Capítulo 28 El Pantano de Serpas

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Hidan miró con un sentimiento amargo a su maestro, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza mientras veía las garras de Graown curvadas y listas para atacar. El grifo, cuya presencia imponente siempre había sido una fuente de seguridad para él, ahora se encontraba en guardia.

– Solo he hecho lo que tenía que hacer. – afirmó Hidan con seriedad, proyectando una voz firme a pesar del miedo que sentía. Dar rodeos no serviría de nada. Ahora, más que nunca, debía hablar con la verdad. – A partir de hoy, Saya vendrá con nosotros.

Las palabras de Hidan resonaron en la linde del pantano con rotundidad, pero para Graown, era como si el mundo se hubiera detenido. El grifo, incapaz de comprender cómo su aprendiz podía decir algo tan insensato, se quedó en blanco, aturdido por la revelación.

– Estás loco... – musitó, horrorizado. – Has sacado al demonio Serpiente de Expiación y, no contento con eso, ¿pretendes que nos acompañe? – inquirió, con un halo de incredulidad cubriendo cada palabra. – ¡Es una Hija del Rey, Hidan!

– ¡Saya lleva meses fuera de Expiación! – exclamó el chico, alzando la voz, desesperado por hacer entender a su maestro. – ¡Casi un año ya! Si hubiese querido hacernos daño, ya lo habría hecho.

Graown lo miró, sin poder creer lo que oía. Un año era casi lo que llevaban ellos en el Valle de Plumas... ¿Era posible que desde el principio, el demonio y él se hubieran confabulado? ¿Por eso Hidan no había vuelto a la prisión para verla? ¿Porque desde el primer momento... Había estado a su lado? La criatura de magia ancestral sacudió la cabeza, reacia a dar veracidad a sus propias suposiciones, pues, ¿cómo podía su aprendiz, el muchacho que había acogido y entrenado, defender a uno de esos seres que habían causado tanto sufrimiento?

– No puedo creer lo que estás diciendo. – murmuró. – ¿Cómo has podido caer tan bajo?

– Por favor, Graown – suplicó Hidan, con la voz quebrándose bajo la presión. – Solo déjame que te lo explique...

– ¿¡Explicar!? ¡¿Qué puedes explicarme?! – rugió el grifo. La rabia y el dolor en su voz eran palpables. – ¡Has traicionado la confianza del Valle de Plumas! ¡Has liberado a un demonio que casi nos mata en el Desfiladero de Huesos y que destruirá el valle! – su furia iracunda inundó todo el lugar. – ¡Intentó matarnos! ¡¿Es que no lo recuerdas?!

Antes de que Hidan pudiera responder, Saya se irguió en su hombro.

– Lo recuerdo. – dijo la serpiente, con temor. – Y lamento con toda mi alma haberlo hecho.

– No es tu culpa, Saya... Ya hemos hablado de esto. – respondió Hidan, visiblemente nervioso, pero con un tono lleno de comprensión y dolor compartido.

La complicidad que repentinamente rodeaba a los dos hizo que Graown se estremeciera aún más. Sus plumas se erizaron al ver cómo su joven aprendiz defendía y consolaba a una criatura que él consideraba la encarnación del mal.

– Me has decepcionado... – dijo Graown, cuya voz se teñía ahora de un amargo desdén. – Pensé que habías aprendido algo después de ver tantas muertes... Después de haber luchado junto a nosotros... pero veo que los sacrificios de Thalassa han sido del todo inútiles... Si es que no fuiste tú quien les ayudó a encontrarnos.

El corazón de Hidan se rompió al escuchar esas palabras, siendo cada sílaba una daga que se clavaba profundamente en su pecho. Su maestro no solo dudaba de él, sino que le había acusado de un crimen mayor.

– ¿Cómo puedes pensar eso de mí?

– ¿¡Qué más puedo pensar de ti!? – rugió el grifo, desplegando sus alas en un gesto amenazante. – Has ayudado al enemigo a escapar de la Orden, y ahora todos morirán porque ella sabe su ubicación y el secreto de la cúpula. – sin más, Graown se lanzó hacia ellos, decidido a proteger a los suyos a cualquier costo. – ¡Pero antes de que eso pase, te mataré para salvar a los míos!

El Cazador de demonios (libro I) La Montaña ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora