Caroline

9 1 0
                                    

El avión de mi madre y Aiden está a punto de aterrizar en el aeropuerto de Louisville. Después del vuelo de 14 horas desde Nairobi hasta Nueva York, han cogido el avión hasta Louisville, dónde les espera Annie en el aeropuerto para poder traerles al pueblo. Me imagino que un trayecto de 17 horas en total les tiene agotados por lo que quiero pensar que no será hoy el día en el qué nos marcharemos de New Haven.

Raeni está ansiosa. Lleva una semana tachando los días en el calendario ilusionada por volver a ver a sus padres. No ha dudado en acompañar a An hasta el aeropuerto.

El abuelo también parece nervioso. Se ha puesto una camisa, la misma que se pone para ir a misa. No sabría decir muy bien si son nervios por volver a encontrarse con mi madre o por conocer al padre de Raeni.

Yo en cambio no he mostrado ningún tipo de comportamiento nervioso. No es que no quiera ver a mi madre o a Aiden, por supuesto que sí. Pero me da miedo pensar en todo lo que está por venir durante las siguientes horas. Por eso mismo cuando Raeni y An salieron hacia el aeropuerto yo decidí ir a buscar a la única persona que es capaz de hacerme sonreír en un momento así de tenso.

-¿Puedo ayudarte? -pregunté desde la puerta del establo viendo cómo Jack limpiaba las sillas de montar.

-¿No deberías de estar de camino a Louisville con mi madre?

-Raeni ha ido con ella, si llego a ir yo también hubiésemos estado muy apretados en el coche... -Mentí con sutileza.

-Aha... Anda, ven aquí. -Pidió Jack mientras abría los brazos para recibirme con un abrazo.

Entre sus brazos, últimamente ese era mi lugar favorito del mundo.

-¿Por qué estás limpiando en tu día libre?

-Bueno pensé que tú estarás muy ocupada, por lo que decidí matar el tiempo de alguna forma que me mantuviera la mente ocupada...

-¿Por qué quieres tener la mente ocupada? -pregunté acariciando con mi nariz su cuello.

-Hay cosas en las qué no quiero pensar ahora mismo.

No me hizo falta que Jack me explicará cuáles eran esas cosas en las que no quería pensar. Se de sobra que él al igual que yo sólo podía pensar que nos quedan las horas contadas para estar juntos. Y a pesar de haber pasado los últimos seis meses juntos, parecía que nos quedaban demasiadas cosas por vivir.

-¿Te apetece montar? -preguntó intentando sonreír.

No me hizo falta responder. Me dirigí con prisa hacia la cuadra de Trueno para ponerle una silla de montar. Jack hizo lo mismo con Triana. Nos dirigimos directamente a nuestra pradera, aquella dónde de pequeños hacíamos carreras campo a través y ahora nos servía de descanso en nuestros paseos diarios con Triana.

-¿Lo echarás de menos?

-¿Montar? -pregunté intentando saber a cuál de todas las cosas que echaría de menos se refería Jack.

-Sí.

-Demasiado... Creo que desde hace muchos años no encontraba algo que me aportase tanta felicidad cómo esto.

-¿Ser animadora no te hacía feliz? -preguntó riendo.

-Me hacía feliz, me encantaba bailar, sentirme observada por cientos de personas durante los partidos, saber que yo hacía algo con lo que muchas otras soñaban...

-Siempre has sido tan presumida...

-Supongo que sí. Pero montar es diferente. No solo por lo obvio, si no por cómo me hace sentirme. Cuando me preparaba para la carrera me sentía realizada, volvía a tener una rutina, tenía un objetivo, una meta. Me gustaba eso.

-¿Y cuál es tu meta ahora que vas a volver a la gran ciudad? -preguntó con curiosidad.

-No lo sé. No tengo ni idea de qué hacer con mi vida cuando llegue a Chicago. -Reconocí avergonzada.

-¿Cuál era tu plan hace 6 meses?

-Sobrevivir 6 meses con mi abuelo, ¿te parece poco? -Vacile para hacerle reír. -No tenía un plan. Simplemente iba a volver a mi vida de antes. A salir con mis amigos y a estar con Cody...

-¿Eso es lo que quieres hacer cuando vuelvas?

-No, ya no. Me apetece ver a mis amigos y tengo una conversación pendiente con Cody. Pero no quiero volver a ser la Caroline de antes, no se si me explico... -dije dubitativa.

-No me sorprende, después de beber con las estrellas quién querría volver a hacerlo en una discoteca llena de gente.

-Qué tonto eres Jackie.

-Si soy un tonto. Soy un tonto que no quiere que te vayas pero tampoco te voy a pedir que te quedes... -Aclaró con pena.

-¿Por qué no me lo pides? -Pregunté confusa.

-Porque no tengo ese derecho. Porque si tu me pidieras que te siguiera, no creo que pudiese hacerlo. Eso, y que no quiero sentirme rechazado cuando me digas que debes volver a tu casa. -Reconoció guiando a Triana hacia el hipódromo.

-Gracias.

-¿Por qué?

-Gracias por enseñarme a vivir la vida de otra forma Jack. Por enseñarme que un pueblo pequeño puede esconder cosas mágicas. Por cuidarme desde que llegué... Gracias por todo.

-Soy yo el que debe estar agradecido... Volviste al pueblo y gracias a ti pude cumplir dos propósitos de año nuevo... -Dijo sonriendo.

-¿Cómo?

-Mi propósito del año pasado fue ser más feliz. Yo no estaba pasando por un buen momento y desde que llegaste a New Haven fui muy pero que muy feliz Rider.

-¿Y cuál es el otro? -pregunté mirando hacia el hipódromo dónde tantas veces había entrenado junto a Trueno.

-El de este año. Lo nuestro ha sido algo único y mágico Rider.

Jack tiene razón, nuestra breve historia de amor ha sido única y mágica. Ha sido intensa y calmada a la vez. Rompedora y reconfortante. Nuestra historia ha sido el puto vértigo sobre el cuál he leído en millones de ocasiones.

-Lo han vendido... -dijo Jack mirando hacia Trueno con pena.

-¿Qué? -pregunté incrédula.

-He ido a hacer cuentas a la oficina, me encontré sin querer con los peoples de la venta. No he sido capaz de leer el contrato, sólo comprobé que había dos firmas que hacían efectiva la venta.

-No me puedo creer que al final nada de lo que hicimos haya servido...

-No es tu culpa Rider. Sinclair es un capullo, mi madre dice que siempre lo ha sido. -Dijo Jack intentando animarme. -¿Por qué no echáis la última? -preguntó señalando hacia el interior del hipódromo.

Trueno y yo juntos, por última vez nos metimos en los boxes de entrada. Jack nos observaba sonriendo junto a Triana. Pude sentir las lágrimas correr por mis mejillas en cuanto me mentalicé que está iba a ser la última. Trueno estaba ansioso por correr. Lleno de euforia y adrenalina salió corriendo en cuanto los boxes se abrieron. Y cómo hacíamos en nuestros entrenamientos, cómo hicimos en aquella carrera que ganamos, Trueno y yo volamos. Con velocidad y decisión. Con pasión y fuerza corrimos por aquel hipódromo cómo una despedida. La despedida que ambos nos merecemos pensé justo antes de volver a entrar en los boxes.

Me bajé de Trueno con delicadeza y mientras le acariciaba el cuello lo abrace con cariño. Una vez más, cómo si eso pudiera ser consuelo. No llegué a descubrir lo que Jack estaba a punto de decirme cuando escuché unos aplausos a su espalda.

-Al final resulta qué eres todo una campeona... -Dijo la suave voz de mi madre detrás de Jack mientras caminaba hacia nosotros.

-Mamá...

-¿No vas a darle un abrazo a tu madre después de medio año? -preguntó riendo.

Ahí es dónde lo supe con certeza. Los brazos de mi madre siempre habían sido un lugar seguro para mí. Ella era mi casa, mi hogar. La hubiera seguido hasta el fin del mundo si me lo hubiera pedido. Pero algo había cambiado, yo lo había hecho. Porque por primera vez en mi vida, entre los brazos de mi madre me sentí a kilómetros de mi hogar. 

INEVITABLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora