La noche es calurosa, pero el frío de mis pensamientos hace que no sea para tanto mientras camino junto a Alexis hacia el restaurante. Él no para de hablar sobre lo bueno que es el sushi del lugar al que vamos, pero mi mente está en otro lado. El peso de las decisiones sigue ahí, aplastándome, aunque intento poner una cara tranquila.
-Te va a encantar, ya verás -dice Alexis mientras abre la puerta del restaurante. El aroma a pescado fresco y salsa de soja llena el aire, y por un momento, dejo que el entusiasmo de Alexis me contagie.
Edi ya está sentado en una mesa junto a la ventana, revisando el menú. Cuando nos ve, se levanta con una sonrisa cálida y me saluda con un abrazo.
Es guapo. Tal y como lo imaginaba. Es bastante alto y muy delgado. Su piel es blanca y sus ojos son de un verde oliva, tiene el pelo rizado y rubio. Ahora entiendo porque Alexis habla a todas horas de su sonrisa, es muy contagiosa.
-Irina, es un placer verte. Alexis habla de ti todo el tiempo.
-Espero que cosas buenas -respondo, esbozando una sonrisa.
Por supuesto, aunque con él nunca se sabe. -Me guiña un ojo, y Alexis lo golpea suavemente en el brazo después de darle un beso, para después sentarse.
Hacen muy buena pareja, se nota que ambos se complementan y que tienen una buena química, lo cual me alegra, porque mi amigo se lo merece después de tantas decepciones.
Nos acomodamos, y Alexis toma el control del menú, como siempre. Es él quien se asegura de pedir una selección variada, insistiendo en que pruebe de todo.
- ¿Cómo estás Irina? pregunta Edi mientras jugamos con los palillos.
-Sobreviviendo. -Digo la verdad, aunque trato de restarle peso con una sonrisa.
-Vamos, ella es más fuerte de lo que cree, solo que aún tiene que darse cuenta. -interviene Alexis, dándome una mirada cómplice.
El primer plato llega: nigiri de salmón fresco, presentado sobre una bandeja de madera. Mientras comemos, las bromas entre Alexis y Edi llenan el aire, y poco a poco me siento más relajada. Es curioso cómo la presencia de personas que te hacen reír puede calmar incluso las tormentas internas.
- ¿Cuándo vas a volver a la tienda? -pregunta Edi con naturalidad.
-Todavía no lo sé -respondo, bajando la mirada hacia mi plato. Alexis me observa, y sé que está evaluando si debería intervenir o no.
-Cuando esté lista, volverá -dice Alexis, con un tono que no deja lugar a discusión.
La conversación cambia de rumbo y nos lleva a reírnos de una anécdota sobre un cliente que confundió wasabi con guacamole la última vez que fueron a cenar a un restaurante de sushi. Alexis imita al cliente y Edi se dobla de la risa mientras yo trato de no escupir mi bebida.
Por un rato, olvido todo. Olvido a Daniel, a Enzo, y a la encrucijada en la que estoy atrapada. Solo estoy aquí, disfrutando de la compañía de dos personas que claramente se aman y que me han acogido en su pequeña burbuja de felicidad, aunque sea solo por hoy.
Cuando terminamos de cenar, Edi insiste en que pidamos postre.
-Necesitamos algo dulce para cerrar la noche.
-Como si tú no fueras lo suficientemente dulce- bromea Alexis, y yo no puedo evitar sonreír.
Edi se sonroja un poco, pero responde con un beso rápido en los labios de Alexis. Es un gesto simple, pero tan natural, que me hace pensar en cómo debería sentirse el amor: ligero, espontáneo y sin tanto dolor.
Cuando salimos del restaurante, Alexis y Edi discuten sobre cuál es el mejor helado en la ciudad, y yo los sigo en silencio, disfrutando de la frescura de la noche y del simple placer de estar con ellos.
Por un momento, me permito soñar con que algún día pueda tener algo así: un amor tranquilo, sin dudas ni cicatrices. Pero sé que ese día todavía está lejos. Todavía me queda mucho recorrido hasta llegar a eso que deseo y sé que será un camino complicado, pero el cual estoy dispuesta a seguir.
Caminamos juntos hasta el coche de Edi, y mientras Alexis y él continúan con su debate interminable sobre helados, me apoyo contra la ventana, dejando que el aire fresco de la noche acaricie mi rostro. Me siento un poco más ligera, aunque sé que en cuanto llegue a casa, volveré a sentirme igual de mal que esta mañana.
- ¿Y tú, Irina? -pregunta Edi-. ¿Cuál es tu favorito ?
- ¿De Helado? -repito, volviendo al presente.
-Sí, de helado. Estamos en medio de un debate filosófico muy serio. Necesitamos tu opinión para resolverlo.
- ¿De qué iba a ser si no?
No sé qué responder a la pregunta de Alexis, pero sí que en mi mente se acaba de producir una equivocación puesto que estaba pensando en Daniel y Enzo, y en quien de los dos era mi favorito.
Me río suavemente. Es un alivio que me saquen de mis pensamientos, aunque sea por un instante.
-Mmm... diría que menta y chocolate
-Sabía que tenías buen gusto, pero esto lo confirma- dice Edi con una sonrisa, mientras Alexis lo mira fingiendo indignación.
- ¿Menta? -Alexis exagera su reacción, llevándose una mano al pecho-. Pensé que te conocía, Irina. Estoy decepcionado. Que asco.
-Claro, porque tú no puedes soportar nada que no tenga caramelo o fresa -respondo, entre risas.
La conversación sigue ligera hasta que llegamos a casa de mi padre. Cuando me bajo del coche, me giro hacia ellos.
-Gracias por esto, chicos. Lo necesitaba.
-Siempre que quieras escapar, ya sabes dónde encontrarnos -dice Alexis, dándome un abrazo antes de subir de nuevo al coche.
- ¡Adiós Edi! Ha sido un placer.
-Nos veremos pronto Irina- dice desde dentro del coche.
Los veo alejarse. Entro a la casa con cuidado, intentando no despertar a mi padre, aunque todavía está en el salón con el guión abierto. Lo saludo brevemente antes de ir a mi habitación, donde me dejo caer sobre la cama.
A pesar de la distracción de la cena, las dudas regresan con fuerza. Daniel, Enzo, mi vida, mis errores... Todo me golpea de nuevo. Cierro los ojos, deseando poder detener mi mente, pero en su lugar, vuelvo a pensar en sus rostros. Ambos me han amado de maneras diferentes. Y ambos me han marcado de formas que aún no sé si podré reparar.
Mientras la noche avanza, me pregunto si algún día encontraré las respuestas. O si seguiré atrapada en este limbo entre lo que es correcto y lo que me dicta el corazón. Por ahora, todo lo que puedo hacer es intentar dormir. Mañana será otro día, y quizás, solo quizás, me acerque un poco más a entender lo que realmente quiero.
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La Saga Destino: Perderme.
RomanceSegundo libro de la saga destino. Cinco años han pasado desde que Irina tomó una de las decisiones más difíciles de su vida, abandonar a Enzo. Dicen que dejar ir a quien amas es una forma cobarde de amar, pero ella sabía que debía dejarle ir para q...