ESTEBAN - Capítulo 42

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Me siento a miles de kilómetros sobre el nivel del mar, como si volara incluso más arriba de las nubes, y pudiera ver todo el panorama de la noche que fue testigo de cómo Nicole y yo hicimos el amor por primera vez.

Mis sentidos se agudizaron cuando llegué a la cúspide del placer con ella, es como si toda mi vida hubiera estado con un antifaz cubriéndome los ojos, y me los hubieran arrebatado ahora que pude sentirla bajo mi piel. Es una experiencia embriagadora, y no, nunca se me iba a borrar de la mente, no lo permitiría ni en un millón de años.

Pasados unos minutos, me incorporé con las manos apoyadas en la delgada manta para asegurarme que estuviera bien, no había pronunciado palabra alguna.

Miraba a un punto en la nada, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Eso era una buena señal. Su felicidad era tanta que me contagió, y en mis labios se evidenció aquello.

-¿Cómo te sientes? -Me animé a preguntar, aún agitado por lo que acababa de pasar.

-Me siento en nuestro Cielo de Luces.

La besé bajo la luna, aún desnudos.

La tomé en mis brazos, disponiéndome a llevarla dentro

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La tomé en mis brazos, disponiéndome a llevarla dentro. Ya comenzaba a sentir una corriente de aire que te apuñalaba hasta los huesos, a pesar de que nuestros cuerpos estaban calientes claro. No quiero que pesquemos un resfriado.

-Si hubiera personas detrás tuyo, realmente tendrían una muy buena vista. -susurró entre mis brazos y con las cejas enarcadas.

Mis mejillas se pusieron rojas otra vez.

-No sabía que eras tan pervertida. -Le seguí el juego, divertido. Ya habíamos entrado a la casa.

-Tengo mis momentos.

Me guiñó el ojo, meneé la cabeza conteniendo una carcajada.

Cuando llegamos a mi habitación, la dejé suavemente sobre la cama, no me recosté, quería que ella me lo pidiera.

-Creí que ibas a llevarme a la habitación que separaste para mí.

Apoyé una mano sobre el colchón, me incliné hacia ella.

-¿Quieres que lo haga?

Negó con la cabeza, con los labios entumecidos en una línea. Estaba tensa.

-Creí que no pasaría nada cuando me enseñaste donde podría dormir. Ya sabes, cuartos separados. -Me botó una risita tímida, pero no llegó hasta sus ojos.

-Estaba siendo un caballero.

-Pues no quiero que lo seas más.

Me jaló por el cuello con ambas manos, y me atrajo a ella con fuerza, pero sin brusquedad. No tardamos en juntar nuestros labios, estaban destinados a estar juntos al parecer. No podía mantenerme separado de ella por mucho tiempo.

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