Capítulo 40.

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La puerta de casa parece más pesada de lo habitual cuando la abro. Mi cuerpo está agotado, como si llevara días sin dormir. Pero sé que no es el cansancio físico lo que me está agotando; es el peso de lo que llevo dentro. Al cruzar la puerta, el calor familiar del hogar me recibe, pero en lugar de reconfortarme, me siento aún más perdida.

- ¿Irina? -escucho la voz de Daniel desde la cocina, llena de sorpresa.

Me giro hacia él justo cuando aparece ante mis ojos. Está con una espátula en la mano, probablemente cocinando, y tiene el ceño ligeramente fruncido. No esperaba verme tan pronto. Todavía debería estar en esa casa con Enzo.

-Has vuelto antes -dice, esbozando una pequeña sonrisa mientras deja la espátula-. ¿Va todo bien?

Intento responder, pero no puedo. Es como si las palabras se hubieran quedado atascadas en mi garganta, y lo único que logro hacer es pararme en medio del salón, sintiéndome como un fantasma en mi propia vida. Derramando lágrimas ante mi novio, el cual no entiende nada.

- ¿Irina? -pregunta de nuevo, acercándose a mí, esta vez con preocupación en su mirada-. ¿Qué pasa?

Y entonces todo dentro de mí se rompe. Intento cubrirme el rostro con las manos, pero Daniel ya está frente a mí, tomándome por los hombros.

-Hey, hey, ¿qué ocurre? -me pregunta con urgencia. Su voz está llena de miedo y amor al mismo tiempo, lo que solo hace que me duela más.

-Lo siento tanto, Daniel... —Es lo único que consigo decir al principio, entre sollozos que hacen que mis palabras se quiebren-. Yo...

Él me abraza, envolviéndome con sus brazos fuertes, y por un momento me dejo llevar por su calor, por esa seguridad que siempre me ha dado. Pero no puedo esconderme en él, no después de lo que he hecho. Me aparto, limpiándome las lágrimas con la manga de mi jersey, aunque siguen cayendo sin control.

-Daniel, tengo que decirte algo.

- ¿Qué pasa? Me estás asustando cariño- pregunta, frunciendo el ceño. Ahora su preocupación ha pasado a ser algo más oscuro, como si intuyera que lo que viene no le va a gustar.

Respiro hondo, pero mis palabras salen atropelladas, mezcladas con lágrimas.

-Enzo y yo... -mi voz tiembla, y tengo que obligarme a mirar a Daniel a los ojos-. Lo siento Daniel, no sé cómo pudo pasar... Nosotros... Lo siento.

La habitación queda en silencio. Un silencio que parece interminable, pesado, asfixiante. Daniel me mira como si no entendiera lo que acabo de decir, como si las palabras no tuvieran sentido para él.

- ¿Qué? -pregunta finalmente, en un susurro.

-Fue un error... No sé cómo permití que pasara, pero pasó, y tenía que decírtelo.

- ¿Un error? -repite, y su voz ya no es un susurro. Ahora es más firme, más cargada de dolor-. ¿De verdad pretendes que te crea?

Lo miro, rogando que pueda entender lo que ni siquiera yo entiendo, pero su rostro está endurecido. Nunca lo había visto así.

-Daniel... —intento acercarme a él, pero da un paso atrás, apartándose de mí.

- ¿Sabes cuánto he confiado en ti, Irina? -pregunta, su voz temblando por la rabia contenida-. ¿Cuánto me he esforzado durante años para que seas feliz y para que confiases en mí?

-Lo sé... Lo sé, y lo siento -respondo, mi voz quebrada por las lágrimas-. Pero tenía que decírtelo. No podía guardármelo.

-Oh vaya. Resulta que hora debería darte las gracias por ello, ¿no?

Daniel se pasa una mano por el cabello, caminando de un lado a otro de la sala. Parece estar intentando calmarse, pero no lo consigue del todo.

-Sabía que le amabas y aún así, confié en ti y tú... Me has fallado Irina. ¿Por qué?

-No lo sé. -Mi voz es apenas un susurro-. Creo que... creo que todavía no había cerrado esa parte de mi vida, y cuando lo vi...

- ¡Claro que no la habías cerrado! -interrumpe, alzando un poco la voz, pero sin gritar.

Sus palabras me golpean como una bofetada, porque tienen razón. Daniel siempre estuvo ahí, reparándome cuando yo estaba rota, mientras que Enzo fue quien me rompió en primer lugar.

-Te quiero, Daniel -le digo, mi voz temblando-. Te quiero más que a nada en este mundo.

- ¿Y cómo pretendes que te crea ahora? -pregunta, con los ojos brillando de rabia y dolor.

No sé qué responder. Solo sé que tengo que intentarlo.

-No puedo cambiar lo que pasó, pero quiero arreglarlo. Quiero luchar por nosotros. Somos nosotros, siempre hemos sido nosotros y será así para siempre.

-Eras la única persona en este mundo que podía hacerme daño, la única que podía destrozarme y lo has hecho.

Pensar que se siente así me está matando. Estoy temblando por sentir su dolor y por ver cómo nuestra vida, esa que construimos juntos, se está rompiendo. Por mi culpa.

-Daniel no sé qué hacer. Te quiero, pero Enzo ha sido siempre muy importante para mí y me odio por ello, por haber permitido que alguien de mí pasado arruine nuestro futuro...

-He estado años compitiendo con alguien por tu amor y no era consciente de ello, lo cual significa que no me has dejado pensar ninguna estrategia y siempre ha existido un ganador.

- ¡Esto no es una competición Daniel! Es la vida real, no hay un ganador y no se trata de elegir a uno u a otro. Se trata de que he arruinado nuestra relación- digo con una mezcla de rabia e importancia.

-No voy a hacerte elegir, porque por mucho que me cueste aceptarlo, sé que no me elegirías a mí, siempre será Enzo.

- ¿Qué?-. Pregunto incrédula ante su comentario. Me duele que piense que yo tengo la decisión tan clara, me duele que dude tanto de mi amor hacia él, a pesar de que tiene todo el derecho del mundo para hacerlo.

-Veo como se te iluminan los ojos cuando hablas de él, conmigo jamás te ha pasado eso.

-No es eso Daniel... No es así.

- ¿Y cómo es entonces?

-Es mirarte y siento la sensación de que nadie me ha querido como tú, en cambio le miro a él y sé que jamás voy a poder querer a nadie de esa forma- digo sincerándome todo lo que puedo a pesar de que vaya a hacerle más daño.

Necesito que sepa lo que pasa en realidad. Necesito que sea consciente de que amo a Enzo más de lo que creía y de que sigo enamorada de él. Aunque sigo queriendo mantener a Daniel en mi vida. Me odio por ser tan egoísta y sé que Daniel me odia de la misma forma en estos momentos. Y no le culpo.

Daniel me mira durante un largo momento, y por un segundo creo que va a decir algo más , pero en lugar de eso, simplemente se da la vuelta y camina hacia la habitación.

-Necesito tiempo, Irina -dice.

- ¡Espera Daniel por favor!-. Corro hacia él e intento abrazarle, pero se aleja unos pasos de mí.

-Acabas de decirme que amas a otro hombre más que a mí. Necesito tiempo para asimilar esto. Quizás te perdone porque te amo demasiado como para perderte, pero necesito tiempo Irina. Creo que me lo merezco y que me lo debes.

Me quedo sola en el salón, rodeada de un silencio que parece ensordecedor. Me dejo caer en el sofá, abrazándome a mí misma mientras las lágrimas siguen cayendo. He cometido un error terrible, y no sé si algún día podré arreglarlo.

Lo que está claro es que no puedo quedarme en esta casa. Debo irme para que ambos nos tomemos el tiempo necesario para aclarar nuestra situación y ver qué ocurre con nosotros. Quizás nos venga bien para darnos cuenta de que debemos estar juntos o este tiempo me haga ver que debo volver con Enzo y ser feliz a su lado. A pesar de que sé que no es posible como me gustaría, porque Daniel es importante y le quiero también. Por lo que empiezo a entender que quizás lo mejor sea estar sola un tiempo y encontrarme de nuevo, porque ahora, he vuelto a perderme.

La Saga Destino: Perderme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora