CAPÍTULO 4: SOLO LLAMAME POR MI NOMBRE

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PEAT

Dos días después volví al edificio donde se manejaba el dichoso Bar. Ya que la mañana siguiente del último viernes mi padre me esperó muy enojado en la mesa del comedor. Me habló sobre como debía de dirigir el bar y sobre todo sobre la fiesta de bienvenida. Una amenaza hubiera sonado menos tenebrosa cuando me advirtió que nadie en nuestra familia debía enterarse sobre la fiesta, sobre todo mi madre.

Estar frente a tanta esa gente que agachaba la cabeza al verme me causaba un extraño escalofrió. Aún no lograba comprender porque todas las personas a mi alrededor me miraban con precaución y miedo.

- Desde Hoy, Mi hijo Wasuthorn Chaijinda estará a cargo de la dirección de este Bar. Y cualquier inconveniente que se presente tendrán que solucionarlo con él.

Todos los empleados vestidos de negro, asintieron con un grito uniforme "sí, señor"

Me presente ante todos con la voz un tanto temblorosa, para luego dirigirme al bar junto a uno de los hombres de negro que me seguía sin perderse ninguno de mis movimientos.

Vi como varios empleados se formaron en filas, pero ninguno de ellos era el joven pelinegro que había visto la única noche en que estuve en este bar.

- Es un gusto conocerlos. Soy , su nuevo jefe. – Me presenté.

Apenas dije mi nombre todos los presentes abrieron los ojos tan grandes, como si algo les causara miedo. Instantáneamente agacharon las cabezas para saludarme con un: "Mucho gusto, señor"

- Pueden llamarme Peat – Agregué intentando ser amable. Pero eso no causó ningún efecto en ellos. Todos me veían con asombro y preocupación.

- ¿Ellos son todos nuestros trabajadores? o ¿falta alguien? – pregunté, girándome para hablar con el joven de terno negro con una placa en el pecho. – Sr. Tin Bunnak? – mencioné su nombre esta vez, para llamar su atención.

- Mi señor, tenemos dos jóvenes que trabajan a tiempo parcial – Ya deberían estar llegando – Agregó con preocupación.

- Bien. Cuando lleguen, pídeles que se acerquen a mi oficina que deseo hablar con ellos.

- Está bien, Señor. – confirmó el hombre.

Media hora después entraron dos jóvenes, vestidos con unos jeans y unas poleras simples. Ahí se encontraba el joven pelinegro que había visto la otra noche, llevaba una guitarra en los hombros y al lado suyo iba el joven que vi cantando en el pequeño escenario esa misma noche. ¿Eran amigos? ¿O talvez eran Hermanos?

- Buenas tardes señor – Me saludaron ambos jóvenes con una reverencia en las manos.

Les devolví el saludo con un Wai en las manos y los invité a sentarse frente a mi gigantesco escritorio. El joven pelinegro se adelantó, moviendo la silla para que el joven cantante se sentara en ella y luego se sentó al lado suyo dejando la guitarra entre sus piernas. Ese pequeño gesto llamó mi atención, pero lo ignoré cuando escuché su dulce voz hablándome con cortesía.

- Disculpe nuestra tardanza, Señor—

Lo miré a los ojos. Se veía algo preocupado y sus manos se movían inquitas sobre la funda de la guitarra.

- Señor. No volverá a pasar. Hoy tuvimos un inconveniente en la universidad y nos fue imposible llegar a tiempo. Lo sentimos mucho – agregó el joven músico, llamando mi atención.

- Bien, comprendo su situación. Si los llamé es porque quiero presentarme con ustedes, de la misma manera que me presente con los otros trabajadores.

NUNCA DEJES DE SONREIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora