Me desperté con una sonrisa en la cara, era un nuevo día, un nuevo día para seguir vivo. En cualquier momento podía dejar de existir, así que me sentí agradecido por tener otro día más en mi vida.
-Esteban, te traje el desayuno –dijo Jackie abriendo la puerta de mi habitación.
Me incorporé para desayunar. Mientras comía, Jackie se aseguraba que mi salud estuviera en orden. Me tomaba la presión con una máquina pequeña que no sé cómo se llama, y me tomó la temperatura un rato después.
-Todo en orden –confirmó ella.
Sonreí al mismo tiempo que comía mi desayuno.
-¿Cómo te sientes?
-Me siento bastante bien.
Jackie alzó una ceja –No me mientas.
Solté una carcajada -En verdad, me siento bien. Aunque un poco débil, pero es lo normal ¿Verdad?
Asintió.
-¿Estás tomando tus medicinas, no es así?
Asentí con la cabeza.
Tenía todo un horario para mis medicamentos y nunca se me olvidaba tomarlas. Terminé de desayunar, y me cambié para pasear un rato en la clínica.
-Jackie, saldré un rato –le avisé tomando el picaporte de mi puerta.
-¿Qué? Espera, no puedes salir.
-No, tranquila. No saldré de la clínica, estaré por aquí, en verdad.
-De acuerdo, ten cuidado –me advirtió mientras extendía mi cama, cosa que me molestaba porque ya le había dicho que yo podía hacerlo, pero siempre insistía en hacerlo ella. Ya me había dado por vencido con ese tema.
Abrí la puerta, y me quedé de piedra cuando vi a mi padre parado frente a mí.
-Buenos días, Esteban –dijo sin esperar respuesta y entrando a mi habitación.
-H-Hola –Lo saludé también.
No pensé que iba a venir tan temprano a verme. Saludó a Jackie, y dio un rápido repaso a mi habitación, finalmente, se sentó en mi cama recién extendida por Jackie, quien estaba parada a un lado.
-¿Cómo amaneciste? –preguntó fríamente.
-Bien, estoy bien.
Mi padre le dio una pequeña mirada a Jackie para que ella pudiera confirmar si realmente estaba bien. A lo que ella asintió con la cabeza.
-¿A dónde ibas? –preguntó con esa intensa mirada que lo caracterizaba.
-A pasear. –Abrió los ojos en señal de desaprobación- En la clínica –completé antes de que hiciera un escándalo.
-Ya.
Se hizo un silencio incomodo en la habitación. Podía escuchar a los pajaritos cantar en las afueras del lugar.
Mi padre decidió hablar de una vez por todas.
-Esteban, escucha, tengo que hablar contigo.
-Yo los dejaré solos –intervino Jackie, y salió de la habitación.
Me paré frente a él con los brazos cruzados sobre mi pecho.
-¿Pasó algo?
-No, solo que –se rascó su cabeza- Estoy preocupado por ti.
No me lo esperaba. De hecho, no me esperaba nada que viniera de él.
-¿Tú estás preocupado por mí? –pregunté sorprendido.
-Sí, por supuesto que lo estoy. Sé que la quimioterapia ya no está funcionando, y que pronto tú vas a...
-Papá –lo interrumpí antes de que pudiera decir otra cosa– Escucha, ya no hay nada que se pueda hacer, ya lo dijeron los doctores, así que no hay que darle más vueltas al asunto.
-Quiero llevarte a una clínica de otro país.
¿Qué? No.
-A ver, papá, eso no va a pasar.
-Esteban, quiero llevarte a Nueva York, ahí están los mejores doctores de todo el mundo.
-Acá también, es tú clínica, es obvio que aquí hay muy buenos doctores.
Mi padre se levantó y se acercó más a mí, con seriedad.
-Ellos te van a evaluar, y averiguarán si se puede hacer algo.
Yo ya estaba perdiendo la paciencia.
-Papá, no. Tú ya escuchaste a los doctores, ya no se puede hacer nada. Así me vaya al otro lado del mundo, mi enfermedad está avanzando cada vez más.
Se quedó callado.
-¿Por qué ahora? –solté de la nada.
No lo entendía, había tenido mucho tiempo para llevarme a una clínica de otro país, incluso desde que se enteró que tenía Leucemia. Sin embargo, prefirió abandonarme aquí, en su clínica.
Acá están los mejores doctores del país, incluso médicos de otros países trabajan aquí.
-¿De qué estás hablando?
-Tuviste tiempo para llevarme a otro lugar, tuviste tres largos años, pero no lo hiciste.
-Eso no tiene nada que ver.
-Y ahora qué sabes que me voy a morir, quieres hacer hasta lo imposible para que eso no pase.
Mi padre frunció el ceño.
-Piensa lo que quieras, Esteban. Igual vendrás conmigo.
-No, por supuesto que no. –dije totalmente serio.
Él me fulminó con la mirada.
-¿Qué dijiste?
-Dije que no iré contigo, soy mayor de edad. Quiero quedarme aquí.
-Te rindes muy fácilmente, Esteban.
Solté una risita sarcástica.
-No me estoy rindiendo, no lo he hecho en tres años. Pero los médicos ya dijeron que no hay nada que se pueda hacer. Entiéndelo.
Mi padre respiró profundamente, como si se estuviera aguantando de no perder el control.
-¿Por qué quieres quedarte aquí? –preguntó aún molesto por mi decisión.
Lo pensé un poco, y finalmente le respondí sin duda alguna.
-Mi madre murió aquí, yo también quiero morir aquí.
A mi padre le cambió la cara, pasó de estar terriblemente molesto a estar a punto de deprimirse.
-No quiero irme de aquí –continué diciendo- quiero estar en la ciudad donde mi madre pasó sus últimos días.
-Ya. Es suficiente.
Él no podía seguir escuchándome hablar sobre ella, y sinceramente, yo no sabía cómo rayos había podido hablar de mi mamá. Nunca hablaba de ella, pero esta vez, pude hacerlo, sorprendentemente.
-De acuerdo, Esteban. Me iré en unos días, y no sé si podré verte antes de que me vaya. –Hizo una pausa- Cuídate.
-Ya, está bien.
Un padre normal se quedaría con su hijo a pasar sus últimos días o meses que le quedan de vida. Pero mi padre no es así, así que solo se fue de mi habitación, y no tenía ni idea de cuando iba a volver a verlo.
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Cielo de luces
RomansaNicole es una chica demasiado ocupada y que no puede vivir como una joven debería hacerlo. Tiene que cuidar de su familia, y de sobre todo, su madre que padece Alzheimer. Ella sabe que su único lugar seguro es mirar las estrellas y perderse en ellas...