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La tarde había caído sobre Liverpool, cubriendo las calles con un tenue resplandor anaranjado mientras el bullicio de la ciudad disminuía. Brielle, sentada junto a la ventana de la sala de estar, contemplaba el paisaje con la mente a kilómetros de distancia. Peinaba inconscientemente su cabello castaño, el recuerdo de la discusión con John y la tristeza en los ojos de George girando en su mente como un disco rayado.
"¿Qué voy a hacer ahora?" se preguntó en voz baja, dejando escapar un suspiro.
Antes de poder responderse, un golpeteo insistente en la puerta de entrada la sacó de sus pensamientos. Se puso de pie y se apresuró a abrir la puerta, su corazón latiendo más rápido de lo habitual. "¿Será John?", pensó con inquietud. Pero al abrir la puerta, la figura que encontró la dejó completamente perpleja.
—¿Cynthia? —preguntó Brielle, sorprendida de ver a la novia de su hermano en el umbral, con una cartera colgada en su hombro.
—Hola, Brielle. Perdón por venir sin avisar —dijo Cynthia, con una sonrisa tímida.
—Oh, no pasa nada. Pasa, por favor.
Mientras Cynthia entraba y se quitaba el abrigo, Brielle no podía evitar sentirse nerviosa. No era común que Cynthia la buscara a ella directamente, y menos aún sin John cerca.
—¿John está en casa? —preguntó Cynthia mientras dejaba la carpeta sobre la mesa del comedor.
—No, salió hace un rato. No dijo a dónde iba —respondió Brielle, intentando sonar despreocupada.
—Perfecto —dijo Cynthia, dejando escapar un suspiro de alivio mientras se sentaba—. Entonces tenemos tiempo para hablar.
Brielle parpadeó, confundida.
—¿Hablar de qué?
Cynthia entrelazó las manos sobre la mesa, mirándola con una mezcla de seriedad y dulzura.
—De George.
El nombre golpeó a Brielle como una bofetada, pero intentó mantener la calma.
—¿Qué pasa con George?
Cynthia ladeó la cabeza, evaluándola con una mirada perspicaz.
—Sé que algo pasó anoche. Lo vi en la cara de John cuando llegó a mi casa. Y aunque no me dijo nada directamente, estoy segura de que tiene que ver contigo y con George.
Brielle sintió un calor subirle al rostro.
—No sé de qué estás hablando.
—Oh, claro que sí —replicó Cynthia con una sonrisa comprensiva—. Escucha, Brielle, no estoy aquí para juzgarte ni para sacar conclusiones. Solo quiero ayudarte.
—¿Ayudarme? —repitió Brielle, incrédula.
—Sí. Porque, créeme, sé lo complicado que puede ser estar cerca de alguien como John... y también sé lo que significa querer a alguien que no deberías.