NICOLE - Capítulo 23

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Mierda, mierda, mierda.

Llegó tarde como siempre.

¿Por qué no puedo ser un poco más puntual?

"Por favor, Universo, si me podrías regalar un poquito más de puntualidad como virtud sería excelente", pensé mirando el cielo azul.

Salí corriendo de casa y tomé un taxi, al estar allí, encendí mi celular, fue una mala idea porque tenía demasiados mensajes de Romina, Sofía, y por supuesto de Esteban, quienes me apuraban para que llegue temprano a la clínica y poder ir todos juntos a la boda.

Espero que no me dejen, de lo contrario, no sabría cómo llegar; el lugar era demasiado lejos, como a tres horas de la clínica. Me bajé corriendo del taxi después de pagarle al conductor, y noté que no podía correr con los tacos de color plateado que tenía puestos.

A la mierda, iba a tener que quitármelos y correr hacia la habitación de Esteban. Me quejé al momento en el que mis pies tocaron el frío piso de la clínica, pero eso no me detuvo y seguí corriendo, pasé por el puente de cristal que siempre tenía que recorrer cada vez que quería llegar hacia el cuarto de mi amigo.

Doctores, enfermeras, y pacientes me miraban como si estuviera loca. Y no es para menos ya que estaba con el vestido azul que me había regalado Romina para mi cumpleaños, y los tacos los traía en la mano. Una chica vestida elegantemente llegando corriendo a la clínica, era obvio que iban a mirarme.

Toqué la puerta varias veces, hasta que Sofía me abrió.

-¡Llegaste! ¡Aleluya! –dijo con ironía, y con una sonrisa burlona en sus labios. -Llegas tarde, una hora tarde.

Quise hablar, pero no pude debido a que había corrido para llegar "temprano" y mi respiración estaba agitada. Me senté en la cama de Esteban, tiré los tacos a un lado, y apoyé mis manos en mis piernas. Me concentré para controlar mi respiración y hablé jadeando:

-L-Lo siento. –Miré al suelo y no sabía si lo hacía porque estaba avergonzada o cansada. –Se me hizo tarde.

-No me digas. –Respondió Romina, burlándose. Apareció delante de mí con un vestido plateado ceñido a su cuerpo, le llegaba un poco más arriba de sus rodillas. Definitivamente, era el tipo de vestido que utilizaba ella y le quedaba estupendo. –Pero solo te perdono porque tienes puesto el vestido que te regalé, y luces increíble.

Levanté mi mirada del suelo, y le agradecí el cumplido. No pude evitar preguntar por él.

-¿Dónde está Esteban?

-Se fue a dejar a Jackie en la camioneta que la llevaría a la boda –Intervino en la conversación Sofía, quién llevaba puesto un vestido rojo mate que la hacía verse muy elegante y hermosa. A su lado, estaba Eduardo, su esposo quién se rió al verme llegar de esa manera. –Ya debe de estar viniendo aquí. Me sorprende que no te hayas encontrado con él abajo.

-Oh, no. No lo vi. Estaba tan concentrada en llegar lo más rápido posible que, tal vez, no me percaté de que estaba ahí. –Aclaré mucho más relajada y tranquila, mi pecho ya no subía y bajaba como antes.

-Igual, llegaste tarde, así que no sirvió que corrieras –Bromeó Eduardo mientras se acomodaba la corbata de color verde, el verde le caía muy bien y, por alguna razón, combinaba con su cabello negro.

-Cállate. –Dijimos Romina y yo a la vez. A lo cual, él atinó a reírse más fuerte.

Romina fue quién presentó a Eduardo y a Sofía ya que se conocen desde pequeños, prácticamente son como hermanos, y cuando las conocí a ellas, conocí también a Eduardo, quién siempre fue el tipo gracioso del grupo. Los cuatro nos hicimos amigos demasiado rápido, y me alegro que congeniáramos de esa manera.

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