Caroline

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El recuerdo de las navidades parecía muy lejano a pesar de que sólo habían pasado 2 días desde aquello. Los abuelos de Jack acababan de marcharse, prometiendo volver antes de que mi hermana y yo volvamos a Chicago. Dijeron algo de ver a Jack mejor que nunca, aunque no supe a qué achacarlo en el momento de la despedida.

Esta mañana había vuelto a entrenar, no os podéis ni imaginar las ganas que tenía en realidad de hacerlo. Me sentía fuerte y con muchas ganas, por una vez en mi vida, no había dudas. Simplemente disfrutaba de aquello que hacía. Trueno lo merecía, merecía la oportunidad de una vida mejor en los establos de la hípica de Marta. También merecía la oportunidad de ser campeón, de llevar una corona de flores en el cuello y disfrutar galopando.

Mi hermana no se ha querido quitar los patines desde el mismo momento en el que los desenvolvió, la hemos tenido que regañar varias veces porque cree que puede ir por el restaurante de Annie cómo si de la misma calle se tratase. Está feliz. A mi también me pone feliz verla así.

Mi madre y Aiden llamaron a la hora de abrir los regalos, lo habían prometido y era obvio que no iban a decepcionar a mi hermana. El abuelo se dio cuenta de ello y juraría que vi una sonrisa sincera cuando mi hermana hablaba con su padre. Realmente tiene que conocer a Aiden, le va a encantar. Estoy segura, a todos les encanta.

Mi móvil empezó a sonar justo cuando volvía a los establos para dejar a Trueno en su cuadra. Deje que sonara mientras le metía dentro y después de acariciarlo un rato procedí a irme. El móvil volvió a sonar.

-¿Hola? -pregunté sin mirar quién me llamaba. Cuando estaba en los establos pocas veces lo hacía, los caballos tenían toda mi atención.

-Feliz Navidad Carol. -Susurro Cody.

-Feliz Navidad, ¿por qué susurramos?

Comencé a salir del establo para dirigirme a la oficina, quería coger mi abrigo antes de salir con Jack y Triana a pasear.

-Es una tontería... ¿Qué haces? -preguntó de manera confusa.

-Cariño ¿estás bien? ¿pasa algo? -empecé a preocuparme por la actitud esquiva de Cody.

-No, no pasa nada Carol. Estoy bien, de hecho estoy de maravilla... ¿Tú, cómo estás?

-Cansada, estoy trabajando...

-Dejame decirte que estas guapisima trabajando.

Aquellas palabras me hicieron temblar. Me quedé paralizada justo en la puerta de la oficina cómo si me hubiesen tirado un cubo de agua helada. Sonreí, de verdad que sonreí. En cuanto me di la vuelta, sentí que los últimos meses habían sido un sueño largo y profundo, pero un sueño al fin y al cabo. Cody estaba ahí. Delante de mis ojos. Tan guapo cómo siempre. Con su pelo castaño corto, no rapado, pero casi. Sus ojos tan misteriosos cómo siempre y una sonrisa que podía alegrarme el alma.

-Hola...

No dudé en salir corriendo hacia él y tirarme a sus brazos, cómo muchas veces antes ya había hecho. Si me esforzaba en recordarlo, podía vernos en esta misma posición, yo colgada de su cuello con mis piernas alrededor de su fina cintura en medio de un campo de fútbol después de un partido suyo. La diferencia es que esta vez ninguno de los dos llevábamos nuestros uniformes y el ambiente no estaba lleno de adolescentes eufóricos si no de caballos y mucho olor a heno.

-¿Esto es real?

-Tan real como nosotros Carol, tu y yo cariño...

-¿Por qué no me lo dijiste?

-De eso tratan las sorpresas de que la otra persona no sepa nada.-Aseguró riendo.

Pude notar cómo su mirada me recorría de cabeza a pies, quería empaparse de mí al igual que yo intentaba hacerlo de él, por si esto resultaba ser un sueño más. No fue capaz de ahogar una risita irónica al ver mi atuendo. Iba con mallas y botas de montar a caballo y una térmica. Para Cody esto era una novedad. Mi yo de New Haven, es una novedad.

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