Guerra de México-Francia (9)
Si la primera derrota fue un golpe que sacudió a la sociedad francesa como si le hubieran dado en la nuca, la segunda derrota les hizo sentir como si la peor de sus pesadillas se hubiera convertido en realidad. A diferencia de la primera batalla, esta vez nadie descartaba la posibilidad de perder. Sin embargo, el rey, la prensa y figuras de todas las clases sociales estaban convencidos de la victoria, y aunque los ciudadanos proclamaban que ganarían a toda costa, en el fondo albergaban la inquietante duda: “¿Qué pasará si perdemos?”
Incluso los titulares de los periódicos reflejaban este cambio de actitud:
– ¡Otra derrota! ¡Dios, salva a Francia!
– ¿Qué será de Francia ahora?
No culparon al gobierno. El miedo a la derrota había invadido Francia.
“Pero al menos esos mexicanos no podrán invadir la Francia continental, ¿verdad?”
“¡Claro que no! ¡El ejército francés es invencible en tierra firme!”
Aunque intentaban consolarse mutuamente, todos sabían la verdad. Si perdían el control de las rutas marítimas, todo cambiaría. Antes de la guerra, Francia, con la segunda armada más poderosa del mundo, había asegurado numerosas colonias. Incluso se albergaba la esperanza de que, al igual que los ingleses, al expandir su imperio colonial, algún día podrían volver a disputar la hegemonía global.
Era cierto que durante el reinado de Luis Felipe había crecido el descontento de los trabajadores, pero también era un hecho que Francia había disfrutado de un período de estabilidad política y económica que propició su crecimiento. Todo eso se estaba desmoronando con esta guerra.
“¡Asume tu responsabilidad, Luis Felipe!”
“¡Responsabilidad! ¡Responsabilidad!”
Los ciudadanos, desesperados, pronto empezaron a culpar al rey y al gobierno por todo lo ocurrido. Aunque la mayoría había apoyado la guerra, ahora decían que todo fue un engaño, una maniobra de los poderosos y del rey para desviar el descontento interno hacia el exterior.
Las protestas estallaron por todo el país, y miles de ciudadanos de París tomaron las calles. Desde la emblemática Plaza de la Bastilla hasta la Plaza de la Concordia y los Campos Elíseos, las manifestaciones abarrotaban las principales arterias de la ciudad.
Desde el inicio, Luis Blanc y sus compañeros socialistas, que siempre se habían opuesto a la guerra, encabezaban las protestas. Para ellos, el rey y los poderosos aliados con él debían asumir la responsabilidad. Ese era el pensamiento de Luis Blanc.
“¡Ciudadanos! ¿Saben por qué Luis Felipe inició esta guerra? ¡Quería desviar la deuda que México envió y usarla para su propio beneficio! ¡Aquí tengo una traducción de un periódico mexicano! ¡Miren!”
Subido en un modesto estrado, Luis Blanc gritaba con todas sus fuerzas, mientras un hombre, casi hipnotizado, tomaba el documento.
“¿Podría leerlo en voz alta, por favor?”
Sin dudar, el hombre comenzó a leer el artículo frente a la multitud.
“El gobierno mexicano ha rechazado enérgicamente la reclamación francesa de una deuda de 20 millones de pesos, calificándola de extorsión injustificada. Un portavoz del Ministerio de Finanzas mexicano declaró en un comunicado oficial que ‘la deuda que reclama Francia ya ha sido pagada, tanto en capital como en intereses’. Además, señaló que ‘cuando México envió un millón de pesos en plata a Francia, los franceses solo reconocieron haber recibido 800,000, sin dar una explicación clara sobre el paradero de los 200,000 restantes’.

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Me convertí en el príncipe heredero del Imperio Mexicano
Fiction HistoriqueMe convertí en el príncipe heredero. "Si hubiera sabido esto, habría ido a Inglaterra o a Estados Unidos." Ah- Suspiré profundamente. Era un joven común al que le gustaban los juegos de historia. En los juegos de historia aparecen muchos países, per...