La mañana trae consigo una calma pesada, rota solo por el crujido de las tablas bajo nuestros pies mientras Enzo y yo recorremos la casa recogiendo las pertenencias de su padre. Cada objeto que encuentro, cada fotografía enmarcada, parece anclarme un poco más al pasado que compartimos.
Enzo está en silencio mientras examina una vieja colección de relojes en una de las estanterías, y me doy cuenta de cómo la nostalgia asoma en sus ojos. Me acerco, tocando con cuidado uno de los relojes.
-Mi padre era un gran coleccionista- dice apenado.
-Enzo, lo siento tanto... ¿Puedo preguntarte cómo pasó?
-Estaba enfermo, llevaba varios meses con cáncer y bueno... Supongo que era más fuerte que él.
Agarro su mano. Quiero que sienta mi aprecio y mis condolencias hacia su pérdida. Lamento que no hayan tenido una buena relación y que a pesar de ello, Enzo le guarde un amor tan grande.
La tarde pasa entre cajas y conversaciones a media voz, intentado no distraernos con aquello que un día fuimos. Pero, cuando llega la noche y cenamos en la pequeña cocina, la tensión se ha vuelto tan palpable que apenas puedo mirarlo sin sentir que algo en mí se remueve.
-Creo que necesitamos un poco de vino, quizás bastante- dice Enzo de repente, y no puedo evitar reírme, asintiendo.
Acepto una copa, luego otra, y al cabo de un rato, ambos estamos riéndonos de cualquier cosa, como si el vino nos diera permiso para soltar toda la presión acumulada. Él pone música en un pequeño altavoz, y de pronto se levanta, extendiéndome una mano con una sonrisa traviesa.
"Memories" de Conan Gray suena en el altavoz.
-Yo... No creo que sea adecuado- intento decir sin trabarme.
La canción parece estar hecha para nosotros, como si supiera exactamente por lo que estamos pasando ahora mismo al mirarnos con unos ojos llenos de amor y recuerdos juntos.
-Antes solíamos hacerlo, ¿por qué no ahora?- pregunta insistiendo.
Acepto su mano, y pronto estamos girando por la sala, un poco torpes, un poco borrachos, pero riendo como hace años no lo hacíamos. Siento el latido de su corazón al apoyar mi cabeza en su hombro, y cada paso me trae recuerdos de noches en las que éramos tan felices, tan únicos y, tan nosotros.
Levanto la vista, y no puedo evitar fijarme en él. El cabello largo y desordenado, la sonrisa despreocupada que se ha suavizado con los años. Me doy cuenta de lo guapo que sigue siendo, quizás incluso más que antes.
-¿Por qué tienes que ser tan guapo? Esto lo complica todo- digo arrepintiéndome en el acto.
Él se detiene, sorprendido, y me mira con intensidad, como si intentara leer algo en mi expresión. Dejamos de bailar y nos sentamos de nuevo.
-¿Qué complica? Irina tú nunca me has visto con esos ojos, es el vino- dice intentado calmar la tensión que se ha generado entre nosotros.
-Ojalá fuese cierto. Dios mío si supieras cuánto te amaba...
Es como si mis palabras saliesen solas, como si no pudiese controlarlas y me odio por ello. Pero aunque me encantaría decir que me arrepiento, no lo hago. Porque tengo al hombre al que he amado tanto, delante mía y no pienso engañarme más.
-Irina, ¿qué estás diciendo? Tú... ¿Por qué no lo dijiste?
-Iba a hacerlo, pero escuché aquella conversación donde te ofrecieron el papel y entonces supe que debía retirarme- digo con una pequeña sonrisa entristecida.
-No estás hablando en serio.
-Te lo juro, te amaba.
Acabo de jurar. Yo misma me doy cuenta de que nuestras expresiones cambian cuando juro haberle amado. Enzo sabe que yo jamás he jurado nada, a nadie. Porque odio las promesas y los juramentos y él lo sabe. Por eso su mirada cambia en cuanto me oye decirlo.
Nos levantamos de las sillas, como si nuestros cuerpos estuviesen hablando solos y no pudiésemos hacer nada por detenerlos. Nos acercamos y nos miramos, observándonos como años atrás lo hacíamos. Deseándonos cada vez más.
Él me observa en silencio, y entonces, casi con un susurro, me pregunta:
-Irina, ¿todavía me amas?
Sus palabras me golpean, y sé que no puedo mentirle. No después de todo lo que hemos compartido.
-Sí -le admito, apenas un susurro—. Te amo y eso me aterra, porque me doy cuenta de que quizás nunca deje de amarte.
Él cierra los ojos por un momento, como si mis palabras fueran demasiado, como si escucharlas después de tantos años fuera una mezcla de alivio y dolor.
-¿Por qué no lo dijiste? Yo necesitaba saberlo por aquel entonces...
-No podía. Era demasiado para mí saber que quizás renunciabas a tu sueño si lo hacía y yo...
-¡No más mentiras por favor! Irina por favor... ¿Por qué no lo hiciste?
-Me daba miedo, tenía miedo de quererte más de lo que ya lo hacía y de necesitarte. No había sentido eso nunca y me aterraba.
-Te daba miedo enamorarte de mí y lo respeto, pero jamás podré perdonarte que me dejases ir sin decirme la verdad, las mentiras son elecciones con malas intenciones, los errores los puede cometer cualquiera.
Las palabras quedan suspendidas entre nosotros, y el silencio se vuelve denso, casi tangible. Siento su mirada fija en mí, y el impulso de acercarme, de borrar el tiempo y la distancia que nos separan, me quema por dentro. Enzo se acerca a mí, como si a pesar de odiarme por mentirle, necesitase más de mí.
Podría besarle, abrazarle o tan solo acercarme a él. Pero en lugar de eso, cierro los ojos, recordando los motivos que me llevaron a seguir adelante, a construir una vida diferente. Y pienso en Daniel, el hombre que ha confiado en mí y al que no debo fallar.
-Enzo... No puedo- susurró mientras me alejo- No puedo hacerle esto a Daniel.
-¡Deja de pensar en Daniel! Deja de pensar en el mundo Irina. Por una vez, piensa en ti. ¿Qué es lo quieres hacer tú?
Sus palabras me impiden seguir caminando. Me giro a mirarle y algo dentro de mí cambia por completo al darme cuenta de lo que en realidad quiero. Quiero a Enzo. No pienso en otra cosa y corro hacia él.
Después de tantos años soñando con este momento, se hace realidad. Nuestros labios se juntan. Pasión, deseo, amor y sobretodo, esperanza. Todas esas emociones se juntan en mi interior con tan solo un beso.
Siento su mano en mi espalda, tirando de mí hacia él, como si intentara que no hubiera separación alguna. La pasión que compartimos en este beso es tan fuerte que no me importa lo que pueda pasar después.
Es como si todo lo que he guardado en mi corazón durante todos estos años por fin encontrara un lugar en él.El beso se profundiza, y aunque en el fondo sé que esto está mal, que he cruzado una línea que tal vez no pueda volver a borrar, no puedo evitarlo. Mi cuerpo reacciona a sus caricias, a su cercanía.
Me siento confundida, vulnerable, y al mismo tiempo, no quiero que este momento termine. Quiero seguir sintiéndolo cerca, sentir su presencia, aunque sé que esta lo traerá consecuencias. Aunque sé que Daniel jamás podrá perdonarme.

ESTÁS LEYENDO
La Saga Destino: Perderme.
RomansaSegundo libro de la saga destino. Cinco años han pasado desde que Irina tomó una de las decisiones más difíciles de su vida, abandonar a Enzo. Dicen que dejar ir a quien amas es una forma cobarde de amar, pero ella sabía que debía dejarle ir para q...