Capítulo 27 La traición

67 13 0
                                    

Cuando el sueño venció a Shina, Saya volvió a tomar su forma de serpiente y se deslizó con suavidad en el nuevo zurrón de Hidan, mientras que él, con la niña dormida a su espalda, emprendió el camino de vuelta a la casa que había pertenecido a Elric. Mientras caminaba, sus pasos resonaban con una mezcla de melancolía y resolución, pues cada rincón del asentamiento de Plumas le traía recuerdos agridulces. La rotonda, los establos, la armería, el campo de entrenamiento... Aquel lugar que durante casi un año se había convertido en su refugio, ahora lo vería partir con una tristeza silenciosa. Allí había encontrado a su familia paterna, había entrenado para ser un Cazador de demonios y había conocido a personas de gran nobleza, y aunque algunos habitantes del valle aún guardaban resentimiento hacia él debido a su padre, la mayoría simplemente lo ignoraban, siendo ésta una indiferencia que él había aprendido a aceptar.

Justo cuando se acercaba a las escaleras de la casa, una voz familiar rompió el silencio de la noche.

– ¿No es demasiado tarde como para dar un paseo? – lo recibió Tracia con un tono cargado de la misma frialdad que siempre.

Hidan suspiró, deteniéndose a unos pocos metros de la puerta. No era una sorpresa encontrar a su prima allí, pues era su propia casa, ni tampoco lo era que le mirara con ese aire de superioridad, como si con ello quisiera demostrarle que le debía una... Y, en cierta medida, tenía razón. Tracia había acordado no revelar nada a la Asamblea de Plumas sobre el misterioso poder de luz que poseía Hidan, pero no por bondad o desinterés, sino porque Graown, Coga, e incluso Astor, le habían rogado que guardara silencio después de la ceremonia en el Mausoleo de los Cazadores. Sin embargo, ese pacto tenía un precio, y a cambio de su silencio, su primo había tenido que confesarle la naturaleza y origen de ese poder que tan celosamente había mantenido en secreto.

– He oído que te marchas mañana por la mañana. – continuó diciendo la guerrera. – Pareciera que tuvieras prisa en dejarnos...

– Así es. – respondió él, con calma. – ¿No te alegra?

Tracia cruzó los brazos, esbozando una mueca desdeñosa, pero sus ojos azules se desviaron momentáneamente hacia la niña que dormía plácidamente sobre la espalda de Hidan.

– Es una pena que la dejes aquí... – comentó con sarcasmo. – Mi madre es demasiado gentil.

Hidan sintió un chispazo de rabia recorrer su cuerpo, una emoción que hacía tiempo había aprendido a contener en presencia de Tracia, pero inspiró hondo, tratando de calmarse antes de responder.

– Tu resentimiento es hacia mi padre y hacia mí, que compartimos la misma sangre. – repuso con voz firme. – Así que te pido que dejes a Shina al margen. Sabes bien que es mi hermana adoptiva.

Tracia lo miró de reojo, resoplando al verse acorralada por sus propias palabras. El brillo en sus ojos revelaba su incomodidad, pero su orgullo la mantuvo altiva. Puede que lo que decía su primo fuera cierto, pero lo que no cambiaba era el hecho de que de ahora en adelante, su familia tendría que cuidar de una niña que nada tenía que ver con ellos mientras que el que la había llevado hasta allí se desentendía.

– Tan solo vete cuanto antes y no vuelvas. – sentenció, esbozando una sonrisa sórdida. – Aunque es una pena que tengas tanta prisa... Vas a perderte el espectáculo.

El muchacho de cabello castaño reacomodó a Shina en su espalda, apretando los dientes con fuerza. Sabía que Tracia necesitaba reafirmarse de alguna manera ante los Cazadores ahora que se había convertido en la líder de la Orden, pero despreciaba su manera cínica de pavonearse y de hacer las cosas.

– ¿Qué espectáculo hay en presenciar la muerte de una persona? – inquirió.

Tracia arqueó una ceja al sentirse contrariada y, con un rápido movimiento, desenvainó su espada. La hoja rozó la barbilla de Hidan, fría y amenazante.

El Cazador de demonios (libro I) La Montaña ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora