ESTEBAN - Capítulo 40

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Tomo a Nicole de la mano y la guío hasta salir de la casa, bajamos los escalones de la entrada y nos damos de lleno con el firmamento oscuro que nos provee la noche

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Tomo a Nicole de la mano y la guío hasta salir de la casa, bajamos los escalones de la entrada y nos damos de lleno con el firmamento oscuro que nos provee la noche.

Nicole se detiene y siento que deja salir aire de sus pulmones con pesadez. Como si hubiera estado deseando botar todo ese peso de encima que la asfixia a más no poder, comprendo ese sentimiento porque yo también lo siento.

En sus ojos se reflejan las millones de estrellas que nos observan y nosotros a ellas. Este cielo no se compara con el de la ciudad, aquí se puede ver con claridad los cientos de astros brillantes, y lo sabía porque de pequeño también me gustaba verlas. Nunca imaginé que otra persona lo hiciera al igual que yo, y mucho menos que sea ella.

La misma luna, las mismas estrellas, el mismo cielo.

Su cabeza decae hasta dar con el pequeño picnic que le he preparado. A unos metros de nosotros está la manta tendida en el pasto, a su lado se encuentra una lámpara de queroseno, y por último, dos copas vacías acompañadas de un vino en hielo para conservarlo helado.

Antes que dijera algo, me animé a hablar primero.

-Cuando era pequeño también miraba las estrellas de este cielo. Olvidé cuánto me gustaba cuando mamá murió. -Hice una pausa y la miré. -Y tú me hiciste recordar eso. Quería que vieras el mismo cielo en el que yo alguna vez encontré belleza.

-Pero siempre hemos visto el mismo cielo.

-Tal vez, pero nosotros ya no somos los mismos, Nicole.

Su rostro se nubló de nostalgia.

-No, claro que no.

Le ofrecí mi mano para caminar, y ella no dudó en dármela. Nos recostamos en la manta con la vista fija en la luna. Ese silencio ensordecedor era irónico pero también era algo hermoso. Un silencio que solo podía compartir con ella.

Di una respiración profunda y sonora, Nicole volteó a verme.

-¿Tu padre?

No sabía si me gustaba o me enojaba que me conociera tan bien. Era un arma de doble filo.

-No puedo creer que todo eso haya pasado hoy...es demasiado por procesar. -Sentí un tirón viniendo de mi estómago.

No dijo nada. Solo se escuchaban los murmullos de la noche.

-Sí, yo tampoco. -Se mordió el labio inferior.-Lamento mucho todo lo que pasó. Todo.

La miré. La luz de la luna le daba en todo el rostro y se veía aún más hermosa que de costumbre.

Inspiré profundamente, el dolor que provenía de mi pecho no se disipó ni siquiera un poco.

-Hubiera preferido que todo eso pasara cuando tu no estuvieras allí, conmigo.

Al instante, sentí que decirle eso fue un error.

-Hubiera sido peor, y lo sabes. Si yo no hubiera estado ahí, él te...

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