CAPITULO 42: TAMBIÉN SOY UN HOMBRE

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PEAT

Después de varias horas caminando con algunas maletas en mano, Tin me llevó a un lugar poco elegante y nada costoso pero muy limpio. En ella había dos habitaciones, una pequeña sala, una cocina y un pequeño estacionamiento. Era tan acogedor, que me permití llorar y ser consolado por Tin durante varios días en los que fui consiente, hasta donde habíamos llegado.

La enemistad con mi padre iba creciendo cada día más. Ya que cuando por fin decidí volver a casa con Tin, todos los ojos estaban puestos en la gran cachetada que lanzó mi madre a penas me vio. No me inmuté. Tan solo acepté cada palabra que salió de su boca, mientras me resignaba en poder salvarla.

Mi hermano había tenido, toda la razón.

"mamá nunca dejará a nuestro padre" "mamá nunca nos creería"

A pesar que intenté hablarle de las infidelidades de mi padre y sus constantes reuniones en el bar nada cambio. Mi madre había decidido creer en él para luego exigirme volver a casa.

— ¡No puedo hacerlo! —A partir de hoy no tendré miedo y haré lo que yo quiera—agregué mirando a mi padre.

Los guardias de mi padre se mantuvieron alerta, con las manos en el cinturón, listos para alzar sus armas y disparar en cualquier momento.

— PEAT!

Negué.

— Win! White! –

La voz de mi padre, retumbo el salón y cuando ambos hermanos aparecieron mis ojos los siguieron todo el camino. Win tenía un moretón en la mejilla, aunque no sabia si era por culpa de mi padre o porque Tin lo había golpeado antes de que escapáramos. Su labio tenia una grieta en la comisura izquierda y una de sus piernas cojeaba. Y su hermano estaba tan demacrado que apenas podía caminar, tenia las ojeras llegándole hasta los labios completamente agrietados y un brazo lesionado que descansaba en una férula. Al menos estaba vivo, Win había logrado protegerlo y traerlo de vuelta a casa.

— Si señor. – Respondieron ambos en una misma voz, tan fuerte que toda la fuerza del hermano de Win parecía haberse acabado.

— White, lleva a mi mujer a su habitación. Dele un poco de té para los nervios, no olvides darle su medicamento y quédate con ella hasta que yo regrese.

El hermano de Win asintió. Tomó de uno de los brazos de mi madre y salió del lugar a pasos lentos ante la atenta mirada de todos los presentes. Cuando desvié mi mirada hacia Win, pude verlo observar a su hermano con preocupación y la culpa me invadió al ser consciente de todo el daño que le había hecho a Win y su única familia.

— Veo que tu perro fiel a regresado – mencionó mi padre rodeándonos en circulo. — ¿Te has divertido? ¿Como se sintió vivir como una persona normal?

— agregó mi padre acercándose peligrosamente hasta tocar el mentón de Tin con los dedos.

— En realidad, no se sintió nada interesante Señor. Sentí que me faltaba la adrenalina de cuidar de Khun Peat. 

— Parece que no lo has cuidado bien. Ha aprendido malas mañas por culpa tuya — agregó tirando de su barbilla para luego apretarlo y soltarlo con fuerza al verme a los ojos.

— Nadie me ha enseñado nada. No soy ningún idiota. – mencioné poniéndome delante de Tin.

— Este no es el niño que yo críe. ¡Y aun así dices que nadie te ha enseñado nada! — dijo con coraje.

Sus ojos claros me observaron con detenimiento y por un momento creí ver la dulzura con la que alguna vez me vio de niño, para luego darme cuenta que debía estar soñando porque solo se reflejaba el enojo en ellos.

NUNCA DEJES DE SONREIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora