Cada vez Nicole me sorprendía más, no podía creer la gran persona que era y que yo tuviera el privilegio de haberla conocido.
"Tengo mucha suerte", pensé mientras la vi jugando y riendo con esos niños.
No pensé que se tomara todo ese tiempo para organizar algo así para ellos, es decir, sé que ella está muy ocupada por su trabajo y familia, y que haya hecho aquello es importante para mí. Sobre todo, porque me sentí escuchado, le conté que los niños no estaban recibiendo una educación adecuada y ella me escuchó, tomándolo en cuenta. E hizo toda una clase para ellos, haciéndolos felices.
Por primera vez en años, sentí que alguien me escuchaba de verdad, y yo solo quería escucharla a ella.
Quiero saber absolutamente todo de Nicole Torres, sus miedos, sus gustos, sus sueños, sus pesadillas, sus más profundos secretos, lo que ama y lo que no.
Y tan solo pensar en que no tendría todo el tiempo del mundo para conocerla, hacía que mi corazón doliera, sintiendo una gran impotencia al no poder hacer nada para recuperarme de esta enfermedad.
La leucemia me estaba quitando todo lo poco que tenía, pero no voy a dejar que me venza, aún no.
Ya había enviado el paquete hacia la casa de Nicole; revisé mi reloj y pensé que ya debería haberlo recibido. Le dejé una nota encima de la caja donde estaba mi regalo:
"No puedo creer que no me hayas dicho que el día que nos conocimos era tu cumpleaños. Toma este obsequio como un regalo de mi parte. Sé que te encantará."
Con cariño, Rapunzel.
Yo también sé escuchar, y vaya que la escuché.
Tomé la pintura azul que se encontraba en mi escritorio, hundí el pincel en él, y lo llevé hacia el lienzo. Vi como el color azul se esparcía por toda la parte superior del mismo, realizaba movimientos suaves con mi mano dirigiendo al pincel hacia dónde debía dirigirse, pintando todo a su paso.
Mi pecho se llenó de paz al ver como la pintura se esparcía, y se escurría hacia donde quería, me sentí en control otra vez. Yo era quién tenía el control de esa pintura, no mi padre, algún doctor o enfermero.
Siempre me había sentido como si no tuviera el control de mi vida, como si alguien más se encargara de ella, dejándome a mi aun lado, sin tomar yo las decisiones que me corresponden.
Tal vez por eso me gustaba tanto pintar, porque tenía el control de las cosas, y nadie más lo tenía. Yo decidía qué color usar, yo decidía que pintar, yo y solo yo tomaba las decisiones encima de ese lienzo en blanco, y eso era tan reconfortante.
Tomé otro pincel para pintar la luna al lado izquierdo, cuando terminé, mi mano se dirigió al pincel para que formara el rostro y el cuerpo de una mujer bajo la luz de la luna. Comenzó a sonar mi celular, sacándome de mi zona de concentración.
Le sonreí a la pantalla de mi celular cuando vi que era Nicole. Contesté la llamada sin pensarlo.
-¡AAAAAAAAA! ¡ESTEBAN! ¡ME REGALASTE UN TELESCOPIO! ¡NO PUEDO CREERLO! –Comenzó a gritar emocionada, comencé a reírme.
-Entonces, ¿sí te gustó? –pregunté tímidamente.
-¡¿Qué sí me gustó?! ¡Dios, eso ni se pregunta! ¡Por supuesto que me gustó, me encantó! –Sonreí al escuchar su voz de felicidad- Nadie nunca me había regalado algo que significara tanto para mí, en verdad, gracias. Muchas gracias, Esteban.
Pestañeé varias veces, mirando la pintura que estaba en el lienzo, y era como si le hablara a Nicole. Como si estuviera allí mismo, conmigo.
-No tienes nada que agradecerme, es tu regalo de cumpleaños. Me alegro que te haya gustado. – Dije sin dejar de ver la pintura que hace poco estaba pintando en suma concentración.
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Cielo de luces
Lãng mạnNicole es una chica demasiado ocupada y que no puede vivir como una joven debería hacerlo. Tiene que cuidar de su familia, y de sobre todo, su madre que padece Alzheimer. Ella sabe que su único lugar seguro es mirar las estrellas y perderse en ellas...