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Me abrazó hasta que yo encontré la calma, aunque mi corazón saltaba de alegría, de emoción. Tardé en asimilar lo que estaba sucediendo, y me entregué nada más que a las sensaciones de estar a su lado, entre sus cálidos brazos.

Me sentí tan segura y esperanzada que todo mi pasado se disolvió en su tierno cariño, en su comprensión y cercanía. Me aferré a él con fuerza, deseando que ese instante permaneciera eterno.

-Cuánto te he echado de menos -me dijo, besándome la frente, apretándome contra él.

-Lo siento...

-¿Qué sientes?

-Tantos años de espera... Lucas dijo que te quedaste en la mar... Que Ruan Yuris era alguien que había permanecido fiel a un amor...

-Sí Adara, al tuyo -confesó. Seguíamos abrazados-. Conquistaste el alma de este infame pirata, y desde que me despedí de ti, y de mi hijo, esa noche, en aquella playa, no he dejado de trabajar para convertirme en alguien digno de ti.

-Por eso cambiaste de nombre -deduje.

-Tuve que hacerlo.

-¿Y el parche?

-Me lo tengo que tapar. Mis ojos me delatan.

Se guardó el parche en un bolsillo de la chaqueta. Me miró, sonrió, y me besó de nuevo, esta vez con pasión, buscándome con la lengua, y yo respondí de puro deseo, abrazándome a su cuello, mientras él me apretaba contra su cuerpo.

-Cómo te he echado de menos, preciosa -me susurró en los labios, y me besó de nuevo, con un suave suspiro, ronco, de alivio y deseo-. Cómo he extrañado estos labios.

Me apretó con fuerza contra su cuerpo, y yo me estremecí ante su sincero anhelo, su deseo, mientras lo besaba, de nuevo, volviendo a los recuerdos, y reconciliándome con mi presente gracias a él.

Me separé de él, sabiendo que debíamos poner freno a nuestro deseo, pero también queriendo contarle tantas cosas, y preguntarle otras.

-Tienes que ver a Mathew, está tan crecido, y es... es tan parecido a ti, Eder -le dije emocionada, y le sonreí, mientras le acariciaba el rostro.

-Lo sé... No me he perdido ni un año de su vida, ni de la tuya desde que os dejé partir -confesó, mientras me llevaba de la mano hasta uno de los grandes sillones.

Nos sentamos, junto al fuego que calentaba la estancia, rodeados de su colección.

-¿Cómo? -pregunté sin comprender.

-Solo seis meses después de despedirme de vosotros, no lo soporté más -me contaba, mientras me miraba con calma. Seguía teniendo ese atractivo enigmático, oscuro pero brillante, que los años solo habían contribuido a enfatizar-. Lucas y yo vinimos a Fenon y como pudimos nos buscamos la vida. Ambos cambiamos de nombre, y, con mi fortuna, empezamos de nuevo. Siempre rondé tu hogar, Armonía, siguiéndoos a cada sitio, buscando la ocasión de poder veros. Os echaba de menos. Necesitaba saber de mi hijo, asegurarme que estaría bien con ese padrastro suyo -dijo burlón, yo sonreí-. ¿Lo hizo bien ese cabrón?

-Lo hizo tan bien como pudo, Eder. No fue mal padre para Mathew -lo defendí.

-Me enerva decirlo, pero lo sé, y en cierta forma lo perdoné después de lo que hizo por mi hermano -confesó, son una sonrisa torcida.

-Nunca te sentí...aunque... en el entierro de Josh -recordé entonces, abriendo los ojos de impresión-. Te vi la noche que deambulé como alma en pena.

-Fue la única vez que me descuidé, pues me destrozaba verte así, y tuve que refrenar el deseo de correr a abrazarte, Adara -me dijo, lleno de pena, llevando su mano a mi mandíbula, acariciándome, pero había cierto aire torturado en su mirada-. Y luego te encerraron, alejándote de mí. Me moría de agonía de no verte. Me arrepentí hasta el sufrimiento de no haberte llevado conmigo en ese momento, haberte sacado de Fenon y evitarte la prisión. Siempre deseé verte, aunque fuera con ese monstruo, pero al menos verte, y al no poder hacerlo estos dos últimos años... Adara, no puedo vivir sin ti. Mi mente y mi corazón no hallan consuelo lejos de ti.

La última sacerdotisa --COMPLETA--Donde viven las historias. Descúbrelo ahora