Capítulo 22.

4 4 1
                                    

Lucía siempre ha sido luminosa, de esas personas que parecen brillar incluso en la oscuridad. Pero esta mujer, la que tengo ahora frente a mí, sentada en el sofá de mi casa, parece agotada, desgastada. Su piel ya no luce, ahora es pálida sus ojos están hundidos y su desesperación me desespera a mi también. Daniel nos ha dejado a solas, se ha ido a la habitación para que ambas pudiésemos hablar tranquilas.

Ahora estamos ella y yo. Ni si quiera veo que la quedan fuerzas para sostenerse a sí misma, ni a su bebé. Los recuerdos de quienes éramos, de todo lo que soñábamos, de lo que éramos juntas y de los planes que teníamos me golpean, pero sobre todo el vacío que dejó cuando desapareció sin ninguna explicación. Tengo un nudo en la garganta y no puedo articular palabra, solo me limito a mirar como bebé un vaso de agua que la ha preparado Daniel.

Una mezcla entre rabia y tristeza me inunda. No sé por dónde empezar. No sé si quiero chillarla por lo que me he guardado este tiempo o si solo quiero preguntarle qué ha pasado. El otro día cuando nos vimos en la calle era diferente, casi no hablamos, pero ahora está sentada en mi sofá y no tiene dónde ir.

-¿Cómo has conseguido mi dirección?-pregunto.

-Siempre la supe, aunque tú no me hayas visto yo siempre he estado ahí, sabiendo tus movimientos-dice.

¿Siempre ha estado ahí? ¿Y por qué no volvió? ¿Porque no tuvo el valor de enfrentarse a mí? Miles de preguntas que ya no tienen sentido y jamás lo tendrán.

-¿Qué haces aquí Lucía?-pregunto.

-Sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero... Necesito ayuda.

Me desarma. Escucharla decir eso me rompe, de tal forma que la rabia y el dolor desaparecen y ahora solo vuelve a ser amor hacia ella, cariño por el pasado compartido.

-¿Qué necesitas?-preguntó manteniendo la voz más neutra que puedo.

-Sabes que estoy embarazada y que no tengo dinero, me han echado y yo... Yo necesito que me dejes quedarme aquí un par de días, solo hasta que encuentre un sitio donde ir.

Quiero decirle que no, que después de todo este tiempo y el daño que me hizo no se merece mi ayuda, que no puede aparecer de la nada y pedirle algo así al mismo tiempo, pero a la vez no puedo ignorar a desesperación en su voz y el cansancio de su mirada.

-¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste de la nada? No sabes el daño que me hiciste Lucía...

Ella baja la cabeza, incapaz de sostenerme la mirada.

-Creía haberme enamorado Irina, pero me equivoqué, perdí todo, te perdí a ti. Tú siempre has sido mi mejor amiga y te abandoné, lo siento, no es excusa y sé que no puedo pedirte que vuelvas a quererme o a aceptarme, pero eres la única persona que tengo...

No quiero ser débil, no quiero mostrarme así ante ella, no después de lo que me ha costado el olvidar aquello. Contengo las lágrimas a pesar de sentir que me queman los ojos, pero no dejaré que ella me vea así.

-Puedes quedarte-digo.

-¿Cómo dices?-pregunto con los ojos iluminados.

-Puedes quedarte, por ahora. Pero esto no cambia nada, lo que hiciste sigue ahí. Hablaré con Daniel sobre esto, puedes dormir en el sofá esta noche y mañana te diré algo más-digo levantándome.

Asiente. Su expresión es de alivio pero de tristeza también. Sé que ambas tendremos que enfrentarnos a cosas. Pero por ahora, dejo que se quede, porque aunque no lo quiera admitir no puede abandonarla y menos, con un bebé en camino.

Subo a la habitación, donde Daniel me espera ansioso y en pijama.

-¿Qué ha pasado?-pregunta.

-Me ha pedido si podía quedarse una temporada, un tiempo o quizás solo unos días...-intento explicarle.

-¿Y qué has decidido?

-Le he dicho que podría quedarse esta noche, pero que hablaría contigo sobre ello y mañana la diría algo.

Sus ojos reflejan sorpresa y comprensión. Él siempre ha sido una persona compasiva, pero sé que esto es distinto. Esto significa traer a una persona de mi pasado a nuestro presente, a nuestro hogar y a nuestra vida, por lo que no sé cómo se lo tomará.

Asiente, pensativo y su silencio se prolonga un momento. Pero al fijarme en sus ojos veo esa comprensión que tantas veces me ha dado, incluso cuando a veces no la he merecido.

-Irina, ella fue importante para ti, no te culpo. Es normal que quieras ayudarla a pesar de... Ya sabes, del daño que te hizo en un pasado-dice cogiendo mi mano.

-Ella era como una hermana para mí, su partida fue como perder una parte de mí. Pero ahora verla en esta situación me hace darme cuenta de que aunque ella no hubiese hecho lo mismo, yo no puedo darle la espalda.

Me toma de la mano. Y acaricia mi mejilla, lo cual me reconforta.

-Entonces, lo haremos juntos. Te apoyaré. Quiero que sepas que no estás sola y que puedes contar conmigo, no tienes que cargar con esto sola Irina, no mientras yo viva-dice sonriendo.

Le beso. Su generosidad me deja sin palabras. No cualquiera aceptaría esto, pero me siento aliviada de que mi vida sea compartida con Daniel y no con otra persona. Sé que con él estoy a salvo y que siempre está dispuesto a ayudarme y a apoyarme en todo, Daniel es mi refugio, lo ha sido siempre y yo en cambio, aún tengo rincones oscuros en mi corazón donde no le dejo entrar.

-No sé qué haría sin ti-digo mientras me cae una lágrima.

-Construimos una vida juntos, somos amor, somos familia y somos un equipo.

Nos besamos, pero es un beso dulce y cálido. Dejando que nuestros sentimientos se hagan cargo de todo.

Mientras le escucho una mezcla de paz y ansiedad me inunda. Paz porque sé que tengo a alguien incondicional a mi lado y ansiedad porque el regreso de Lucía no será tan fácil y sencillo de manejar.

Al acostarme a su lado me siento protegida, a pesar de ser consciente de todas las preguntas y recuerdos que traerá a mi vida la vuelta de Lucía y de cuanto me dolerá tener que recordar momentos cada vez que la vea.

La Saga Destino: Perderme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora