Caroline

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El viernes por la mañana salimos bien temprano. El abuelo se ha llevado a los gemelos en el coche del club al que va enganchado un remolque para los caballos, obviamente se ha negado a que alguno de ellos lo conduzca. En cuanto nos despedimos de los chicos y del abuelo, Jack y yo bajamos al pueblo de nuevo para recoger a Annie y mi hermana.

Habíamos conseguido que nadie se fuera de boca respecto a la sorpresa, y por lo tanto todo tenía que parecer normal. Es decir que estábamos en el club de hípica, cómo todos los días para cuando los chicos llegaron. Les indicamos que mi abuelo les esperaba en la oficina y cuando se marcharon con el coche empezamos a correr para darnos prisa y poder alcanzarles en la carretera.

Teníamos que ir con una distancia prudente a la de ellos, ya que la camioneta de Jack se distingue con mucha facilidad y no queríamos que los gemelos nos pillaran in fraganti antes de llegar a Nashville.

En el coche, mi hermana no tardó mucho en caer rendida por el madrugón. La madre de Jack iba con los cascos puestos, dijo que ante todo se negaba a perderse un capítulo del podcast al que está enganchada últimamente. Por lo que me ha contado va sobre cocina, un entrevistador famoso trae a cocineros de todo el mundo para charlar entre amigos y poder conocer los secretos mejor ocultos de los más grandes. Según Jack, su madre está pendiente del podcast, sólo porque el entrevistador es guapo. Dice que en alguna ocasión ha escuchado a su madre decir que tiene la voz más sexy del mundo, obviamente ese comentario venía acompañado de arcadas fingidas por su parte por imaginarse a su madre y sus gustos en hombres.

Jack y yo íbamos escuchando la música que sonaba por la radio, cantando alguna que otra canción. De vez en cuando hablábamos, de temas banales o mejor dicho poco importantes sólo para pasar el rato.

-¿Crees que los chicos van a ganar? -pregunté preocupada.

-Bueno, tienen posibilidades. Son buenos de verdad, pero la clave muchas veces no está en el talento.

-¿Y en qué está?

-La concentración, el manejo del animal y sobre todo el saber aprovechar las oportunidades que van surgiendo durante la carrera.

-¿Tú nunca te has planteado competir? -pregunté con curiosidad.

-No, las carreras están bien pero prefiero verlas que participar. -dijo con tranquilidad y seguridad en sus palabras.

-Yo creo que serías muy bueno, te he visto montar. Realmente tu técnica es impresionante...

-Vaya, que pelota te has vuelto ¿no?

-Lo digo en serio Jackie. Deberías dejar que te halaguen de vez en cuando ¿sabes?

-Hazlo más a menudo, y te juro que no me quejaré.

Cuando estábamos a mitad de camino tuvimos que parar, mi hermana necesitaba ir al baño, por lo que pasamos por una gasolinera. Jack aprovechó para ir a comprar algo de beber en lo que nosotras íbamos con su madre al baño de la parte de atrás.

De vuelta en el coche, me aseguré de abrocharle bien el cinturón a mi hermana mientras esperábamos a Jack. An estaba aprovechando para estirar justo cuando tres motociclistas pasaron a nuestro lado, aparcando junto a los tanques de gasolina. No pude evitar mirar las motos con admiración. Unas Harleys preciosas. Brillaban de lo limpias que estaban. Una cosa que amo de los motociclistas es justo eso, lo mucho que cuidan su medio de transporte tan preciado. Uno de los hombres se dirigió directamente hacia el interior de la gasolinera mientras los otros dos procedían a echar gasolina a sus motos. Llevaban chupa, los tres, con un parche enorme en forma de perro enfadado justo debajo de otro con el siguiente bordado: 69'ERS M.C. New York.

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