Capítulo 35 Frente a frente

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Hidan observó con cautela al niño de cabellos blancos que los miraba con una sonrisa torcida. Aquel color era antinatural, al igual que los cuernos negros que emergían de su cabeza, altos y amenazantes, los cuales contrastaban con la máscara del demonio Ratón que cubría solo la parte superior de su rostro, dejando al descubierto una boca afilada y unos ojos verdes jade que brillaban con una intensidad escabrosa. Aquellos ojos, aunque inusuales, eran un rasgo distintivo que sugería la posible ascendencia Dehyre del chiquillo, pero Hidan sabía que las apariencias podían engañar; después de todo, Saya era una Barauz cuyos iris se habían vuelto amarillos por el poder demoníaco, y Córcona, un sininen de ojos azules, había visto sus pupilas tornarse rojas como la sangre. No obstante, el brillo en los ojos de Ruu iba más allá del color, irradiando una amenaza latente que podría paralizar a cualquiera.

Los dedos de Hidan tamborileaban con indecisión sobre la empuñadura de Mordaz mientras las palabras del niño resonaban aún en su mente.

Juguetes

Ruu los había llamado juguetes... objetos desechables, simples marionetas para su entretenimiento. La frialdad de aquella palabra se mezcló con la realidad que tenían frente a ellos: Ruu no era un simple niño, aunque lo pareciera. Sin embargo, ¿cómo no pensar en Shina, la hermana adoptiva de Hidan, al ver a alguien de su misma edad en tan cruel situación? ¿Cómo no reconocer que, pese a todo, Ruu seguía siendo un niño, manipulado o no por un poder oscuro?

Eres muy aburrido. – dijo entonces Ruu, tiñendo su tono infantil de un sutil desdén. – Si sigues moviendo las manos sobre la espada, no podrás jugar.

Sin previo aviso, el Hijo del Rey extendió una de sus uñas retráctiles hacia Hidan con la velocidad de un relámpago, apuntando directamente a su entrecejo. Hidan apenas tuvo tiempo de esquivarlo, desenvainando a Mordaz en un movimiento rápido para intentar cortar la aguja que aún flotaba en el aire. Pero, para su sorpresa, la hoja de la espada no logró siquiera rasguñar la uña.

– Esto sí que no me lo esperaba... – murmuró Mordaz con un destello de inquietud. – No le hemos hecho nada, y el problema es que no solo hay una de estas; ese crío tiene otras nueve, igualmente resistentes.

Hidan echó una mirada rápida a las manos de Ruu y vio que todas sus uñas comenzaban a crecer, al tiempo que la aguja previamente lanzada retrocedía, volviendo a su origen. ¿Qué podía hacer ahora? Si ni siquiera Mordaz podía hacer frente a la dureza de esas uñas, estaban en un peligro mucho mayor del que había imaginado, y si no encontraban una solución, Ruu los desgastaría hasta enviarlos al mismísimo Tártaro. Por no hablar de la posibilidad de que usara su Pulso Negro...

Mientras la mente del joven Cazador buscaba frenéticamente una estrategia, Saya dio un paso al frente, sacando de su manto la Máscara de la Serpiente. Al verla, Ruu retrocedió levemente, y las agujas dejaron de crecer, deteniéndose momentáneamente mientras la mestiza se colocaba la máscara. Al hacerlo, ésta desapareció como siempre al contacto con su piel, y en su lugar apareció la armadura negra, que cubrió su cuerpo. En su mano, la espada de filo de plata brillaba se materializó con una luz letal. Ruu sonrió, adoptando una postura de combate, extendiendo sus extremidades con una agilidad inhumana.

¿Así que la Serpiente Traidora va a jugar? – se mofó Ruu. – Espero que seas más divertida que ese humano tan lento... Parece que ha venido a jugar con una espada de madera.

– ¡¿Espada de madera?! – gritó Mordaz con indignación. ¡Vamos, mocoso, demuéstrale a ese enano de uñas largas de lo que eres capaz, o te juro que yo mismo me encargaré de hacerlo!

– No podemos hacer nada... ya lo has visto. – murmuró Hidan, con la mandíbula tensa, mientras el peso de la realidad se asentaba en su mente.

Por su lado, Saya no respondió a las palabras de Ruu, pero su mirada se endureció mientras se colocaba frente a Hidan y Graown. Con una firmeza resoluta, extendió su espada, levantando una nube de arena que envolvió su figura en un halo de misterio y poder.

El Cazador de demonios (libro I) La Montaña ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora