Capítulo 5.

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Ahí está Daniel, con su rosa de todos los días. Ojalá pudiese decirle que no me gustan las flores y que los girasoles son mi debilidad, aunque hace tiempo que ya no me gustan como antes, ahora me recuerdan a una época de mi vida que no es necesario pensar en ella.

Corro a sus brazos y le beso repetidas veces.

-¿Algún día dejarás de regalármelas?-le pregunto.

-El día que no estemos, e incluso después seguiría haciéndolo, las dejaría junto a tu tumba cada día.

-¡Oye! Puedes morir tú antes que yo-digo poniendo los ojos en blanco.

-Con lo que fumas, lo dudo-ríe.

Siempre dice que el tabaco me acabará matando y quizás tenga razón. Daniel es una persona sana y saludable, deportista y preocupado por su salud, algo que yo no.

-Querías que te quedase romántico y te ha quedado horrible.

-Cariño, quería que me quedase épico y me quedó legendario-dice riéndose.

-Por favor, deja de ver las redes sociales, por mi bien y también un poco por el tuyo.

Ambos nos reímos y me ayuda a cerrar la tienda para irnos a casa, donde mi padre nos espera para que nos reunamos con él. Le dimos las llaves de casa por si en algún momento tenía que entrar si no estábamos nosotros. Los padres de Daniel murieron cuando él era muy pequeño en un accidente de coche, a él le crió su abuela la cual falleció también por vejez, mi padre y yo somos la única familia que tiene.

A veces pienso que Daniel empatizó siempre conmigo por el hecho de haber perdido a sus padres, como yo perdí a mi madre y a mi hermano. Solo las personas que han pasado por eso pueden llegar a entenderlo y es por lo que creo que ambos encajamos tan bien en ese sentido también. Daniel sueña con tener una gran familia, mínimo tres hijos, no es algo con lo que yo esté de acuerdo ya que como mucho me gustaría tener dos, niño y niña, pero tres me parece excesivo. Aunque entiendo su sueño de tener muchos hijos y de poder criarles como sus padres no pudieron hacer con él.

Daniel es un hombre fuerte, a pesar de la soledad con la que ha lidiado nunca se ha sentido solo, siempre ha sabido apañárselas y cuidó a su abuela hasta el último día, supongo que por eso tiene ese instinto de cuidarme a mí tan bien como lo hace, porque ha estado acostumbrado a hacerlo durante años.

Llegamos a casa y corro a abrazar a mi padre. Los años también han pasado por él y se nota que va envejeciendo, pero siempre será igual de guapo y perfecto para mí.

-¡Mi niña! Cuánto te he echado de menos-dice mientras continúa abrazado a mí.

-Papá, qué guapo estás-le digo acariciando su mejilla.

-A ver a quien te crees que te pareces.

-A mamá-digo vacilando.

Daniel y mi padre también se abrazan. Los tres nos dirigimos a la cocina para preparar la cena. Ayer Daniel compró para hacer una gran ensalada y unos filetes de pollo empanados con patatas fritas.

Mientras que Daniel y yo preparamos la cena mi padre se encarga de poner la mesa para que nos sentemos todos después.

Daniel me llena de pan rallado jugando y yo le tiro un huevo en la cabeza. Siempre que cocinamos juntos acabamos llenos de comida por jugar con ello, ya es costumbre.

-¡Irina que asco! El huevo no...-dice quitándose el huevo de la cabeza.

-Es como si llevases gomina, estás guapísimo-le digo dándole un beso llena de pan rallado.

-Deberíais casaros, además, quiero nietos-dice mi padre.

-¡Papá! Todavía es pronto para darte nietos, lo siento por ti. Y respecto a la boda... ¿Tienes algo que pedirme Daniel?

-¿Y por qué no me lo pides tú?-me pregunta Daniel.

-¡Tienes que hacerlo tú! Y además tienes que superar a la vez cuando me pediste que fuese tu novia y lo veo difícil-digo recordando el momento.

Recuerdo aquel día como si fuese ayer. Un 17 de Abril, me invitó a cenar en un jardín enorme. Cuando íbamos llegando a nuestra mesa unas letras se iluminaron con la frase: "¿Quieres formalizar nuestro desastre?" Pétalos de rosas empezaron a salir disparados por el aire. No podía decir que no, después de tantos meses saliendo era el momento de formalizarlo. Siempre decíamos que lo nuestro era un desastre, porque en realidad lo era, bueno tal vez quien era el desastre, era yo, con mis dudas y miedos que me impedían dar el paso con Daniel.

-Es que soy increíble, si me dejas algún día no lo entendería-dice riendo.

-Sabes que jamás podría dejarte-digo dándole un beso.

Mi padre sonríe al vernos tan felices, sé que se alegra incluso más que yo de verme tan bien y feliz con Daniel después de todo lo que sufrí en mi relación con Álvaro hace años. Era tan solo una niña, pero fueron los peores años de mi vida, fue de los peores momentos de mi vida junto con la muerte de mi madre y Fran.

-¡La cena está lista!-dice Daniel.

La Saga Destino: Perderme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora