CAPÍTULO 16: EL REGRESO DE TIN

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PEAT

Pasé los primeros días encerrado en casa, con la cabeza a punto de reventar y las llamadas constantes de mi hermano, hasta la mañana en que Tin por fin despertó.

Esos estúpidos guardias no me dejaban ni respirar. Estaba tan cansado de intentar e intentar librarme de ellos, que después de un mes simplemente ya me había acostumbrado. Cuando llegamos al hospital, corrí por el pasillo con mucha prisa y cuando por fin vi a Tin tirado sobre la cama con los ojos abiertos puede respirar cómodamente.

- Tin – mencioné, llamando su atención.

El sonido ahogado de mi voz, llamó la atención de los dos guardias detrás mío, pero los ojos cristalinos de Tin me miraban con sorpresa y una extraña tristeza.

- Mi Señor – logró pronunciar en un susurro.

Intenté dibujar una sonrisa en mis labios para tranquilizar a Tin, después de que sus ojos se movieran en dirección a donde se encontraban los dos guardias que en ocasiones anteriores lo habían golpeado por ordenes de mi padre. Me giré y les pedí que nos dejaran a solas.

Al principio Win se negó, observando la habitación con detenimiento, pero cuando creí que tenía que insistir, dio media vuelta y salió de la habitación.

- ¿Cómo te encuentras? – pregunté con la voz temblorosa. – LO SIENTO ... – agregué en un susurró cuando me senté al lado de su cama.

Tin negó con la cabeza. Mirándome con una mirada triste.

- No es culpa suya, Señor.

- ¿Cómo que no? Si todo sucedió por mi culpa. – si no .... – dudé. – Si no te hubiera dejado solo ese día, nada de esto estaría pasando.

Lo siento...

Lo siento mucho Tin. Tú solo tratabas de protegerme, pero yo no pude hacer lo mismo contigo.

- Mi deber es protegerlo.

- Tin ...

No podía procesar las palabras de Tin. ¿Cómo alguien podía arriesgar su propia vida para salvar a otra? ¿Cuánta lealtad había de por medio?

- Nunca vuelvas a hacerlo. Si tienes que huir para salvar tu vida, debes hacerlo, entendido.

Negó.

- Tin. Si alguna vez te encuentras entre la espada y la pared, por favor elige salvarte.

- Mi señor, ¿Por qué dice todo esto?

- Tin, no quiero que nadie muera por culpa mía. No podría cargar con ese peso sobre mis hombros. – aclaré.

Tin se mantuvo en silencio por unos minutos y después asintió. Preguntó muchas cosas, asombrándose del tiempo en que estuvo inconsciente. Y se disculpó en repetidas ocasiones mientras le contaba todo lo que había sucedido con mi padre, sobre los nuevos guardias y, sobre todo, le hablé de Fort y Yaya.

- ¿Cómo se encuentra, ella? ¿No sabe que estoy aquí? ¿¡verdad!?— preguntó con el miedo reflejado en sus ojos.

- No. Yaya no lo sabe.

Se calmó por un segundo, antes de continuar con sus dudas.

- Comprendo que este viviendo en casa de Khun Fort y aunque me parezca una persona muy respetuosa, aún tengo ... – dudó. – Aún tengo dudas sobre su seguridad. Me gustaría verla.

- Tin, no creo que puedas verla en estas condiciones, pero te prometo que cuando te encuentres mucho mejor y te veas más presentable, iremos a verla.

NUNCA DEJES DE SONREIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora