Capítulo 24.

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(Capítulo narrado por Enzo)

La taza de café está casi vacía puesto que la he bebido deprisa, como las otras dos tazas anteriores que me he bebido. Estoy desesperado, ansioso y quizás nervioso. El sonido del reloj de la pared es lo único que rompe el silencio incómodo mientras veo al señor Castro entrar por la cafetería. Nunca imaginé volver a este lugar, ni volver a verlo de nuevo, pero hay algo en mí que no me permite dejar pasar la oportunidad de hablar con él. Camina hacia mí. Ha cambiado, se ve un poco más mayor, con algunas arrugas nuevas, pero aún con esa mirada llena de alegría y esperanza.

-Enzo...-dice parado frente a mi.

-Hola-me limito a decir.

Nos abrazamos, fuerte, como si fuésemos dos amigos que llevan años sin verse y la realidad es que así es, han pasado muchos años desde la última vez que lo vi, han pasado muchos años desde el día que mi vida cambió para siempre.

Respiro profundo mientras él mueve su café como si supiera el motivo de esta reunión. Intento encontrar las palabras adecuadas aunque esto no es fácil y menos con él, quien una vez hace mucho tiempo me trataba como a un miembro más de su familia, como a su propio hijo.

-Gracias por venir a verme. Ha pasado mucho tiempo y quizás esto parezca extraño más necesitaba hablar contigo-digo finalmente.

-Así es Enzo y supongo que si estamos aquí es porque algo importante te ha traído de vuelta, no esperaba verte de nuevo por aquí-dice y después da un sorbo a su café.

Asiento, sabiendo que debo ser honesto, que ya no merece la pena esconder nada. No puedo mentirle y sé que no debo hacerlo.

-Aún la amo. Después de todos estos años intentando olvidarme de ella, ha sido en vano. Irina ha sido y probablemente siempre será, el amor de mi vida-digo tras un suspiro.

-Lo sé muchacho, siempre lo supe. Erais el uno para el otro, aunque ella no lo sabía. Pero dime, ¿por qué ahora? ¿Por qué vienes a hablar conmigo?

Tomo aire y mis manos empiezan a temblar levemente, así que las cierro en un puño para detener el temblor.

-Sé de sobra que comparte su vida con otro hombre, pero tenía que preguntártelo... ¿Ella es feliz?

Su mirada se vuelve más seria que antes, tras unos segundos de reflexión, responde.

-Irina está bien. Ha logrado esa estabilidad que tanto buscaba y sí, creo que ha encontrado la paz. Daniel es... bueno para ella. La cuida y mi hija confía en él.

Esa última frase golpea más de lo que me esperaba, pero la tomo con la cabeza en alto. Después de todo eso es lo único que siempre he querido para ella, que sea feliz, aunque no conmigo.

-Nos vimos en la boda de mi mejor amigo, bailamos y hablamos, pero ya no éramos nosotros... Algo o quizás todo había cambiado-intentó explicarle cabizbajo.

-Mira, querido no voy a engañarte en que hubo un tiempo en el que pensé que eras el indicado. Fue duro para ella cuando te fuiste, tuve que pasar noches entera consolando sus lloros y sus pesadillas... Meses en lo que pensaba que mi pobre Irina no levantaría cabeza. Pero eso también la llevó a encontrar su propio camino, a conocer a Daniel-hace una pausa como si estuviese pensando qué palabras decir-Él es un hombre de gran corazón y se aman.

Quiero decir algo, quiero defenderme pero las palabras no me salen. Yo debía haberme quedado con ella, no debía haber perseguido mi sueño puesto que mi verdadero sueño era ella. Irina siempre fue con lo que yo soñaba y la dejé escapar. Quizás no solo ella fue la cobarde, quizás yo también lo fui.

-Lo entiendo, pero no sé qué hacer. ¿Qué debería hacer en realidad?

El padre de Irina se queda en silencio por un momento y luego suspira.

-El amor a veces también implica saber retirarse, Enzo. Si realmente la amas, dale el espacio para ser feliz, no vuelvas a buscarla. Incluso si eso significa que no esté contigo. Además, yo no sé si ella te ha amado, sé que fuiste muy importante para ella, más nunca me dijo si se enamoró de ti, quizás fue todo parte de un sentimiento de deseo-dice para mí dolor.

-No. Ella nunca me amó, he vivido cinco años sabiendo que no me amaba y que jamás lo hará, pero tenía esperanzas en que hablando contigo encontrase respuestas... O al menos otra opción.

El señor Castro siempre tuvo ese toque de sabiduría, esa capaz de ver lo que los demás no queremos ver. Siempre ha sido un hombre de buenas palabras, cariñoso, amable y cuidadoso.

-Tienes un buen corazón y sé que quieres lo mejor para ella. Y quizás algún día encuentres la forma de cerrar esa herida y seguir hacia adelante. Te lo mereces.

-Gracias por esta conversación, necesitaba escucharlo. Ella siempre será una parte de mí, pero... La dejaré seguir su camino. Otra cosa más, por favor no le digas que esto ha sucedido.

-No lo haré, por ti y por ella.

Nos despedimos con un fuerte apretón de manos y un respeto silencioso. El peso de sus palabras siguen resonando en mi mente, pero debo aceptar que Irina está feliz. Es doloroso pensar que es sin mí, pero al mismo tiempo siento una extraña paz. Si la dejo ir, quizás ambos encontremos ese camino hacia el cierre que necesitamos.

La Saga Destino: Perderme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora