Caroline

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Después de media hora dando vueltas por el pueblo acabé dónde siempre. En la colina. En cierto modo este era mi sitio seguro en este lugar.

Sentada sobre el frío césped no pude evitar dar miles de vueltas sobre las palabras de mi madre. Ella seguía sin entenderlo. No se trataba de lo que perdí, ni siquiera se trataba de echárselo en cara. Se trataba de que ella no quería entender que por su puta manía de elegir por mí, yo no sabía por dónde quería seguir caminando.

No quise llegar a hacerlo de este modo. No quería acabar a gritos con ella ni mucho menos hacerla llorar, joder. Tampoco quería acabar inundada de lágrimas. No era mi intención.

Yo sólo pretendía hablar con mi madre, que me lo aclarara todo. Aunque es obvio que todo lo que me había dicho no podía tomármelo de buenas, no cuando me sentía tan pérdida.

-Ponte esto, vas a coger frío... -Dijo detrás de mí la voz del abuelo mientras me ponía un abrigo encima de los hombros.

-¿Cómo sabías que estaba aquí?

-Jack te conoce mejor de lo que tú crees...

-Lo siento abuelo, siento haberme portado así. -Me disculpe mirando al infinito.

-No pidas perdón por ser cómo eres Caroline. Tu madre se merece que alguien le diga las verdades a la cara, y yo ya estoy muy mayor para seguir haciéndolo.

-No debería haberla gritado.

-En eso tienes razón, pero ella tampoco tendría que haberte mentido tanto tiempo. -Reconoció el abuelo.

-¿Tú lo sabías? -pregunté sin entender nada.

-Por supuesto que lo sabía. ¿De dónde te crees que saco dinero tu madre para iros a Chicago?

-¿Mamá te pidió ayuda?

-Lo ha hecho en dos ocasiones desde que se fue del pueblo. Esa fue la primera, la segunda fue hace 6 meses cuando me pidió que cuidara de ti y de tu hermana. -Reconoció con voz triste mientras se sentaba en el césped junto a mi.

-¿Por qué la ayudaste después de todo?

-Porque es mi hija al fin y al cabo. Además, cuando me dijo que quería mudarse a Chicago y me contó todo lo tuyo, no tenía otra opción. Tú madre habrá cometido muchos errores en su vida, pero alejarte de aquel lugar no es uno de ellos.

-Abuelo, ¿Por qué odias tanto a mi padre? -pregunté confusa.

-No le odio. -Dijo con sequedad. -No me gusta. Nunca me gustó. ¿Cómo podría gustarme? Vino al pueblo de paso, se acabó quedando unos meses y cuando se fue se llevó a mi niña con él.

-Mamá decidió irse... Nadie la obligó.

-Por supuesto que no. Ella eligió, pero sigue siendo mi hija y por mucho que me doliera lo que hizo no puedo odiarla a ella, asique le odio a él a cambio.

-Entonces si le odias. -Concluí riendo.

-Sólo un poco... No puedo odiar mucho a alguien que me ha dado una nieta cómo tu.

-¿Cómo yo?

-Caroline, te infravaloras mucho. Eres una jóven con toda la vida por delante, hagas lo que hagas vas a triunfar, estoy seguro de ello. Sólo debes encontrar qué es lo que te motiva para ser mejor. -Aseguró mientras sacaba una cajetilla de tabaco de la chaqueta.

-¿Desde cuándo fumas? -pregunté sorprendida.

-Desde que tu madre volvió al pueblo... ¿Quieres uno?

-¿Sargento Evans, me está ofreciendo fumar?

-Ante un tribunal lo negaré. -Aseguró riendo.

Me desperté con el sol que entraba a través de la ventana. Me gustaba la sensación de calor que invadía mis mejillas mientras estas se ponían rojas. Me revolví en la cama intentando disfrutar más de la mañana soleada mientras Jack me abrazaba con fuerza. Lo observé un rato mientras él todavía dormía. Está tan guapo. Con su pelo rubio revuelto por el roce con las almohadas y su pecho desnudo asomando por debajo del edredón. Por un momento me imaginé despertando a su lado el resto de mi vida y he de reconocer que me encantaba esa idea. Me encantaba él.

-¿Quieres una foto? -preguntó de repente sacándome de mis pensamientos.

-No quería despertarte.

-No paras de moverte durante toda la noche, lo raro es que consiga dormir a tu lado... -Aseguró bostezando.

-Lo siento, estoy un poco...

-Lo sé. -Me dijo dándome un beso en la frente mientras me estrechaba con fuerza entre sus brazos.

Definitivamente, ese era mi lugar favorito.

-Tendré que ir a casa, a hablar con mi madre. -Dije mientras nos levantábamos de la cama.

¿Quieres qué te acompañe?

-Me encantaría.

-¿Tú abuelo no dijo nada respecto a qué te quedarías a dormir aquí? -preguntó con curiosidad mientras entrábamos en su cocina.

-En realidad me lo sugirió él. -Dije pensando en el comportamiento poco común de mi abuelo.

-Fijate, ya me quiere más que a ti. -Río Jack por lo bajo.

-Eso tampoco es muy difícil. -Aseguré observando cómo prepara café.

Cuando llegamos a dónde mi abuelo, la casa estaba en silencio. No parecía haber nadie salvo por el olor a desayuno recién servido. Salí en busca de mi familia hacia el jardín trasero y pude ver cómo mi abuelo, mi madre, Aiden y Raeni desayunaban todos juntos en la mesa del porche bajo el brillante sol de febrero.

-Vaya, llegó a saber que ibas a hacer tus gofres de desayuno y hubiera venido antes. -Aseguré acercándome a Aiden para darle un abrazo.

-Están muy buenos Aiden. -Dijo el abuelo mientras me guiñaba un ojo.

-Sentaros con nosotros chicos.

-¿Cómo has dormido peque?

-Bien, he dormido con mamá y papá en tu cama. En la mía no entrabamos. -Aseguró Raeni mientras masticaba un trozo de gofre con nata montada.

-Si, habriais estado un poco apretados en la tuya.

-¿Tú has dormido en casa de Jack? -preguntó curiosa.

Asentí con la cabeza mientras me servía un poco de desayuno.

-Jack, ¿no trabajas hoy? -preguntó mi madre de repente.

-Sí, pero hemos movido el horario de las clases. Empiezo a medio día.

-¿Tú también vas a ir a trabajar? -preguntó mirándome por primera vez desde que llegamos.

-Sí, claro.

-¿Podemos hablar antes de que te vayas?

-Aja.

-Caroline voy a necesitar que me des tus documentos, para luego poder comprar los billetes para Chicago. -Anunció Aiden.

Un silencio incómodo se formó en la mesa. El abuelo sólo dirigía la mirada entre Jack y yo mientras nosotros no nos atrevemos a mirarnos a los ojos. Era el momento de tomar una decisión y creo que inconscientemente la he tomado hace días. Sólo que todavía no me he atrevido a decirlo en voz alta. 

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