CAPITULO 22: AQUÍ ESTOY

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PEAT

Cuando estuve frente a la puerta de la mansión en la que vivía, un gran peso se posó sobre mis hombros. Respiré con fuerza y planté los pies muy bien en el piso antes de caminar hacia mi destino.

Tin se encontraba atado frente a la puerta de la oficina de mi padre, con los labios ensangrentados y los ojos rojos.

— ¡Tin! – dije corriendo hasta llegar a él, arrodillarme para poder mirarlo a los ojos. Me miró con mucho enojo en la mirada y esquivó cualquier toque mío, cuando intente tocar su rostro.

— Tin... – volví a mencionar con la voz entrecortada.

Sus ojos inyectados de sangre me miraron con más rabia, antes que las lágrimas acumuladas cayeran por su rostro.

— Tin ... vamos háblame—

— Eres como tu padre ... solo piensas en ti. ¡Me traicionaste! No – Negó. ¡Nos traicionaste!

— Tin.

Negó con la cabeza. Como si se negara a escucharme.

Una punzada de dolor estalló en mi pecho y me mordí los labios al verlo así. Delante mío.

— ¡Tú me traicionaste ... fuiste tú, Tin! – dije con dolor, levantándome y alejándome de su lado.

Negó.

Negó varias veces.

— Win tenía razón ... al final me dejarías después de usarme. Yo incluso era capaz de dar mi vida por usted, pero dejo a Yaya. Dejo a Yaya en manos de su padre y eso no puedo perdonárselo.

— Tin...

Mi voz se entrecorto y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Negué. Aunque cada palabra me había dolido.

— ¿Dónde está Yaya?

— Pregúntaselo a su padre.

Me giré, le di un último vistazo y entré en la oficina.

Un batallón de hombres se presentó ante mí, cubriendo a mi padre.

— ¡Estoy aquí! Los quiero a todos fuera. Esto es algo que debemos resolver entre nosotros. ¿No lo crees, PADRE? – Mencioné enfatizando el "padre" con mofa.

Escuché su risa entre la multitud.

Y una sola palabra suya fue suficiente para que sus hombres formaran dos filas y salieran de la habitación. Logrando así centrar mi visión en mi padre junto al gran escritorio.

— ¿Dónde está la joven que secuestraste?

— Aquí – dijo girando la silla y mostrándome a Yaya amarrada y totalmente inconsciente.

— ¿Qué es lo que quieres? ¡¿PORQUE SIGUES HACIENDO ESTO?! –Grité. Mostrando mi frustración.

¿Qué era lo que en realidad quería?

Muchas preguntas invadieron mi cerebro y me fue imposible seguir caminando.

— ¡¿Qué le hiciste?!

Volví a preguntar entre gritos, pero no obtuve respuesta. Él solo me observó con una media sonrisa y jugo con un palo de billar en las manos.

— ¡Déjala ir ahora! ¡Estoy aquí! Es conmigo con quien tienes que resolver estos problemas.

— ¿Quién es ella para ti? ¿Por qué te importa tanto?

Esta vez iba a ser más fuerte. Así que caminé a pasos seguros hasta estar frente suyo, con solo el escritorio interponiéndose entre nosotros antes de hacer mis propias preguntas.

NUNCA DEJES DE SONREIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora