capítulo 45

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Puerto y Astillero (1)


'Ah, la chica de la terraza...'

Era la misma persona que había visto al salir de la fiesta. Pensé que parecía una actriz de cine, con esa expresión aburrida en la terraza. Ahora, viéndola de cerca, su aspecto se sentía aún más irreal.

"Un placer conocerte. Soy Agustín Jerónimo de Iturbide."

Aunque seguramente ya conocía mi nombre, no sabía cómo funcionaban estos encuentros en esta época, así que me presenté cortésmente.

"Un placer. Soy Cecilia Escalante."

Su expresión era algo indiferente, como si no estuviera contenta de estar aquí.

'Interesante.'

No quiero sonar arrogante, pero me consideran uno de los mejores partidos del Imperio Mexicano. Lo pude notar claramente en la fiesta.

"¿Hay algo que no le guste? Si es así, podemos dejarlo para otra ocasión."

"No, no es eso."

A pesar de decir que no había nada malo, tampoco mostraba una actitud entusiasta. No podía saber si era parte de su personalidad o si simplemente no le agradaba. Sin embargo, como respondía con sinceridad, la conversación al menos podía continuar.

"Señorita Cecilia, ¿puedo preguntar cuáles son sus aficiones?"

"Mi afición era la lectura... aunque, en realidad, ya no lo es."

'¿Era la lectura? ¿Eso significa que ya no lo es?'

En un encuentro moderno, esta actitud probablemente sería una señal de que la cita no iba a ninguna parte. Pero en este caso, nuestras familias ya habían arreglado todo. A menos que alguien estuviera absolutamente en contra, este era el encuentro para conocer a la persona con la que uno se iba a casar.

Pensé que había dejado de lado todas mis expectativas, pero quizá aún quedaba algo en el fondo de mi mente.

'Una familia republicana... y antes le gustaba la lectura.'

Guié la conversación hacia su familia, los grandes terratenientes de la península de Yucatán, y mencioné a los arrendatarios y los indígenas que trabajaban en sus tierras.

"Algunas señoritas comentaban que estaban agradecidas de que hubieran 'limpiado' esas 'cosas sucias' de sus haciendas, ya que mejoraba el 'paisaje'."

"¿Cómo puede alguien decir algo así?"

Su tono, que hasta entonces había sido algo neutral, se volvió repentinamente frío.

'¿Qué...?'

Su mirada, al igual que su voz, se volvió helada.

"Esas 'cosas sucias' también son personas."

Me miraba con dureza mientras pronunciaba esas palabras, pero, curiosamente, yo sentí una especie de emoción al escucharla.

"Yo solo estaba repitiendo lo que escuché en la fiesta. Me intriga saber qué parte de eso te molestó tanto."

Mis expectativas crecían.

"El hecho de que me cuentes un chiste así, ¿no implica que tú también piensas de esa manera? Si los tratas de esa forma, algún día te arrepentirás."

Con una advertencia en su tono, su emoción seguía creciendo.

'¿Son personas también?'

Esas palabras no eran algo que uno escuchara de la clase terrateniente del Imperio Mexicano. Pasé horas en la fiesta sin escuchar una sola opinión como esa.

Me convertí en el príncipe heredero del Imperio MexicanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora