De cómo no morí de pena, aún me lo pregunto, pues guardo en el fondo más oscuro de mi recuerdo el trauma de aquel día... Tengo que esforzarme todavía por traer a la memoria los felices recuerdos que Hélokar y yo construimos juntos, llenos de confianza, grandes sueños, pasión y un amor que traspasó todas las fronteras.
Apenas puedo borrar el que todavía me atormenta por las noches, con la última imagen que guardo de él, rendido, maltratado y finalmente con el rostro destrozado por un disparo. Sé que los dioses lloraron su muerte tanto como lo hice yo. Creo que a veces la crueldad humana es capaz de superar las expectativas divinas.
Apenas recuerdo nada de lo que pasó después, pues sé que seguí consciente, no desmayándome como cualquiera lo habría hecho. El fuego que yo llevé siempre dentro estalló en llanto desesperado hasta convertirse en un torrente que apagó por completo y para siempre mi espíritu.
Sé que me arrastraron directamente hasta el puerto. Y digo me arrastraron, porque tenía los pies tan destrozados después de cien kilómetros casi a la carrera, descalza, que no fui capaz de tenerme en pie, sumado a la tremenda conmoción que sufría.
Allí había varios iljenikos amarrados a un gran poste, junto a uno de nuestros keikos, que nos había robado para hacer ellos sus travesías desde la isla hasta sus grandes naves, a varias millas de nuestra costa.
Entre todas esas personas había mayormente mujeres y niños. No tuve ni las fuerzas para maldecir a los dioses por lo que estaba viendo. ¿Qué habíamos hecho los iljenikos papara merecer ese grado de crueldad? Nuestra vida siempre había sido pacífica, dentro y fuera de la isla, así era nuestra cultura, nuestra personalidad. Probablemente de eso se aprovecharon.
Me sentaron junto a todos ellos, que me miraron con auténtico pánico en los ojos. Sabían quién era yo, por lo que, verme allí, era la confirmación para ellos de que el infierno había caído sobre todos nosotros. La intercesora de los dioses estaba sufriendo el mismo destino que el común. No podía haber nada más desalentador.
Os diré que no osaron tocarme, supongo que por creer que era virgen y, manteniendo mi virtud intacta, valdría más dinero en el mercado de esclavos. Un pequeño atisbo de mi consciencia se percató de ello y no osó contradecirlos, después de que me lo preguntaran con dos bofetadas.
Tuvieron que hacerlo porque no era capaz de prestar atención a nada. Solo veía el rostro destrozado de Hélokar y sentía el corazón deshaciéndose dentro de mí, mientras la culpa me envolvía con su frío y terrible abrazo, el que no da consuelo alguno, sino que te mata poco a poco.
Creo que caí agotada de cansancio y pena en el mismo suelo de tablones del puerto, pues recuerdo que al día siguiente me despertó un fuerte tirón en las muñecas, por donde me tenían atada y unida al resto. Nos estaban subiendo a uno de los keikos.
Yo no pude andar, no podía tenerme en pie por el estado de mis pies.
Entre dos de los que estaban siendo esclavizados como yo, me levantaron y me llevaron hasta el barco.
Ninguno de nosotros, unos quince, opuso resistencia alguna. Emprendimos el viaje, mecidos por un mar calmo, y yo miré hacia mi preciosa isla por última vez, que, después de mi marcha, vivió un triste declive.
Miré con tristeza y los ojos cansados hacia su característico perfil, que veía por primera vez desde esa perspectiva, pues nunca había salido de la isla. El volcán de Fekirl erguido en su centro, con suaves pendientes cayendo como un precioso manto de vegetación exuberante, verde, homogéneo.
Dije adiós a la ciudad de Ilje, mi hogar, ciudad ya corrompida por los invasores. Observé por última vez sus playas entre altísimos acantilados de color negro, de piedra de lava, sus calas erosionadas, sus vivos arrecifes, sus cascadas al mar, su verde brillante, su azul intenso.
![](https://img.wattpad.com/cover/376979059-288-k555911.jpg)
ESTÁS LEYENDO
La última sacerdotisa --COMPLETA--
RomanceCasíoke había nacido para ser sacerdotisa en un templo ancestral, en una isla tan lejos del mundo, que ella no se imaginaba otro posible, hasta que un naufragio junto a las costas de su hogar la llevaría a salvar al hombre que le estaba prohibido, c...