El ataúd bajaba a medida que el padre hablaba, y dedicaba palabras hermosas a una mujer que ni siquiera conocía. El dolor que emanaba no era real, pero la empatía estaba presente en él.
Y el amor que yo profesaba era puro.
Ana estaba a mi lado, devastada. Nunca la había visto tan triste, tan destrozada como ahora.
Cuando le dije que mamá había muerto quiso salir corriendo de la casa para ir a verla, creía que le estaba engañando y yo deseé que tuviera razón. Mi tía Mercedes, cuando se enteró de la noticia, se tomó un momento para asimilarlo, volvió a la casa y siguió organizando el funeral como si no la hubieran arrojado a una piscina llena de pirañas al enterarse que había perdido a su otra mitad, su hermana y amiga.
No dije nada cuando la escuché llorando toda la madrugada.
Tampoco le dije nada a Ana cuando dibujó con crayones a su madre muerta.
Y yo no volví a visitar a Esteban desde ese día, ni a mencionarlo.
-¿Por qué no ha venido? -Mi hermana me interrogó por él.-¿Está bien?
-Necesita descansar, eso es todo.
De nuevo, me enfoqué en ver el ataúd, dando por zanjada la conversación.
Mi tía dio unas breves palabras por su hermana, todos los presentes (entre amigos y colegas de su antiguo trabajo) estaban allí, recordando a una señora que daba todo por sus hijas. Lástima que no pude devolverle el favor.
Una lágrima.
Dos lágrimas.
Tres lágrimas.
Negué con la cabeza cuando me pidieron que hablara. Estaba segura que si me paraba delante de todos, iba a romper en llanto, y no me apetecía dar lástima a nadie.
Ana tampoco quiso emitir palabra.
Recibí el pésame de muchas personas, sus caras me resultaban familiares, al menos de la mayoría, hubo otras en las que ni siquiera me esforcé en recordar. Estaba exhausta.
Ahora tenía que pensar en cómo pagar la deuda de la clínica, y de este funeral.
Como si no fuera suficiente sufrir por una muerte cercana, las personas también tenían que preocuparse por el dinero que iba a requerir.
Vaya mierda.
-¿Te quedas todavía?
-Yo...aún no quiero ir a casa, tía.
Me dio un beso en la frente, tomó a Ana y se fue hacia la salida del cementerio.
Me quedé mirando la prescripción en cemento, estaba escrito su nombre completo, pero ella era más que letras y palabras. Era madre, hija, hermana, amiga, mujer, y nada de eso transmitía su tumba.
Ahora era una más del montón.
Un cuerpo enterrado en la tierra, pudriéndose junto a otros cuerpos llenos de gusanos.
Me sentí mareada, hubiera querido tomar un poco de agua en ese instante, pero no tenía. Mi pensamiento se materializó en una botella llena de agua justo frente a mis ojos. Volteé a ver quién me la ofrecía, y casi doy un respingo.
-Tómala, la necesitas.
Me quedé viéndolo.
-Vamos, Nicole. No seas orgullosa, así no te he criado.
Casi le arrebaté la botella de sus manos toscas, tomé un sorbo y se la extendí.
-Puedes quedartela.
Debió de ver en mi ojos que si me la quedaba, iba a terminar en la basura, así que la tomó nuevamente.
-Solo me criaste hasta los catorce años. -No lo miré. -Te fuiste cuando estaba en la secundaria.
Se quedó callado, y por el rabillo del ojo vi cómo asintió con la cabeza.
Solté un suspiro exhausto. En otra ocasión lo hubiera echado a patadas de mi lado, y ahora ni siquiera eso me importaba. Ya no tenía fuerzas para pelear.
-No he visto a tu novio.
Me apreté el puente de la nariz, el punzante dolor en mi cabeza se agravó con su impertinente pregunta.
-No vino. -Me aclaré la garganta. -Él y yo ya no estamos juntos.
Sé que giró para verme, asegurándose de que me encontraba bien respecto a ello.
No, no me encontraba bien.
-Deja de verme como si fuera una rana muerta a punto de ser inspeccionada.
Trató de contener una risa, pero sucumbió ante mis palabras. Me había olvidado el sonido de su risa, casi se me olvida todo lo que hizo, lástima que no.
Reguló su respiración, y se acercó un poco más.
-¿Te sigue gustando la ciencia, no? -Lo miré, estupefacta. -¿Qué? ¿De verdad pensabas que no sabía cuál era tu asignatura favorita?
Le sostuve la mirada hasta donde pude, luego fue a parar de nuevo al cemento. Era como si fuera un imán, yo estaba siendo atraída a ver mi peor pesadilla volviéndose realidad.
-Creí que ibas a estudiar algo relacionado a eso...aún lo sigo creyendo.
Negué con la cabeza, no podía creer que me estuviera diciendo eso. Él sabe muy bien que no tengo dinero, peor aún con la muerte de...
Me rasqué la nariz, conteniendo las lágrimas, no quería romperme frente a mi papá. No se merecía verme en estado, uno tan frágil y vulnerable.
-Realmente espero que un día puedas perdonarme.
Abrí los ojos como si hubiera visto al mismísimo diablo.
¿Mi padre pidiendo perdón?
Me coloqué frente a él, esperando a que continuara, me miró y se quedó nuevamente callado. Rodeé los ojos.
Demasiado bueno para ser verdad.
-Lamento lo de tu madre, hija. -Me mordí la lengua, luchando para que las lágrimas no abandonaran mis ojos. -Me hubiera gustado hacer algo para evitar que se fuera. De los dos, tu mamá siempre fue la mejor.
Me clavé las uñas en la palma de mi mano.
-Si un día te animas a perdo...a intentar retomar el contacto conmigo, creeme que no será tarde, porque te estaré esperando.
En sus ojos vi un rastro de esperanza que murió cuando me alejé de él sin despedirme.
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Cielo de luces
RomanceNicole es una chica demasiado ocupada y que no puede vivir como una joven debería hacerlo. Tiene que cuidar de su familia, y de sobre todo, su madre que padece Alzheimer. Ella sabe que su único lugar seguro es mirar las estrellas y perderse en ellas...