CAPITULO 18: DUDA

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PEAT

Cuando desperté todo mi cuerpo parecía desvanecerse, mis ojos se abrieron poco a poco hasta el instante en que fijé mi mirada sobre el rostro de Fort. Todo parecía un sueño. Un hermoso sueño.

No podía quitar la mirada de su rostro por unos minutos. Y Fort no parecía estar incomodo, al menos no hasta el momento en que se movió un milímetro lejos de mí.

— Buenos días Khun Peat ¿Te encuentras bien?

Asentí.

Fort me regalo una sonrisa, se levantó de la cama y me pidió que bajara las escaleras después de darme una ducha. Así que después de tomar un baño relajante y frió, encontré un conjunto de ropa sobre la cama.

Sonreí.

Aquellas prendas eran un poco grandes para mi cuerpo delgado. Pero sonreí al saber que eran de Fort. Estaba seguro de que eran suyos ya que cada prenda olía a su aroma. Un suave olor a colonia de bebé mezclado con un olor fuerte de algún perfume que me recordaba el fresco aroma del mar.

Al bajar las escaleras vi a Yaya moverse por la cocina, se veía tan familiarizada con todo y debía reconocer que era una experta en el área de la cocina. Tin se mantuvo mirándola con detenimiento, sin acercarse ni un centímetro, estático desde el sofá. Y cada vez que Yaya volteaba, Tin intentaba hablar, pero ella solo lo miraba con el enojo grabado en su rostro.

— Khun Peat— escuché la voz de Fort.

Sonreí. Terminando de bajar los últimos escalones.

Tin se levantó en el mismo instante en que fue consciente de mi presencia. Hizo una reverencia y me saludo con mucha educación.

— Buenos días Señor.

— Buenos días a todos. — respondí al ver como Yaya me saludaba también con una gran sonrisa en el rostro.

Yaya me regalo una sonrisa, invitándome a sentarme junto a ella en la mesa del comedor. Fort se sentó frente mío y Tin frente a Yaya. No sabía que estaba pasando exactamente, pero pude comprobar el enojo de Yaya cuando al despedirnos, le pidió a Tin que no se preocupara por ella. Tin por su lado parecía un poco apenado.

Al salir, Tin se apresuró a buscar el auto que habíamos dejado estacionado a unas calles lejos de la casa de Fort. No dijo ninguna palabra en todo el viaje y cuando estuvimos frente a la casa de mis padres, se giró para decirme:

— Me encargaré de todo. – Y con la mirada seria, volvió a agregar—: No tiene que interferir. Me encargaré de solucionar este problema.

No pude decir nada. Tin se bajó del auto, caminó unos metros y se encontró cara a cara con Win y Mok que nos esperaban a unos metros más cerca que los hombres de mi padre.

Me bajé del auto, caminando a pasos gigantescos con la intención de defender a Tin.

— ¿Dónde estaban? – preguntó Win con una mirada extraña.

— Khun Peat deseaba conocer mi ciudad, así que lo lleve a Ayuthaya.

— ¿Con el permiso de quién? – cuestionó Mok con la mirada llena de furia.

Quise responder, pero Tin fue más rápido, dejándome con las palabras en la boca.

— De nadie, porque Khun Peat, no tiene que pedirle permiso a nadie. Y yo hago lo que él desee. Sus deseos son órdenes.

Mok apretó los puños, dio un paso adelante, antes de que Win lo detuviera.

— Nosotros también somos sus guardaespaldas. Si Khun Peat desea ir a algún lugar debe de ir con nosotros. – añadió Win, mirando el rostro de Tin, fijamente.

NUNCA DEJES DE SONREIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora