NICOLE - Capítulo 21

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Ana y yo nos levantamos temprano para ir a la clínica a ver a mamá. No hace falta decir que cuando le dije a mi hermana que íbamos a ver a nuestra madre, se alegró tanto que comenzó a gritar y a correr por toda la casa.

Me alegré por ella, pero también estaba muy preocupada. Sabía que había una pequeña posibilidad de que mi mamá no la reconociera, y no quería que eso rompiera su corazón, pero siento que ya es tiempo que Ana vea a su madre, la extraña mucho.

Cuando llegamos a la clínica, quise girar hacia el otro lado para irme de allí con mi hermana, quería protegerla de que, sin querer, mi madre le hiciera daño al no reconocerla.

Carajo...

Nos adentramos al lugar y subimos al ascensor. Ana vio que estaba nerviosa.

-¿Qué pasa, Nikki? –Así me decía de cariño. Ella parecía tan tranquila mientras jugaba con uno de sus juguetes, pero también sabía que estaba muy emocionada.

-No pasa nada.

¿Cómo se lo decía? ¿Cómo le decía a una niña de siete años que pueda que su madre no la reconozca?

No podía decirle eso. Solo había que confiar en que todo saliera bien, pero es que eso era una estupidez, por más que tuvieras la mente positiva, siempre sucedían cosas malas que empeoraban aún más la situación en la que te encuentras.

Respiré hondo.

Toqué la puerta de la habitación de mi madre, y nos abrió la puerta una enfermera con un traje celeste, tenía los ojos y el cabello negro. Aquella enfermera ya me conocía.

-Pasen –Nos indicó amablemente- Las dejaré solas para que puedan conversar.

Ana, apenas vio a mamá, corrió hacia ella y la abrazó fuertemente. Ella se quedó estática en la cama, sin saber qué hacer, pero luego le devolvió el abrazo a mi hermana.

-Ana...mi pequeña hija –dijo mi madre, separándose de ella, y acariciando su cabeza suavemente.

Les sonreí a ambas. Me sentí más relajada ahora que mi mamá pudo reconocer a mi hermana.

-Ya no soy tan pequeña, mamá. He crecido...-Los ojos de Ana se llenaron de lágrimas- Es que te has ido mucho tiempo...por eso sigues creyendo que soy pequeña.

En la mejilla de mi mamá se vio una lágrima al ver a su última hija.

-Ya veo que has crecido...-dijo con la voz entrecortada. - Te extrañé, Anita.

-Y yo a ti, mamá. Mucho. –Ana volvió a abrazarla y escondió su pequeño rostro en el pecho de su progenitora- No te vuelvas a ir mamá, quédate aquí, conmigo.

Mi hermana sollozaba, mientras que mi mamá lloraba silenciosamente.

Hace meses que Ana no veía a mamá, y es que, en el hospital, antes de venir a esta clínica, mi mamá se puso muy agresiva y tuvimos que sacar a Ana de la habitación. Entre lágrimas, Ana gritaba que quería verla un rato más y me reclamaba que la dejara pasar, pero no podía, no podía dejar que mi mamá la lastimara sin querer. Ella comenzó a golpear mi pecho, enojada, mientras me gritaba que la dejara verla, y todo lo que pude hacer fue abrazarla con fuerza hasta que se tranquilizara.

Ella me abrazó y lloró por casi todo el día. Nunca voy a olvidar ese momento.

Ana sabe que mi mamá tiene Alzheimer, aunque al principio no lo comprendió, poco a poco comenzó a entenderlo. Después de ese incidente en el hospital, le expliqué mejor lo que era esta enfermedad, al menos lo principal que debía saber ella, le dije que, algunas veces, no iba poder reconocernos y que, en ocasiones, iba ser agresiva. Y comprendió por qué mamá se puso así esa vez. Aun así, después de todo, siempre me insistía para verla, pero yo le decía que debíamos ser pacientes y que, cuando estuviera mejor, ella la iría a ver.

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