Capitulo 139: México-Estados Unidos: La Guerra (12)
El presidente Mosquera de la República de Nueva Granada, tras la ocupación de la capital, Bogotá, por el ejército del Imperio Mexicano, comunicó al comandante mexicano que estaba dispuesto a negociar una paz rápida y unilateral sin consultar con los Estados Unidos.
1 de julio de 1846.
El diplomático mexicano Vicente Álvarez llegó a la capital de la República de Nueva Granada, Bogotá. Sin embargo, no comenzó las negociaciones de inmediato, pues tenía primero otras órdenes importantes que cumplir. Las instrucciones del heredero imperial debían ser ejecutadas con precisión. En el interior del imperio, muchos abogaban por la anexión total de la República de Nueva Granada.
“No, esto no debe manejarse de esa forma. Aunque nos hayan declarado la guerra, la conquista mediante un conflicto sería una carga demasiado grande”, pensaba.
Con suficiente poder, sería posible justificar la anexión de territorios con una excusa tan vacía como el "Destino Manifiesto", pero ¿era realmente necesario?
“Lo más importante para nuestro Imperio Mexicano es Panamá. Debemos asegurarnos de obtener Panamá como parte del tratado de paz, aunque el discurso pueda ser distinto”.
Mientras políticos y burócratas debatían sobre la anexión total o parcial de territorios, el príncipe imperial propuso una estrategia más sofisticada.
"¡Extra, extra! ¡Panamá ha declarado su independencia y quiere unirse al Imperio Mexicano!"
“¿Independencia? Este país ya no es la Gran Colombia. ¿Cómo pueden declararse independientes sin nuestro consentimiento?”
Los ciudadanos de Bogotá, que ya habían presenciado la independencia de Ecuador a la izquierda y de Venezuela a la derecha tras la caída de la federación, veían con frustración la situación. Tras la disolución de la Gran Colombia, Nueva Granada se había convertido en una república centralista precisamente para evitar tales rupturas.
Al leer el manifiesto firmado por decenas de élites locales de Panamá, los ciudadanos de Bogotá se llenaron de ira, pero no podían hacer nada. Soldados con uniformes mexicanos controlaban las calles.
A mediados de julio, la declaración de independencia de Panamá se había extendido por toda Nueva Granada. El presidente Mosquera, incapaz de soportarlo más, fue en busca del diplomático mexicano, Vicente Álvarez.
“¿Qué tipo de artimaña están jugando? ¡Podemos comenzar las negociaciones de paz de inmediato!”
El presidente Mosquera empezaba a intuir los movimientos del Imperio Mexicano. Aún le quedaba tiempo en su mandato, y planeaba negociar rápidamente una paz, culpando de todo al expresidente Pedro Erán.
Era la única forma de salvar el país al borde del abismo. Pedro Erán, quien sin mucho análisis personal promovió una alianza militar con los Estados Unidos por ambición personal, insistió en participar en la guerra una vez que estalló. Él debía cargar con todo el odio y ser ejecutado para que la nación pudiera sobrevivir.
Pero México no se movía al compás de sus intenciones. El ejército imperial controlaba la situación de tal forma que Mosquera no podía dominar la opinión pública, mientras México moldeaba la narrativa a su favor.
Frente a un Mosquera furioso, Vicente Álvarez respondió tranquilamente:
"De acuerdo, hagamos el tratado de paz".
El documento que presentó era sorprendentemente sencillo.
Respetar la decisión de los residentes de la región de Panamá.

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Me convertí en el príncipe heredero del Imperio Mexicano
Historical FictionMe convertí en el príncipe heredero. "Si hubiera sabido esto, habría ido a Inglaterra o a Estados Unidos." Ah- Suspiré profundamente. Era un joven común al que le gustaban los juegos de historia. En los juegos de historia aparecen muchos países, per...