CAPITULO 36: VERDAD

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NOEUL 


Unos días después de la noche en que Fort me dejó, aún me encontraba esperando a que regresara a casa. Los días parecían extremadamente largos y las noches lo eran aun más. Parecía que un océano se había apoderado de mis ojos porque a pesar de que mis lágrimas seguían cayendo, nada me permitía dejar de llorar.

Aquel hombre del bar y la jovencita que vivían con Fort, apenas estaban en casa y cuando me veían, evitaban cruzarse conmigo o responder a mis preguntas.

Aquí nadie quería ayudarme.

Al principio creí que no importaba, pero había sentido como si no fuera la misma casa en la que antes había vivido, incluso cada espacio de este lugar parecía diferente a lo que era en el pasado.

Bebí un sorbo de mi café mientras miraba en un punto fijo en el lavadero y sonreí con un pequeño dolor que apretó mi corazón cuando recordé las incontables veces en las que había lavado los platos en ese mismo lugar y Fort me había abrazado con tanta fuerza. Incluso podía recordar la sensación de su cuerpo cálido, pegado a mi espalda y sus brazos entrelazados sobre mi estómago.

Sonreí.

- ¿Cuánto tiempo piensas quedarte aquí? –

La voz de la joven, al entrar en la cocina, hizo que despertara de mis recuerdos.

La miré por unos segundos antes de darme cuenta de la incomodidad en su mirada.

- No puedo irme. Está también es mi casa. – aclaré con seguridad.

Volvió a mirarme con intensidad. Y se dio la vuelta en busca de alguna bebida en el refrigerador.

- No tienes derecho a estar aquí. No después de que decidiste irte. – Dijo fuerte y claro, aunque no se giró para mirarme a la cara.

- ¿Eso crees? – mencioné. Divertido por la situación. Ya que no tenía por qué darle explicaciones a nadie que no fuera Fort.

Asintió después de girarse.

- P'Peat, P'Tin y yo estuvimos a su lado todo este tiempo. Desde que conocí a P'Fort no lo he visto ser feliz, como hasta ahora. Creo que P'Peat lo hace feliz.

Tragué con amargura, antes de contestar.

- Puedes pensar lo que quieras, pero yo lo conozco más que ustedes. Además, Yo nunca lo dejé. Estuve intentando con todas mis fuerzas volver por él. Tanto Fort como yo somos víctimas de la maldad de otras personas.

Sus ojos marrones me miraron con intensidad, pero se quedó quita al no tener ninguna palabra en la boca para refutar. Luego giró la mirada cuando escuchó el sonido de la puerta abrirse.

Hice lo mismo, llevando mi mirada hacia donde se dirigían sus ojos y luego salí detrás de ella.

La escuché gritar el nombre de Fort apenas lo vio y corrió para abrazarse a su cintura.

Él se veía radiante. Con una camiseta algo pegada a su cuerpo y unos pantalones que le quedaban muy por encima de los tobillos.

Esa no era su ropa

¿Dónde había estado?

¿Se había quedado a dormir, con aquel hombre?

Un fuerte dolor atormento mi estómago y un nudo en mi pecho hizo que respirara con dificultad.

NUNCA DEJES DE SONREIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora