capítulo 37

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Presas e instalaciones de riego (3) (Revisión)

Entre las mujeres de la alta sociedad del Imperio Mexicano, el tema de conversación más candente era quién sería la futura esposa del príncipe heredero.

"¿No crees que ya es hora de que se case?"

"Este año cumple 22, así que es el momento adecuado. ¿Acaso tienes esperanzas?"

El príncipe heredero tenía 22 años, la edad ideal para el matrimonio. Solo por su posición ya era el mejor partido imaginable, pero además tenía fama de ser un genio, el hombre más rico del Imperio Mexicano gracias a sus múltiples empresas, y para colmo, poseía una gran estatura y un atractivo físico notable.

"¿Quién sabe? Quizás..."

"¿Hablas en serio?"

"¿Qué intentas decir?"

Las hijas de los terratenientes, la clase noble del Imperio Mexicano, estaban ansiosas. Mientras dos jóvenes de matrimonio en edad competían con miradas disimuladas, Isabel intervino.

"¿No crees que el príncipe se casará con alguna princesa extranjera?"

"Lo dudo. ¿Acaso las antiguas casas reales de Europa reconocerían a una familia imperial de América que solo lleva existiendo menos de diez años?"

"Exactamente. El príncipe seguramente se casará con la hija de algún gran terrateniente del país. Alguien, por ejemplo, de una familia como la nuestra, que posee vastas tierras en México."

"Qué tontería. Siendo el hombre más rico del Imperio, ¿crees que escogerá solo por dinero? Seguro se fijará más en la belleza."

Conversaciones similares se escuchaban en las distintas fiestas de Ciudad de México. Las hijas de las familias terratenientes soñaban despiertas con la posibilidad de casarse con el príncipe, pero no todos los padres compartían ese entusiasmo.

"Teresa, deja de decir tonterías sobre casarte con el príncipe."

"¿Por qué no? Si me caso con la familia imperial, también beneficiaría a nuestra familia."

"¡Ay, niña ingenua! Tu padre es parte del Partido Republicano, que está en conflicto con los imperialistas. No solo no podrías casarte con la familia imperial, sino que incluso sería problemático si lo hicieras."

"Si me caso, podemos cambiar de bando. Si mi esposo es el príncipe, ¿quién se atrevería a decir algo?"

"Deja de hablar disparates y ni lo sueñes. ¿Entendido?"

"¡Hmph!"

No parecía que la hija tuviera intención de obedecer a su padre.

***

Al mismo tiempo, se debía avanzar en la construcción de viviendas a gran escala para los inmigrantes urbanos que pronto llegarían.

"Me pregunto si moriré de exceso de trabajo," murmuré.

Construir presas e instalaciones de riego, gestionar la inmigración y supervisar varios negocios, además de iniciar la construcción de viviendas multifamiliares a gran escala... Todo al mismo tiempo. Afortunadamente, la resistencia física que había desarrollado en California y en la academia militar resultaba esencial. Sin esa fortaleza, habría sido imposible aguantar este ritmo, aun siendo joven.

"Señor Andrés, también debe estar agotado," comenté.

"No es nada, su Alteza. Disfruto cada día," respondió, aunque su rostro mostraba claras señales de cansancio.

"Una vez que tengamos suficiente personal, solo tendrás que supervisar las obras. Con los incentivos y beneficios dobles que hemos prometido a los técnicos y arquitectos en la inmigración urbana, deberíamos poder cubrir la demanda."

Me convertí en el príncipe heredero del Imperio MexicanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora