con él. Miré a Eder.
Él estaba serio, desafiante, erguido. Temible.
Me miró. Me observó como siempre hacía, y se fijó en mi crecido vientre. Adiviné su emoción, pues su expresión se ablandó. Sonrió levemente.
—Vengo desarmado almirante —dijo Eder, con increíble calma—. Vengo a reclamar a la mujer que amo, y a la criatura que lleva en su vientre.
Mi corazón saltaba en mi pecho con una fuerza que me impedía respirar, mientras la emoción me llenaba los ojos de lágrimas. Sabía que Josh lo mataría si Eder no cedía, y en el fondo yo no quería que lo hiciera, pero los quería a los dos, vivos.
—Vienes a reclamar a una mujer casada, Eder —lo amenazó Josh, sin soltarme y sin dejar de apuntarlo.
—Ya sabía que no eras hombre de honor, pero, ¿matarme estando desarmado? ¿De verdad? —lo provocó Eder con una sonrisa torcida. No lo temía en absoluto.
—Ella me ha rogado por tu vida, y por ella mantendré mi palabra —dijo Josh. Yo me mantenía casi paralizada, igual que todos los que estábamos allí.
—Y yo no me iré sin ella —dijo Eder con pasmosa calma, y me miró.
Yo le imploré en silencio que se rindiera
—No se irá contigo. Ya ha decidido —le informó Josh, sombrío.
—Soy el padre de esa criatura, y, por tanto, tengo derecho a decidir sobre el asunto —comentó él, impasible, desafiante, tan alto como era, encarando a un hombre que en ese momento se mostraba peligroso.
Se levantó entonces un fuerte aire que anunciaba la cercanía de la tormenta y la inminente lluvia. Todo se oscureció.
Yo estaba tan preocupada, que conseguí deshacerme del agarre de Josh, y le sostuve el brazo que apuntaba con el arma hacia el pecho de Eder. Josh no me miraba, pues no apartaba la vista de su rival.
—Josh, por favor —le rogué.
—Te prometí que no lo mataría, Casíoke, pero no que no lo encerraría de por vida —anunció, temible.
Un trueno sonó, profundo, impactante.
Me enfadé con él, terriblemente, por lo que decidí desobedecerle. Me encaminé hacia Eder, que me observaba, temeroso. Josh lanzó su mano sobre mí, y agarró mi brazo con fuerza, provocándome mucho dolor.
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La última sacerdotisa --COMPLETA--
RomansaCasíoke había nacido para ser sacerdotisa en un templo ancestral, en una isla tan lejos del mundo, que ella no se imaginaba otro posible, hasta que un naufragio junto a las costas de su hogar la llevaría a salvar al hombre que le estaba prohibido, c...