Capítulo 37.

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Me despierto, pero el peso de la noche anterior aún se siente en el aire. Enzo duerme a mi lado, su respiración es tranquila, pero yo no puedo evitar sentir una mezcla de emociones que me golpean con fuerza. Mi corazón late con rapidez, como si aún estuviera atrapada en la intensidad de lo que ocurrió. Me siento culpable, perdida, pero también llena de algo que no puedo ignorar.

Me levanto con cuidado, tratando de no hacer ruido, y me dirijo a la ventana. El paisaje sigue siendo el mismo, el campo cubierto de girasoles, pero hoy todo parece distinto. La noche que compartimos, el beso que no esperaba, han cambiado algo entre nosotros. Algo que ya no puedo deshacer.

Preparo el desayuno mientras trato de ordenar mis pensamientos, oigo el sonido de Enzo llegando a la cocina. Me doy la vuelta y lo veo, con los ojos entreabiertos, mirando hacia mí con una expresión que no logro leer.

-Buenos días- dice con voz ronca, pero su tono es suave, casi cauteloso.

-Buenos días- respondo, aunque mi voz suena más vacía de lo que quiero admitir. Intento sonreír.

Pasamos la mañana en silencio mientras seguimos recogiendo las cosas de su padre. Todo es raro, incómodo. Nos miramos de reojo, pero no hablamos de lo que sucedió la noche anterior. Algo nos impide hacerlo, como si decirlo en voz alta lo hiciera más real, lo hiciera irreversible. Ambos sabemos lo que ocurrió, sabemos lo que sentimos, pero no podemos ponerlo en palabras.

Cuando llega la tarde, y tras una comida que casi no saboreamos, finalmente se rompe el silencio.

-Irina...

- ¿Qué pasa?- pregunto, aunque ya intuyo a dónde va esto.

-Lo que pasó anoche... -su voz se corta, como si buscara las palabras adecuadas.

-Yo... no sé si debimos hacerlo -le digo. Siento un nudo en el estómago. Sé que no debimos, pero también sé que no pude evitarlo. No pude ignorar lo que siento por él, lo que siempre he sentido.

Enzo da un paso hacia mí, su rostro está lleno de dolor, pero también de un amor profundo que no puedo negar.

-Irina... yo también lo siento. Sé que estás con Daniel y que le quieres, pero no quiero perderte. No puedo. -sus palabras me atraviesan, y veo el mismo miedo en sus ojos que siento en los míos.

-Ambos sabemos que esto no puede volver a ocurrir Enzo. Yo... yo estoy con Daniel. Y no es justo para él.

Él se aleja un paso, y por un momento, parece que va a decir algo más, pero se queda en silencio, observándome, luchando con lo que está pasando entre nosotros.

-Entonces, ¿eso es todo? ¿Me estás dejando otra vez?

El dolor en sus palabras me llega al alma, pero sé que no puedo quedarme. No debo quedarme.

-No te estoy dejando, no puedo dejar algo que ni siquiera ha empezado —respondo, con un suspiro. —Mi única relación es con Daniel y eso debes entenderlo.

Enzo asiente, pero su mirada aún está llena de incertidumbre. Y en ese momento, siento que todo lo que hemos vivido está colapsando. Lo que parecía tan real, tan fuerte, ahora se está desmoronando a su alrededor.

Y aunque sé que debo hacer lo correcto, el amor que aún siento por él me consume por dentro.

- ¿Qué te parece si salimos un rato? -dice finalmente, intentando cambiar de tema, quizás buscando una forma de desconectarnos de lo que acaba de suceder.

- ¿Salir? ¿A dónde? -pregunto, un poco sorprendida, pero sin dudarlo.

-A dar un paseo con la barca -responde, con una ligera sonrisa. -El agua siempre me ayuda a pensar, y sé que a ti te gusta. Podría ser lo que necesitamos para despejarnos, ¿no crees?

La Saga Destino: Perderme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora